Hambre o virus: el dilema del trabajo informal en Bolivia
Bolivia tiene la tasa de desempleo informal más elevada de la región. Un 73,2% de los trabajadores del país hacen parte de este sector, según un análisis presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este dato es particularmente preocupante en el contexto de la...



Bolivia tiene la tasa de desempleo informal más elevada de la región. Un 73,2% de los trabajadores del país hacen parte de este sector, según un análisis presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este dato es particularmente preocupante en el contexto de la pandemia de la Covid-19.
Después de 70 días de cuarentena (desde el 16 de marzo), muchas personas que hacen parte del sector económico informal se han visto obligadas a salir a las calles para generar recursos de subsistencia, al mismo tiempo ‒y por las mismas condiciones en que lo hacen‒ se ven expuestas al contagio.
Es fundamental reconocer la envergadura de esta problemática que se ha incrementado durante los últimos años y que representa una dimensión estructural de la economía boliviana. Su consideración es fundamental en la implementación de políticas destinadas a mitigar la expansión de la pandemia.
Dimensionar la economía informal
“En Bolivia más de siete de cada diez hombres y similar proporción de mujeres en edades entre los 20-54 años están ocupadas en la economía informal (considerando solamente actividades lícitas)” señala el documento del PNUD.
Casi un 40% de los trabajadores informales hacen parte del estrato de ingresos medio vulnerable, mientras que otro 20% se cataloga como parte del estrato bajo.
Esto significa, según el mismo documento, que se trata de un segmento amplio y frágil al mismo tiempo. Segmento que no ha obtenido todos los derechos sociales en un sentido multidimensional, lo que hace que muchas personas deban optar por insertarse en el mercado laboral sin prestaciones sociales.
Por otro lado, el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) señala que el 55% de la población urbana trabaja en unidades económicas por cuenta propia, mientras que 23% lo hace en micro y pequeñas empresas, las cuales tienen en promedio seis personas ocupadas y operan en “franca competencia con las importaciones legales y el contrabando, permaneciendo en los mercados en un equilibrio precario”.
Según los datos más recientes extraídos del Instituto Nacional de Estadística (INE) ‒correspondientes al año 2017‒, a nivel nacional el 42% de los trabajadores hacen parte del sector “por cuenta propia”, el 18% pertenece a la categoría “trabajador(a) familiar o aprendiz sin remuneración” y el 2% a “empleado(a) del hogar”. Tres sectores que se caracterizan por su informalidad y precariedad.
Por otro lado, como señala CEDLA, cuando se dice que en Bolivia el 20% o 25% de los trabajadores hacen parte de sector formal, esta cifra se compone del 10% de trabajadores que pertenecen a medianas o grandes empresas y del 12% que trabaja en el sector estatal.
Sin embargo, se tiene que tener en cuenta que no todos estos trabajadores “formales” tienen trabajos estables, “precisamente por el peso de la contratación temporal sin derechos que facilita el despido. El 29% de los ocupados en la empresa privada y el 22% de los ocupados en el Estado carecen de estabilidad laboral”.
¿Una cuarentena en condiciones imposibles?
El reconocido sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos, en una reciente publicación elaborada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, señaló que “la recomendación que hizo la OMS acerca de trabajar en casa y autoaislarse es impracticable, ya que obliga a los trabajadores a elegir entre ganar el pan de cada día o quedarse en casa y pasar hambre”.
Y continúa: “las recomendaciones de la OMS parecen haber sido diseñadas con una clase media en mente, que es una pequeña fracción de la población mundial. ¿Qué significa la cuarentena para los trabajadores que ganan cada día lo que necesitan para vivir ese día? ¿Se arriesgarán a desobedecer a la cuarentena para alimentar a su familia? (…) Morir a causa del virus o morir de hambre, esa es la opción”.
Este es el problema que se está presentando en todo el mundo y que está poniendo presión sobre las cuarentenas que ya no pueden ser sostenidas con rigurosidad, como viene sucediendo en las últimas semanas en Bolivia.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de 2 mil millones de personas trabajan en la economía informal, de las cuales casi 1.600 millones ‒es decir, el 76%‒ se han visto sensiblemente afectadas por las medidas de confinamiento.
Si bien no se tienen datos específicos de esta problemática en el país, “se estima que el primer mes de la crisis dio lugar a una disminución del 60 por ciento de los ingresos de los trabajadores informales a nivel mundial”, según la OIT.
