René y las faenas de juventud
En los recuerdos de René Subelza perdura una Tarija sin desperdicio.
“Lo que esperas del campesino es que sea macho”, comentó Subelza a Pura Cepa recordando las enseñanzas de su padre. “Aprendes a hacer las faenas duras. Tienes que usar los azadones, hachas, arados. Todo”.
El fin de las labores es ganarle al hambre. “Lo único que tenía que hacer era pillar una gallina y ponerle un poquito de sal en el culo. Eso le hacía sentir que iba a poner un huevo y se iba corriendo. La seguías, y donde entraba había un nido con 10, 15 huevos. Tomas unos cuantos, pelas unas papas, hacías cocer habas, había leche, choclos que traía el burro en costales”. Si las gallinas se perdían un par de semanas, volvían con pollitos.
Antes del D.S.21060, nacía una acequia desde lo que hoy es el Hotel Los Parrales, entraba al barrio El Molino, llegaba hasta la plazuela Sucre, y se iba hacia San Luis. “La gente usaba el agua, podías tomar y sacar pesca, porque llegaba al río”. Subelza recordó a la gaucha, un pez resbaloso de carne tan rica como las churumas, que “ahora son chiquitas. Así eran”, dijo con los brazos abiertos, “enormes”. Subelza esperaba a que la lluvia arrastre el barbasco de los cerros para “emborracharlas”. Entonces se acercaba “con las vacas a los rebalses del río a recoger cuatro o cinco”.
- Lea también: Los cuadros de Subelza.
Su familia llegó a tener muchas cabezas de ganado. “Y claro, para convertir al toro en buey, tienes que cortar las bolas”. Aprendió un método sencillo para “desarmar” al toro con un lazo. “Solito se echa, y ni cuando le estás cortando los huevos patalea”. El corte es otro tema: “Pones braza, calientas la hoz. Haces el corte y sale, uno por uno. Tironeas, sale el conducto, y das vueltas hasta cortar. Con el fierro que está rojo, quemas. Agarras ceniza con sal, así curas. Y lo que se estila cuando has terminado de capar a toditos es hacer un guiso de huevos de toro. Rico”.
A los 8 años, su papá le enseñó a matar chanchos: “Amarrábamos con alambre las patas. Viene un corte aquí, zas, un corte al corazón, y comienza a salir la sangre que se usa para la morcilla. Después hay que alzarlos, corte a la mitad, sacar todo, la grasa. Lo primero es para chicharrón, algunos pedazos de carne, cuero para las k’jaras, y la cabeza queda para hacer queso después. De la carne blanda, se puede hacer butifarra y un montón de cosas”.
Pero no aprendió a la primera. “No le achuntaba, así que le he hecho gritar al pobre cuchi. Una lástima”. En la familia, mataban un chancho cada año. “Mi mamá metía al horno las dos piernas, y las tenía colgadas con tul. Había carne por dos, tres meses. Querías comer, sacabas una rebanada”.
“Todas esas faenas he aprendido a hacer”
René Subelza aprendió bien las faenas. “El hecho de conocer bien a mi papá es porque trabajábamos. No le he exigido nada. Me ponía sus pantalones remendados y así iba al colegio. Los costos de vivir eran sólo trabajar bien y saber cocinar. Ahora me he vuelto vegetariano”.
- Lea también: Subelza pinta un retrato del futuro.