Literatura tarijeña hoy: necesidad vital y resistencia cultural
El pasado 23 de abril, tres autores tarijeños se reunieron para celebrar el Día Internacional del Libro y conversar junto al público acerca del oficio y arte de la literatura.



El encuentro sucedió en el centro cultural La Quimba, fue moderado por Luna Eva y registrado por BP Radio Web. Durante más de tres horas, el público pudo conocer de primera mano una perspectiva del estado del arte de la literatura en Tarija, de sus desafíos y posibilidades. Sadid Arancibia Sánchez, Paloma Gutiérrez León y Juan Carlos Arostegui, tres escritores con trayectorias diversas, ofrecieron sus vivencias y maneras de abordar la escritura, revelando sus obsesiones, encuentros y desencuentros con las letras.
El significado de ser escritor
La pregunta sobre qué significa ser escritor en Tarija provocó respuestas que evidencian las tensiones propias de la creación literaria en un contexto regional. Sadid, quien además es artista plástico y teatrero, confesó su reticencia a identificarse como escritor: “Yo todavía no me considero escritor, y esto por el hecho que siento que se necesita mucho más estudio.” Esta honestidad revela el rigor con que asume la práctica literaria, diferenciándola de sus otras facetas artísticas donde sí ha tenido “un proceso de investigación, de educarme en el tema”.
La relación con la escritura aparece en Sadid como una necesidad “de decir las cosas que muchas veces no las puedo decir de otra manera”. Esta urgencia lo llevó a publicar durante la pandemia, cuando sus otros canales artísticos estaban bloqueados. Resulta notable su voluntad de transparentar sus limitaciones técnicas como parte de un posicionamiento democratizador: “Estoy consciente de que tengo un montón de fallas, empezando por la ortografía, y trato de evidenciar en mis libros para que la gente que también tiene esas fallas no lo vea como una limitante”.
Por su parte, Paloma presentó una visión de la escritura como descubrimiento personal y “válvula de escape”. Su acercamiento a la palabra escrita surgió casi accidentalmente: “Me he sorprendido escribiendo algunas ideas a partir de una convocatoria, y me doy cuenta ahora que mi producto ha sido fruto de un equívoco”. Este inicio casual contrasta con la profunda experiencia transformadora que ha vivido, atravesando procesos de creación que resultan “muy movilizadores a nivel existencial”.
Paloma articula su escritura desde la experiencia femenina y la violencia social, inspirada inicialmente por el testimonio de Domitila Barrios de Chungara. La frase “Si me permiten hablar” resuena en ella como una apertura a la posibilidad expresiva: “Me estaba yo permitiendo, porque antes parece que no. Decir, si me permiten hablar, es porque después de eso viene algo que no se sabe cómo se sostiene, qué se hace, qué se habla”.
Juan Carlos, quien se gana la vida escribiendo memoriales, separa claramente su escritura profesional de la literaria. Para él, escribir ficción es dejarse sorprender por el proceso creativo: “Escribir, en mi caso, son las sorpresas que uno mismo se va dando al descubrir cómo ese personaje puede irse constituyendo”. Su método parte habitualmente de eventos reales que ficciona para que los personajes puedan cobrar vida propia: “A veces a uno lo asusta, o uno lo hace llorar y lo pone en situaciones que van configurando un tejido” narrativo.

Temáticas y obsesiones
Las temáticas que abordan estos escritores reflejan sus preocupaciones personales y su conexión con el entorno social. Sadid mencionó la escasez de literatura infantil en Tarija como una de sus motivaciones para escribir, por ejemplo, “Ernestina La Polilla”. En su abordaje multidisciplinario, integra la literatura con la ilustración y el teatro, creando un proyecto artístico completo. Esta convergencia de lenguajes artísticos responde también a una necesidad práctica: “Es difícil vivir con el arte. Entonces trato de llegar con la obra física, la pintura, el libro. Algo se va a vender y así me voy a sostener”.
Paloma, por su parte, ha encontrado en la escritura un vehículo para procesar experiencias traumáticas colectivas. Los feminicidios y la violencia política constituyen sus principales temas: “Ha sido una tabla de salvación para canalizar lo que había ahí”, comentó sobre su escritura inspirada en casos reales de feminicidio. También mencionó su obra sobre los conflictos de Senkata y Sacaba: “El papel ha sido otra vez el lugar donde volcar toda esa experiencia tan compleja en torno a esos conflictos políticos y sociales”.
Juan Carlos develó un proceso creativo marcado por la paciencia y la acumulación: “Tengo muchas cosas esperando. Me lleva años y años, y voy avanzando de a poco en una gran cantidad de cosas que escribo”. Compartió el desarrollo de su obra “La manzana”, donde un personaje evolucionó inesperadamente “porque un amigo me contó de su fracaso de suicidio. Lo incorporo y en función de eso, el personaje es la maduración de un suicida”.
Su relato sobre el cuento inconcluso, “Buscando al esclavo”, ilustra la complejidad de su proceso narrativo, que transita desde una investigación social sobre esclavitud en Caraparí hasta dimensiones metafísicas donde el protagonista se encuentra con un indígena en una cueva dividida por un precipicio. Al abordar los momentos de mayor tensión narrativa, Juan Carlos admitió su dificultad para resolverlo, dejando al público en suspenso: “Esta historia no sé cómo terminarla”.

