Análisis: Los chunchos tarijeños del Carnaval de Oruro
El antropólogo Daniel Vacaflores, investigador y prolífico autor en temas relacionados a la Fiesta Grande de San Roque analiza el fenómeno de los "tobas chunchos" en Oruro



Tarija descubrió en este carnaval que los Tobas en el Carnaval de Oruro tienen un bloque denominado “Chunchos Tarijeños” que se visten casi igual a nuestros chunchos de San Roque. Si te fijas en los videos que están circulando por tik-tok (y que están reproducidos en la versión digital de El País) son y al mismo tiempo no son los mismos chunchos chapacos que nosotros conocemos para San Roque. Tienen el turbante, el roson o cintas en la nuca, el manto o pañoleta que cubre la cabeza, el velo, el ponchillo, la camisa manga larga, la flecha, las coderas o cintas en los codos y el pollerin. Les falta la estalla. Las medias nylon y los zapatos negros están cambiados por pantalones anchos y zapatillas deportivas, ademas de que los colores y las formas de todo en su vestimenta están equivocados de formas muy sutiles y bizarras. Y eso sin contar que la música de banda de bronces y el baile acrobático tan típico del baile de los tobas no tiene nada que ver con la música que tambor y quenilla y el baile pausado y meditativo del chuncho chapaco. Desde el nombre mismo (“bloque Chunchos Tarijeños”) es evidente que trata de ser una representación explícita de los chunchos chapacos. Pero es una representación propia que ya tiene casi cien años de antigüedad.
El baile de los Tobas es uno de esos bailes que representan la otredad. Los tobas eran un grupo étnico del Chaco tarijeño que desapareció de Bolivia a principios del siglo XX, expulsados por la expansión colonizadora de la era republicana. Era un pueblo guerrero temido hasta por los chiriguanos (el nombre antiguo del pueblo guaraní en Bolivia) que se vió obligado a emigrar a la Argentina, donde actualmente viven sus descendientes. En Oruro no vivían los tobas, pero allí crearon el baile de los Tobas como representación del guerrero salvaje de las tierras bajas, como antes había sido el baile de los chunchos. Antes de los tobas, en el Carnaval de Oruro tenían chunchos. Pero los chunchos orureños desaparecieron a finales del siglo XIX, y los Tobas los vinieron a reemplazar a principios del siglo XX. Y entre los Tobas empezaron a crear bloques específicos como el de los chamanes, de los macheteros, otuquis y chunchos tarijeños entre otros, que buscaban representar la diversidad de pueblos de las tierras bajas. Estos son los chunchos que acabamos de descubrir y que hacen referencia directa a los chunchos chapacos. Y si prestamos atención, vamos a descubrir que los creadores de la danza de los Tobas atribuyeron su inspiración a la Fiesta de San Roque en Tarija.
Ahora bien, hay diferentes formas de reaccionar ante este descubrimiento. La iglesia, el Comité de Salvaguarda y el Comité Cívico ya han hecho llegar sus quejas y es posible -como ya ha pasado muchas otras veces- de que se transforme en una pelea por el orgullo, la identidad y el honor tarijeño. Yo prefiero verlo como una oportunidad para honrar nuestras raíces y celebrar la diversidad más allá de nuestras fronteras.
Yo veo a San Roque, la Fiesta Grande de Tarija, como la heredera de tres mundos: el catolicismo de la España medieval, la religiosidad nativa americana prehispánica, y la Tarija de antaño con todos sus conflictos y sus contradicciones. El barrio alto de San Roque siempre fue el barrio popular, indígena, migrante, campesino y artesanal de Tarija. El culto a San Roque y la iglesia en su cima son herencias religiosas de la España medieval. Cuando los conquistadores llegaron a Tarija trajeron consigo su religión y su forma de vida particular. Todavía todo nuestro calendario ritual (el “calendario folclórico”) es de origen católico, español y europeo. San Roque es, después de todo, la puerta a un mundo lejano y ancestral de una Europa ajena.
Pero también lo es hacia una América indígena antigua y ancestral que se escurre por las grietas y los resquicios de un poder político, económico, judicial y militar ejercido sobre una población nativa sometida al dominio español, y de una religión católica absolutista a la que le gustaba perseguir herejes y herejías. Ese mundo nativo ha sobrevivido en San Roque, y es a través de San Roque y de los rastros de los chunchos promesantes que descubrimos rastros de una América mágica y profunda, mucho mas profunda de lo que podríamos imaginar. San Roque es una ventana abierta a la América prehispánica que muchas veces queremos negar.
Pero ni siquiera eso es lo único que hace de la fiesta de San Roque maravillosa. Porque aunque nuestro San Roque sea el encuentro de dos civilizaciones diametralmente opuestas, lo que lo hace realmente lindo es que es NUESTRO. La historia oficial de la fiesta de San Roque, tal como se la cuenta en Tarija, es una ficción que nada tiene que ver con la historia verdadera. La historia de San Roque es la historia de hombres y mujeres comunes y corrientes que encarnaron una práctica religiosa y tradicional dentro de una sociedad que se debatía entre la tradición y la modernidad. Una historia de sangre, sudor y lágrimas. La historia de intereses políticos y económicos confrontados entre sí, y de la capacidad de agencia y acción de la clase popular de Tarija. Cuando pensamos en la historia de don Rafael y de don Aurelio Arce, de don Tomás O’Connor d’Arlach, de los padres franciscanos, del cura Bartolomé Attard y de los y las promesantes campesinas que año tras año vienen a San Roque para rendirle culto al taitita, estamos hablando de la historia de nuestra gente y de nuestro pueblo. San Roque es un espejo de la sociedad tarijeña con todo lo bueno y todo lo malo que ella tiene. Y eso, me parece a mí, es lo que hace maravilloso a San Roque.
Pero ni siquiera eso. Tal como lo vemos ahora con el asunto de los chunchos en el Carnaval de Oruro, San Roque no es tan solo la historia pasada, sino nuestra proyección en el tiempo y el espacio más allá de nuestras fronteras provinciales. El mirarnos reflejados en otras personas diferentes a nosotros mismos es la esencia misma de la alteridad y la interculturalidad, de reconocernos diversos y complementarios. Si yo podría darle un consejo a nuestros chunchos y a nuestras autoridades es que no se ofendan tan rápido, que vean a la otredad como una posibilidad para crecer en nosotros mismos y de levantar el nombre de San Roque y de Tarija en tierras lejanas. Vayan y reúnanse con los otros chunchos para que les cuenten de qué se trata lo que hacen y por qué lo hacen; invítenlos a Tarija para que conozcan y comprendan la manera de nuestra tradición. Porque si algo hay que es indudable es que son las personas las que escriben la historia, tanto en los hechos como en las palabras. Recuperar nuestra capacidad de acción, nuestra agencia, para bien o para mal, es lo que nos hace parte de la historia. Es el último regalo de San Roque para Tarija.