No se le da la debida importancia
La violencia psicológica, verdugo de muchas mujeres en Tarija
Como toda forma de agresión, la violencia psicológica comienza de manera imperceptible y luego va creciendo en intensidad y logra su objetivo cuando reduce la capacidad volitiva de la mujer



La violencia psicológica dentro de la pareja es la forma de violencia menos comprendida y a la que no se le da la importancia necesaria, pese a ser la más común y difundida, y además, el preludio de todas las otras formas de violencia.
Sin embargo, lo mismo que en el caso de la violencia que involucra también golpes y maltratos físicos, la violencia psicológica pone en riesgo la vida de la mujer.
La historia de Sara es una historia de violencia psicológica que nos cuenta su tía porque ella se quitó la vida cinco años atrás. “Ella era una joven de 23 años, muy bonita pero tuvo un primer tropiezo a los 17 años cuando conoció a su primera pareja con quien ya fue víctima de violencia emocional en reiteradas oportunidades”.
La violencia comenzó a un mes de iniciada la relación, pero se intensificó cuando ella quedó embarazada y él se negó a formalizar su relación con ella. “Tú no estás a mi altura, eres una tonta, ni siquiera fuiste capaz de no embarazarte”, eran frases con las que comúnmente la hería su enamorado y que ella le contaba a su tía.
Más adelante él comenzó a salir con otras mujeres y siempre se lo hacía saber. Ella lloraba, le reclamaba pero el le decía “que estaba gorda y se estaba poniendo fea”. El hijo que ella esperaba no llegó a nacer porque murió en el octavo mes de embarazo en su vientre. Pasaron 4 años antes de que Sara pudiera decidirse a rehacer su vida con otra persona. Esta vez se trataba de un hombre mayor que ella, quien inicialmente la trató bien, pero poco a poco fue surgiendo la personalidad egoísta de esta nueva pareja, quien también se negó a formalizar su relación con ella y poco a poco y de una manera cada vez más cínica le hacía saber que ella no era importante en su vida.
Con el tiempo comenzó a tratarla de una manera paternalista y a utilizar adjetivos para hacerle sentir que era inmadura, tonta y que por eso nadie la iba a querer, y que debía estar agradecida con él por el afecto que le daba.
Esta situación se prolongó por más de un año y fue convirtiendo a Sara en un ser taciturno que dejó de frecuentar a sus amigas. Había días en los que recuperaba las ganas de vivir y otros en los que se quedaba callada y rehuía a las personas, sobre todo a las cercanas. Una noche llegó a su casa y se encerró en una habitación, tomó un frasco de pastillas para dormir que nadie sabe de dónde consiguió y se suicidó.
Éste es el paso final de la violencia psicológica, el suicidio inducido, según explica la psicóloga Peky Rubín de Celis. “En otros países esto es penado por la ley, y la nueva Ley 348 también lo incluye”.
Violencia La inducción al suicidio, como resultado de una violencia psicológica continuada, está tipificada como delito
Justamente la violencia psicológica es esa violencia sutil y solapada, más difícil de identificar que se ejerce a partir de devaluaciones, descalificaciones, comparaciones dañinas, menosprecio y que encuentran un terreno fértil en una persona que por diferentes razones tiene baja autoestima y es propensa a permitir el maltrato.
“Es una forma de violencia emocional cuya función es bajar las defensas de la víctima y la capacidad volitiva de la persona”, explica la psicóloga y directora del Equipo de Comunicación Alternativa con mujeres, Peky Rubín de Celis.
Es tan sutil que puede incluir el silencio, la indiferencia u otras formas solapadas de violencia que van minando la voluntad, la autoestima, la dignidad de la mujer víctima.
Se manifiesta incluso en forma de una aparente aprobación y comprensión por parte de la pareja a las acciones de la mujer. “¿Tu mamá está enferma? Tienes que estar con ella, sí, está bien, vete no te preocupes, aquí estaré solo, esperándote. Los niños seguro sufrirán, pero no importa, haz lo que tienes que hacer, ve con tu mamá”.
Como toda forma de agresión, la violencia psicológica comienza de manera imperceptible y luego va creciendo en intensidad y logra su objetivo cuando reduce la capacidad volitiva de la mujer.
De pronto dejan de importar los deseos y necesidades propias y lo único que importa es que la pareja no se enoje, haciendo todo lo necesario para evitar una escena violenta.
Teresa tenía 17 años cuando se casó. Ya durante el noviazgo comenzó el maltrato por parte de su pareja. “Primero eran discusiones en las que él me culpaba de coquetear con otros hombres, yo poco a poco dejé de hablar con mis amigos y también mis familiares hombres, pero igual surgían otros motivos. Porqué me atrasé o porqué tenía que acompañar a mi mamá a algún lado. Yo ya le veía en su cara cuando estaba enojado y tenía miedo”.
Teresa intentó una vez alejarse de esa pareja, pero sus familiares y consejeros de la iglesia a la que asistía no lo permitieron. “Comenzaron a presionarme, a decirme que él era un buen hombre y que me convenía y yo no me atrevía a contarle a nadie como me trataba, por lo menos no me pega pensaba”.
Una vez que Teresa se casó, la violencia comenzó a crecer en intensidad. “Se enojaba cuando la casa estaba desordenada, cuando no le gustaba la comida. Me decía que soy una inútil y que no sé hacer nada, gritaba. Después me pedía perdón”.
Con la violencia psicológica lo que se busca es posicionarse con poder sobre alguien que lo permite. En el caso de Teresa, ella no concebía otra forma de vida, eso era lo que a ella le había tocado y él era el esposo que ella había elegido.
“También me daba vergüenza, no podía contar a nadie, me sentía culpable, sentía que no sé hacer nada bien”, explica Teresa.
“La violencia psicológica no sólo la ejerce la pareja, sino la sociedad, la cultura, porque la sociedad a través de sus distintas instituciones nos permite burlarnos, menospreciar, discriminar sobreponernos a otras personas, chantajear, amenazar, eso es violencia psicológica, un preludio a la violencia física”, afirma Rubín de Celis.
Es poco común que una mujer asista a poner una denuncia por violencia psicológica y cuando lo hace generalmente se encuentra con que no se le da la importancia necesaria a los hechos debido a que esta forma de violencia no deja marcas visibles en el cuerpo o heridas que ameriten días de impedimento.
“La diferencia está marcada por el hecho de que los golpes aún no son socialmente aceptados, al menos no del todo, por ello, a este nivel de violencia llegan aquellos hombres que son más reactivos, menos lógicos y pensantes, independientemente del estrato social”, explica Rubín de Celis.