Los sueños del Guadalquivir
Los sueños del Guadalquivir: Reflexiones culturales
Un amigo querido solía decirme que “Nos hace falta el aire fresco del sentido común.”



La semana de museos fue un ejercicio de libertad para la defensa de nosotros mismos. El buen Sartre nos dice que el hombre está condenado a definirse constantemente y crear su propia realidad. De sobra sabemos que esta construcción afectará a su entorno inmediato. La autodeterminación de nuestra sociedad también está ligada a su definición y por ende al ejercicio de nuestra libertad a decidir quiénes somos y dónde vamos.
Un mes atrás creía que una semana de museos se parecía más a una idea impracticable, que a una realidad. Las dificultades cotidianas y las voces disonantes que siempre dan malos augurios a las nuevas ideas y más aún a las ideas casadas a la cosa pública casi logran derrotar al personaje que hoy escribe. Ahora podemos decir que todo pudo ser mejor. Sin embargo, con aciertos y errores fuimos lo que fuimos. Quizás solo un grupo de personas movilizados por el amor a la ciudad, a los museos, a los artistas, yo qué sé… Si de algo estoy seguro es que aún nos falta ser. ¡Y que ganas de ser tiene esta ciudad!
Escribo estas líneas orgulloso. Y paso a decirles que las ideas acompañadas de trabajo se pueden realizar. Más allá de hacer una semana de actividades, que por cierto, se tiene la obligación de mejorar cada año, se intentó sembrar la idea de valorar lo nuestro. Los servidores públicos tenemos por obligación trabajar y servir a la ciudad, cosa que no se tiene muy clara en todos lados. De hecho, hay obligaciones con la ciudad que son de todos los que viven en ella. Sin embargo, la ciudad es tan benevolente que no obliga a participar de los gestos que se realizan en su honor. La pasada semana muchos ciudadanos quienes en su absoluta libertad decidieron estar presentes, con el simple hecho de asistir generaron un movimiento diferente en el lugar que todos llamamos casa. Artistas, gestores culturales y población en su conjunto generan la amalgama perfecta en la que declaramos nuestro amor a la tierra, a nuestra cultura, arte, raíces e historia.
Un amigo querido, S.B, solía decirme que “Nos hace falta el aire fresco del sentido común”. Estas palabras definen de alguna manera lo que nos hace falta como sociedad con respecto al tratamiento de nuestra cultura. Ya cansados estamos de escuchar que el tarijeño es flojo, bonachón y buen tipo. Pues muy en desacuerdo estoy con una definición tan escueta de nosotros mismos.
Estoy seguro de que somos mucho más que buenos tipos. Tenemos demasiado para mostrar, pero es muy poco lo que vemos de realidad. Tenemos escritores gigantes que pocos leen, poetas maravillosos que nadie conoce, pintores que son reconocidos fuera y dentro del país, pero sobre todo desconocidos en la ciudad que vio crecer a estos grandes artistas.
Somos casa de museos emblemáticos, que guardan la sustancia de quiénes somos y al igual que los fósiles pasan desapercibidos en la mente de una sociedad que grita en su interior por más. Muchos ya estarán cansados a estas alturas de mis líneas, otros me dirán loco y equivocado, pero cómo sueño con el día en el que el sentido común de valorar y querer a los nuestros esté por encima de cualquier otro.
Quiero confesarles que no siempre fui así. Yo estaba desmotivado, frustrado y en un estado de negación absoluta para con Tarija. No fue hasta el día en el que el aire fresco de ese sentido común soplo en mí, que me di cuenta de que aquellos que no trabajan y aportan a su tierra no pueden llamarse hijos de la misma.
Los invito a cuidar, disfrutar y valorar nuestra cultura, nuestra historia y a nuestros artistas. No habrá mejor campaña publicitaria para Tarija que el del tarijeño bien formado, querendón y respetuoso de su esencia. De sobra sabemos que querer no es suficiente, así que es nuestra obligación es conocer, aprender y defender nuestras raíces, así sea para cambiar todo el día de mañana.
No olvidemos nunca que para ser eternos alguien debe recordarnos. Pues yo les aseguro que si sabemos mirar para adentro sobran los motivos para durar en el recuerdo y tener una Tarija para siempre. Nosotros debemos recordar que aquellos pueblos que desconocen de su historia han perdido el horizonte de sus sueños.
Me despido de ustedes deseándoles buenos días, buenas tardes y buenas noches.