Los sueños de San Roque
La lógica monástica de los chunchos antiguos
En tiempos antiguos, los chunchos de don Aurelio practicaban una férrea disciplina de privación corporal, de anonimato y de sacrificio durante las procesiones de San Roque. Todavía muchos de los chunchos viejos se acuerdan de eso



Este año tuve el honor de conversar todo el rato con los chunchos viejos durante la fiesta de San Roque. Y entre los temas recurrentes que mencionaron estaba la indisciplina de los chunchos jóvenes. Según ellos, esto significaba levantarse el velo, salirse de las filas, comer o beber, chatear durante la procesión, que las madres caminen al lado de sus hijos y que los jóvenes anden de la mano con sus chicas.
Esto me hizo mucho recuerdo a la eterna acusación de que los “jóvenes de ahora no bailan por devoción”. Yo no me canso de responder a eso de que no hay un solo chuncho que yo conozca, sea joven o no, que no baile por devoción. Todos bailan por promesa, independientemente de lo que digan. Claro, puede ser que alguno baile sin promesa, pero son casos tan excepcionales (yo no conozco ninguno) que no puedes generalizar.
Esa es la misma acusación que escuché de los chunchos de San Roque en general: malcriados, desobedientes, peleadores e indisciplinados. Don José Gallo me dijo que él ya no baila en San Roque porque son muy malcriados; desde hace años que a los únicos que les baila es a San Isidro, a San Francisco y a la Virgen. Lo mismo me dijeron los chunchos de San Lorenzo: los chunchos de Tarija son muy indisciplinados, ya no respetan la tradición. Sin embargo, y no sin un cierto grado de ironía, don Mauro Vargas se me quejó de un grupo de chunchos peleadores que le faltaron el respeto, y que no querían guardar el orden. “Yo los conozco” me dijo, “son chunchos de San Lorenzo”.
Todo esto me dejó pensando, porque yo no creo que los chunchos jóvenes sean malos. Pero también los puedo comprender a los maestros de danza, viejitos, tratando de poner orden en las filas. A ellos los tratan mal: los insultan, les faltan el respeto y algunos hasta los quieren pegar. Además, son solo tres tratando de poner el orden en medio de miles y miles de chunchos.
Lo que pensé es de que no se trata de que los chunchos sean malcriados, sino que tienen diferentes lógicas de respeto. Todos los chunchos viejos se acuerdan todavía cómo era bailar bajo el mando de don Aurelio Arce: don Aurelio la tenía reglita, al que no se comportaba lo agarraba a bastonazos. Los conocía a todos y si algún chuncho era problemático lo botaba y listo. Nadie cree que sea posible volver a la época de don Aurelio, pero todos se acuerdan con cariño de la disciplina que les impartía.
Entre los chunchos de la Escolta tienen una regla: nadie come, nadie habla malas palabras, nadie se sube el velo ni nadie se sale de las filas mientras dure la procesión. Así era en la época de don Aurelio, y así lo siguen haciendo ellos. Jaime Rivera me cuenta que él incluso hace ayuno desde la mañana, y se aguanta todito el día hasta que acabe la procesión para comer algo.
Entonces yo creo que el dilema es que por un lado hay chunchos que añoran la lógica monástica de comportamiento heredada de don Aurelio, y otros chunchos que no les importa eso, sino que bailan con fe. Por “lógica monástica” me refiero a una férrea disciplina de privación corporal, de anonimato y de sacrificio. Yo creo que los chunchos se deben poner de acuerdo, de comunicarse.
Hasta ahora ya se ha logrado dejar algo en claro: un chuncho baila por promesa, un chuncho baila por devoción. Aunque los chunchos viejos no me lo crean, yo creo que este mensaje ha llegado bien llegado. Incluso creo que están comunicando muy eficientemente que los chunchos solo le bailan al santo, y no a ningún político. El baile de los chunchos es devocional y así lo han entendido.
Lo que no están de acuerdo, pero, es con lo de la lógica estricta de la moral monástica de don Aurelio. “Si yo bailo por fe”, así su argumentación, “¿por qué me vienen a molestar si no hago lo que ellos quieren que haga?” Esto es fundamental en la discusión de la (in)disciplina de los chunchos y aquí descansa el nudo del asunto. Los chunchos ya son muchos y no siempre piensan lo mismo.
Los chunchos se organizan informalmente por grupos de amigos, y es este grupo el que decide que tipo de comportamientos son aceptables o no. Uno puede darse una vuelta para observar a los chunchos mientras descansan y darse cuenta qué grupos están mas organizados que otros, y cuan firmes son con su comportamiento. Habría que trabajar a nivel de grupos para lograr una ética elemental, y aceptar las variaciones que cada grupo considere necesarias. Ponerse de acuerdo no significa necesariamente hacer siempre lo mismo.
Llegar a comunicar efectivamente lo que se espera de los chunchos sería ya un gran éxito para la fiesta. Tal vez muchos comprendan por fin de que se trata la lógica monástica que se practicaba en la época de don Aurelio Arce; y también otros puedan explicar por qué eso no les gusta y cómo es que ellos le manifiestan su cariño y su respeto a San Roque. Como digo, no todos tienen que pensar igual.