Situación que es aún más alarmante si se considera que, específicamente en América Latina, la disminución de los ingresos de los trabajadores informales habría llegado a ser del 81%. En otras palabras, se puede estimar que casi cuatro millones de trabajadores en Bolivia habrían visto reducidos sus ingresos en ese porcentaje.
El problema también reside en las condiciones para enfrentar largas cuarentenas. Muchas familias, aparte de no tener garantizados un conjunto de servicios básicos, no cuentan con ambientes habitacionales que permitan gestionar un “distanciamiento social”.
Junto a ello, la mayoría de los trabajadores informales de por sí se encuentran expuestos a varios riesgos sanitarios que deben enfrentar sin protección apropiada y que pueden implicar accidentes y enfermedades de distintos tipos. La Covid-19 se añade a esos riesgos.
Es así que si se enferman, “no tienen garantizado el acceso a cuidados médicos y tampoco cuentan con seguridad de ingresos por enfermedad o compensaciones por lesiones laborales. Y si no tienen acceso al sistema de salud, el virus se propagará ampliamente, con consecuencias fatales”, puntualiza la OIT.
Si bien el gobierno de Bolivia ha implementado un conjunto de bonos de 400 y 500 bolivianos, que se entregarán por única vez a 8,1 millones de personas, es más que probable que estos recursos sean insuficientes para enfrentar la larga cuarentena.
Como señala el director de CEDLA, Javier Gómez, “para las y los trabajadores de la economía informal, la reducción de las horas de trabajo impuestas por la pandemia es equivalente a la pérdida del total de ingresos sin alternativas de solventar sus necesidades más elementales”.
Las trabajadoras informales son las más afectadas
Un análisis de la CEPAL indica que, frente a la pandemia y a las medidas de cuarentena, las mujeres se encuentran en circunstancias particularmente vulnerables, por las condiciones laborales de precariedad y por tener una mayor incidencia en el trabajo informal.
Uno de los sectores más sensibles es el de las trabajadoras del hogar. En América Latina, el 11,4% de las mujeres ocupadas se dedica a esta actividad, pero solo el 22% de ellas pertenece sector formal.
“Pocas tienen acceso a la seguridad social, y están más desprotegidas en escenarios de desempleo sostenido. Al no poder trabajar a distancia, los ajustes de los presupuestos de las familias empleadoras aumentan la incertidumbre de su remuneración, sobre todo en el caso ‒frecuente‒ de no contar con un contrato formal”, señala el análisis.
Al respecto, la OIT señala que en las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas en los sectores de economía informal que son más vulnerables a la pandemia.
Después de 70 días de cuarentena (desde el 16 de marzo), muchas personas que hacen parte del sector económico informal se han visto obligadas a salir a las calles para generar recursos de subsistencia, al mismo tiempo ‒y por las mismas condiciones en que lo hacen‒ se ven expuestas al contagio.
Es fundamental reconocer la envergadura de esta problemática que se ha incrementado durante los últimos años y que representa una dimensión estructural de la economía boliviana. Su consideración es fundamental en la implementación de políticas destinadas a mitigar la expansión de la pandemia.
Dimensionar la economía informal
“En Bolivia más de siete de cada diez hombres y similar proporción de mujeres en edades entre los 20-54 años están ocupadas en la economía informal (considerando solamente actividades lícitas)” señala el documento del PNUD.
Casi un 40% de los trabajadores informales hacen parte del estrato de ingresos medio vulnerable, mientras que otro 20% se cataloga como parte del estrato bajo.
Esto significa, según el mismo documento, que se trata de un segmento amplio y frágil al mismo tiempo. Segmento que no ha obtenido todos los derechos sociales en un sentido multidimensional, lo que hace que muchas personas deban optar por insertarse en el mercado laboral sin prestaciones sociales.
Por otro lado, el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) señala que el 55% de la población urbana trabaja en unidades económicas por cuenta propia, mientras que 23% lo hace en micro y pequeñas empresas, las cuales tienen en promedio seis personas ocupadas y operan en “franca competencia con las importaciones legales y el contrabando, permaneciendo en los mercados en un equilibrio precario”.
Según los datos más recientes extraídos del Instituto Nacional de Estadística (INE) ‒correspondientes al año 2017‒, a nivel nacional el 42% de los trabajadores hacen parte del sector “por cuenta propia”, el 18% pertenece a la categoría “trabajador(a) familiar o aprendiz sin remuneración” y el 2% a “empleado(a) del hogar”. Tres sectores que se caracterizan por su informalidad y precariedad.