Identidad, territorio e influencia social en la literatura tarijeña
La relación entre identidad, territorio y creación literaria generó un debate particularmente rico. Sadid señaló una carencia en la literatura regional: “Hay muy poca gente pensando desde Tarija. Viajo muchas veces al interior del país, y veo en La Paz que tienen un estilo, tienen sus autores y hay una cultura que se va narrando dentro de la literatura, y es una cultura propia”. Frente a esta constatación, Sadid busca priorizar voces y experiencias locales con su proyecto editorial: “No interesa el estilo que sea, si quieren futurista, de terror, drama, lo que quieran, pero que hable de lo local, que parta de aquí”.
Su propuesta no se limita al folclorismo superficial, sino que busca una representación auténtica del espacio tarijeño: “Quiero leer un libro donde me describan la calle Cochabamba, por ejemplo, pero que no terminen en otras cosas, hablando con términos mexicanos o estadounidenses”. Desde ese sentido, su obra tiene una conexión clara con la tradición familiar: “Por parte de mi mamá, toda mi familia es del campo de La Hondura. Y por parte de mi papá, todos son del Chaco. Entonces, hay una herencia cultural oral bien fuerte”.
Paloma planteó una visión más problemática: “Yo tengo un conflicto con la cuestión de la identidad y pensar el escribir en las coordenadas del tiempo y el espacio.” Su aproximación cuestiona las concepciones esencialistas de lo tarijeño, pues para ella “la identidad, pues, jamás es cerrada, es un devenir”. Relató cómo con su ensayo titulado “Desde dónde” abordó esas tensiones de la identidad, ofreciendo una posición crítica que apunta a la tara regionalista: “Me parece que hay un chauvinismo muy fuerte en Tarija, el tarijeño, el chapaco de pura cepa”.
Juan Carlos, por otra parte, destacó la importancia del entorno natural en la configuración de una identidad literaria: “Creo que es muy importante el espíritu que nos da el Guadalquivir, las quebradas, todo lo que es el Valle Central. Toda esa configuración de ciudad que tiene sus características, su terruño. El vino también, parece que influye mucho en los poetas”.

Maneras de narrar el mundo
El conversatorio reveló diferentes estrategias para situar la literatura tarijeña en un contexto más amplio. Sadid compartió su búsqueda de formas expresivas propias que, inspiradas en tradiciones locales, puedan dialogar con formatos internacionales: “Los estadounidenses tienen el cómic, que mezcla lo plástico con la literatura. Los orientales tienen el manga, igual con sus particularidades... Culturalmente, todavía estoy craneando y viendo cómo partir de lo local”. Su experimentación con el fanzine representa un intento de desarrollar un lenguaje visual-narrativo basado en elementos culturales autóctonos: “Es como la primera experimentación de cómo tendría que ser un pujllu” literario.
Paloma, a través de su reescritura de obras canónicas de la literatura tarijeña, establece un diálogo entre tradición y contemporaneidad. Su respuesta a “La tragedia del chapaco”, de Óscar Alfaro, ilustra este proceso: “Me ha quedado la pregunta, '¿y qué diablos ha pasado con la Paula?'. Porque la tragedia del chapaco la conocemos todos, pero a la Paula la han mandado al pueblo a trabajar con los patrones”. Su texto “La tragedia de las chapacas” actualiza la obra clásica incorporando problemáticas contemporáneas: “Lo que ha pasado con la Paula es que ha emigrado a la Argentina y ha sido víctima de feminicidio”.
Esta actualización revela las continuidades históricas en las experiencias de opresión: “La cuestión de la tarijeñidad y la tragedia de los chapacos, es la tragedia de los migrantes campesinos en todas partes. Los feminicidios también”.
Juan Carlos aportó una visión más centrada en la transformación del paisaje urbano y natural como tema literario: “Estamos laborando siempre el conservar algunos lugares, como Tariquía, por ejemplo. Después, construir una ciudad que venga de una visión propia. No quisiera que haya aquí un parque industrial”.

La memoria de un pueblo a través de la literatura
El papel de la literatura en la construcción y preservación de la memoria colectiva emergió como un tema fundamental. Sadid mencionó su fanzine político-cultural “Tospiu” como un espacio de registro y crítica del presente: “Es una especie de desquite. Me da rabia alguna huevada que pasa, digamos, la alcaldía ha hecho una cagada, y escribo cosas que suceden en el momento”. Su trabajo recupera también tradiciones narrativas orales: “Los cuentos que están escritos en ‘El Salamanquero’, todos son cuentos que yo escuchaba de niño, de mi abuela”.
Paloma recordó una controversia reveladora: “Me acuerdo de haber visto en Facebook cuando Sadid publicó la presentación de ‘El Salamanquero’ un comentario que decía, ‘¿Qué le pasa a este que dice que es chapaco? Eso es más colla cuando aparece con su sombrero y su poncho. Esas historias jamás han sido chapacas. Está inventando’ (…) Me parecen políticamente potentes estas producciones para discutir otros sentidos comunes que han sido privativos de una clase. Finalmente, los que tienen poder son los que deciden que el chapaco aparece con la camisa bordada como el signo de la chapaquitud”.
Juan Carlos cerró esta reflexión reconociendo el carácter construido de la identidad cultural: “Y son inventos, así es la cultura. Se transforma, la vamos inventando. Pero hay que ver que eso es artificial”. Apuntó a una comprensión dinámica de la identidad regional y los cambios sociales más amplios: “Hay otras manifestaciones culturales. Si bien existe el chapaco como símbolo de lo que es, ahora me parece que hay otras propuestas, otros planteamientos e interpelaciones que probablemente tengan que ver con la reconfiguración de la propia sociedad, que también se nota en lo político”.
El conversatorio demostró que la literatura tarijeña contemporánea se encuentra en un momento de búsqueda y redefinición. Estos tres escritores contribuyen a expandir el imaginario literario regional, incorporando voces, temas y perspectivas tradicionalmente marginadas, mientras dialogan críticamente con la tradición. Con sus obras, registran la memoria y las contradicciones del presente, y participan activamente en la construcción de otras maneras de concebir y narrar la experiencia tarijeña.