17A: Tumbar al otro
Todos los pecados y pecaditos de partidos y políticos que puedes acabar por dar al traste con la candidatura



A estas alturas del partido hay solo tres candidaturas confirmadas: La de Samuel Doria Medina sobre su propia sigla de Unidad nacional, la de Manfred Reyes Villa también sobre su propia sigla APB – Súmate y la de Tuto Quiroga sobre las siglas nacionales del FRI y de Demócratas.
El resto son especulaciones incluso aquellos que han tenido presentaciones más o menos públicas: Rodrigo Paz se presentó bajo el paraguas del Partido Demócrata Cristiano (PDC) pero varios miembros de la directiva de ese partido lo pusieron en duda, y también Chi Hyun Chung presumió antes de tiempo de una alianza con el MNR que el comando nacional prefiere medir con más calma.
Hay algunos más o menos evidentes: Johnny Fernández puede candidatear él mismo con la sigla de UCS o incluso retirarse, pues cumplió el requisito el 2020 y no corre riesgo de desaparición; lo mismo el Morena de Eva Copa, que está ahí por si el bloque popular necesita una alternativa pero que puede quedarse en el molde al ser su primera participación. No es el caso de Félix Patzi y su Movimiento Tercer Sistema (MTS), que aunque las motivaciones son similares, sí podría perder la sigla si no se presenta y alcanza al menos el 3%, un reto que Patzi puede asumir por sí mismo, pero que parece venirle un tanto grande.
En el bloque antiMAS queda ADN sin representación, mientras Nueva Generación Patriótica, cuya adscripción ideológica sigue siendo un misterio y puede acabar incluso llevando a Morales. En el bloque “popular” queda también el Frente Para la Victoria (FPV) que se ofreció a Evo Morales y lo descartó después sin mayores explicaciones, además de Pan Bol.
Bajar al otro
En esta ensalada de siglas y con más estrategas que nunca operando en el país, la táctica se parece a la de toda la vida: bajar al otro. El que va segundo puede querer bajar al que va primero, pero el que va tercero quiere bajar al segundo, el que va cuarto al tercero, el que va quinto al cuarto y así.
En principio, en Bolivia se siguen registrando dos bloques de votación, el popular – donde pese a la acumulación de siglas y nombres, va quedando cada vez más claro que habrá una sola opción – y el opositor, que nunca ha ido unido y no parece que esta vez sea especial.
Cada uno de los que está en carrera tiene sus puntos débiles donde los demás pinchan, pero cualquier error puede ser fatal.
A Samuel Doria Medina se le ataca por su longevidad como candidato opositor sin resultados – aunque fue clave en la caída de Morales en 2019 -, por su falta de carisma y por una suerte de funcionalidad al MAS. Los ataques por su rol en la privatización de Soboce, que acabó en sus manos, ya han sido amortizados y su sigla parece sólida. La última línea de ataque tiene que ver con su posición ideológica, pues efectivamente es vicepresidente para el cono sur de la Internacional Socialista que preside Pedro Sánchez.
A Tuto Quiroga se le achaca su falta de conexión con el pueblo boliviano, una suerte de soberbia intelectual y desprecio, además de la misma funcionalidad al MAS por los hechos concretos de la primera legislatura, en la que la alianza que armó, Podemos, fue clave para aprobar la Constitución Política del Estado. Tuto puede tener un problema concreto que sus rivales ya han explorado: la Ley de Partidos habla de la vigencia de las alianzas y el FRI no ha deshecho la de Comunidad Ciudadana antes de entrar en la nueva aventura con Tuto, aunque parece ligero como para anular la inscripción, los riesgos están ahí.
A Manfred Reyes Villa también se le acusa de ser un político del pasado que lleva toda la vida en esto, y más que de funcionalidad, pues estuvo una década en el exilio, se le acusa de tener un contubernio con Luis Arce por el cual le libró de los cargos y le autorizó para pugnar por la Alcaldía de Cochabamba, que ganó, a cambio de dividir la oposición para facilitarle la continuidad. Reyes Villa administra el Gobierno Municipal y ahí puede surgir cualquier escándalo en cualquier momento que le acabe perforando.
A Jaime Dunn, que no tiene aun partido y que ha despreciado al MNR y ADN, se le acusa de inexperiencia, de iluminado, de ser el apadrinado por Marcelo Claure y de haber trabajado efectivamente con Evo Morales y Luis Arce durante años para después abrazar una supuesta ideología liberal. Al no tener sigla tiene contenidos los riesgos en ese sentido, aunque puede acabar siendo su tumba.
A Chi Hyun Chung, básicamente, se le considera un alborotador, alguien que incluye temas en el debate al azar sin demasiado rumbo para ganar rating. En su momento encarnó el voto antisistema, pero ya no es novedad y su reiteración más parece pretender ayudar a alguien más. La posibilidad de candidatear con el MNR le genera también más dudas e incoherencias en su propio plan.
A Rodrigo Paz también se le acusa de incoherencia: se presenta como “el nuevo” siendo el hijo de Jaime Paz, y además no tiene pie en Tarija, departamento del que es senador y donde fue alcalde seis años, lo que genera desconfianza en el resto del país. Se presentó con el PDC, el partido taxi por antonomasia, pero incluso ahí hay discrepancias.
La carrera está en marcha. ¿Serán capaces de llegar todos a buen puerto?