Por otro lado, como señala CEDLA, cuando se dice que en Bolivia el 20% o 25% de los trabajadores hacen parte de sector formal, esta cifra se compone del 10% de trabajadores que pertenecen a medianas o grandes empresas y del 12% que trabaja en el sector estatal.
Sin embargo, se tiene que tener en cuenta que no todos estos trabajadores “formales” tienen trabajos estables, “precisamente por el peso de la contratación temporal sin derechos que facilita el despido. El 29% de los ocupados en la empresa privada y el 22% de los ocupados en el Estado carecen de estabilidad laboral”.
¿Una cuarentena en condiciones imposibles?
El reconocido sociólogo portugués, Boaventura de Sousa Santos, en una reciente publicación elaborada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, señaló que “la recomendación que hizo la OMS acerca de trabajar en casa y autoaislarse es impracticable, ya que obliga a los trabajadores a elegir entre ganar el pan de cada día o quedarse en casa y pasar hambre”.
Y continúa: “las recomendaciones de la OMS parecen haber sido diseñadas con una clase media en mente, que es una pequeña fracción de la población mundial. ¿Qué significa la cuarentena para los trabajadores que ganan cada día lo que necesitan para vivir ese día? ¿Se arriesgarán a desobedecer a la cuarentena para alimentar a su familia? (…) Morir a causa del virus o morir de hambre, esa es la opción”.
Este es el problema que se está presentando en todo el mundo y que está poniendo presión sobre las cuarentenas que ya no pueden ser sostenidas con rigurosidad, como viene sucediendo en las últimas semanas en Bolivia.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más de 2 mil millones de personas trabajan en la economía informal, de las cuales casi 1.600 millones ‒es decir, el 76%‒ se han visto sensiblemente afectadas por las medidas de confinamiento.
Si bien no se tienen datos específicos de esta problemática en el país, “se estima que el primer mes de la crisis dio lugar a una disminución del 60 por ciento de los ingresos de los trabajadores informales a nivel mundial”, según la OIT.
Situación que es aún más alarmante si se considera que, específicamente en América Latina, la disminución de los ingresos de los trabajadores informales habría llegado a ser del 81%. En otras palabras, se puede estimar que casi cuatro millones de trabajadores en Bolivia habrían visto reducidos sus ingresos en ese porcentaje.
El problema también reside en las condiciones para enfrentar largas cuarentenas. Muchas familias, aparte de no tener garantizados un conjunto de servicios básicos, no cuentan con ambientes habitacionales que permitan gestionar un “distanciamiento social”.
Junto a ello, la mayoría de los trabajadores informales de por sí se encuentran expuestos a varios riesgos sanitarios que deben enfrentar sin protección apropiada y que pueden implicar accidentes y enfermedades de distintos tipos. La Covid-19 se añade a esos riesgos.
Es así que si se enferman, “no tienen garantizado el acceso a cuidados médicos y tampoco cuentan con seguridad de ingresos por enfermedad o compensaciones por lesiones laborales. Y si no tienen acceso al sistema de salud, el virus se propagará ampliamente, con consecuencias fatales”, puntualiza la OIT.
Si bien el gobierno de Bolivia ha implementado un conjunto de bonos de 400 y 500 bolivianos, que se entregarán por única vez a 8,1 millones de personas, es más que probable que estos recursos sean insuficientes para enfrentar la larga cuarentena.
Como señala el director de CEDLA, Javier Gómez, “para las y los trabajadores de la economía informal, la reducción de las horas de trabajo impuestas por la pandemia es equivalente a la pérdida del total de ingresos sin alternativas de solventar sus necesidades más elementales”.
Las trabajadoras informales son las más afectadas
Un análisis de la CEPAL indica que, frente a la pandemia y a las medidas de cuarentena, las mujeres se encuentran en circunstancias particularmente vulnerables, por las condiciones laborales de precariedad y por tener una mayor incidencia en el trabajo informal.
Uno de los sectores más sensibles es el de las trabajadoras del hogar. En América Latina, el 11,4% de las mujeres ocupadas se dedica a esta actividad, pero solo el 22% de ellas pertenece sector formal.
“Pocas tienen acceso a la seguridad social, y están más desprotegidas en escenarios de desempleo sostenido. Al no poder trabajar a distancia, los ajustes de los presupuestos de las familias empleadoras aumentan la incertidumbre de su remuneración, sobre todo en el caso ‒frecuente‒ de no contar con un contrato formal”, señala el análisis.
Al respecto, la OIT señala que en las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas en los sectores de economía informal que son más vulnerables a la pandemia.