Tocando las nubes
Slackline o cinta floja, una práctica transformadora que une deporte y meditación, y va tomando fuerza en Bolivia gracias a la actividad de grupos como Slackline Cochabamba.



Con fotografías de Romina Feldman, Yesid Bohórquez, Mara Kessler y Rodrigo Solares.
Hace casi 100 años atrás, el equilibrista mexicano Lupe Valencia sorprendió al público cochabambino de la Plaza 14 de septiembre al caminar sobre un cable montado entre la torre de la Catedral y algún balcón de una de los edificios de la calle España. Mirando desde el suelo, seguramente para muchos espectadores ese cable sobre el que caminaba el maromero parecía invisible, como si no necesitase apoyo para moverse, osado, por el aire, como si el excéntrico artista se hubiese propuesto ir a tocar las nubes con sus gestos.

Ahora, Cochabamba sigue siendo escenario de proezas increíbles, aunque ya no sobre cuerdas o cables. Desde hace unos años, la asociación Slackline Cochabamba se dedica a promover el deporte de la cinta floja y aún más, pues entre el 18 y el 21 de febrero, a modo de reunir a la comunidad boliviana de slackline, difundir y promover su práctica tanto a nivel suelo como en altura, y recaudar fondos para ayudar a la familia de un integrante, celebraron el “Carnaval entre cañones”, un encuentro de slackline y escalada realizado en el Parque Eólico Qollpana, donde la comunidad de slackeros de Cochabamba, Santa Cruz y La Paz montaron una highline, o cinta de altura, encima del Cañón de Yana Qaqa. Impresionante, como se ve en la foto de Romina Feldman que hace la portada de esta nota.

En esta entrevista especial de Pura Cepa, conversamos con Carlos Regalsky, Biólogo Ambientalista, y Rodrigo Solares, Ingeniero en Electromecánica y estudiante de Filosofía y Letras. De profesiones dispares, ellos encuentran en la cinta floja esa línea que une cualquier diferencia. A través de la experiencia de estos dos deportistas, conoceremos un poco más sobre el slackline, sus implicaciones en la salud física y mental, su gran capacidad para promover la socialización y el autoconocimiento, y su estatus como deporte en Latinoamérica y el mundo.
Pura Cepa (PC). ¿Cuándo se conformó Slackline Cochabamba?
Rodrigo Solares (RS). En Cochabamba, practicamos desde hace más de 10 años, de manera esporádica y sin formar una comunidad grande, más una cosa de amigos cercanos. Hace cuatro años, logramos formar una comunidad de practicantes y gente que se interesó en el deporte al vernos los domingos en el parque con nuestras cintas. Actualmente, cerca de 15 personas practican más o menos regularmente. Como decimos, practicamos por el placer de hacerlo. Para nosotros es un juego, y no existe un objetivo que alcanzar. Simplemente, subirse a la cinta y balancearse, disfrutarlo y disfrutar de la compañía.
“Para nosotros es un juego, y no existe un objetivo que alcanzar. Simplemente, subirse a la cinta y balancearse, disfrutarlo y disfrutar de la compañía”
PC. ¿Cómo es la práctica en el resto de Bolivia y el mundo?
Carlos Regalsky (CR). En Bolivia, el slackline empezó a despegar hace poco más de un año, y en ese tiempo se formó una comunidad con personas en La Paz (La Cordillera Experience Peñas) y Santa Cruz (Bonobo Slackline Santa Cruz). Juntos iniciamos una primera asociación a nivel Bolivia que actualmente es reconocida por la Asociación Internacional de Slackline (ISA) como miembro pasivo. En Latinoamérica, en general se viene desarrollando más tiempo y de forma masiva. A nivel global, y a pesar que el slackline se practica por décadas, recién el año pasado Suiza se convirtió en el primer país en reconocer al slackline y highline como deportes oficiales.

PC. En todo este tiempo, ¿cómo ha crecido el grupo de Cochabamba?
RS. Un hito muy importante fue instalar la primera highline de la que se conozca en Bolivia, por lo menos, a finales del 2021. Después de muchos años soñando con montar una cinta en la altura, logramos hacerlo con el apoyo de nuestra amiga italiana Miriam (Campoleoni), quien mueve el slackline en Peñas, La Paz, y que nos ayudó con su equipo para montar la primera ruta bautizada como “La Chichita”.

CR. A partir de ese momento, empezamos a crecer. Logramos comprar nuestro propio equipo de altura, coorganizamos el primer encuentro a nivel nacional en Peñas, La Paz, luego en El Torno, Santa Cruz, y también nos tocó hacerlo en Cochabamba, en los encuentros de Tiquipaya y Qollpana, donde se instalaron varias highline con la ayuda de la comunidad de escalada en roca.
PC. ¿Qué se necesita física, mental y materialmente para empezar a practicar slackline?
CR. No es necesario un tipo especial de entrenamiento físico, basta con poder caminar en una línea recta y controlar la respiración. El verdadero trabajo es mental, mantener la atención y concentración, no desesperarse, distenderse al mismo tiempo que te mantienes estable, dirigir desde el abandono. Se encuentra equipo nuevo para iniciantes desde los 300 bolivianos, pero trayéndolo desde Argentina, Estados Unidos o Europa. En Bolivia, se puede comprar equipo de segunda mano, o mejor, contactar a personas que ya tengan y se reúnan en un parque para compartir.
“Todos se apoyan y alientan para lograr ese primer paso y vencer ese miedo a subirse en la altura. Somos una familia cuando practicamos juntos”
PC. En relación a otros deportes o juegos, ¿qué beneficios ofrece el slackline?
RS. El slackline es único en su tipo, porque tiene un componente meditativo. Para poder balancearse sobre la cinta, es muy importante mantener la mente en calma y no distraerla ni agitarla con pensamientos molestos. Por eso, el slackline tiene grandes beneficios psicológicos. Puede decirse que es una práctica espiritual, porque centra la concentración y requiere de un “dejarse ir” para fluir con el movimiento innato en cada uno. El pensamiento, la mente, no pueden lograr nada sobre la cinta. Uno debe dejarse llevar por lo que su cuerpo ya sabe hacer, prestar atención a la respiración y darse cuenta que ella conecta el interior con el exterior. Una vez que te das cuenta que no eres esclavo de tu mente, de alguna forma llegas a liberarte. También tiene grandes beneficios físicos. Desarrolla mucho la propiocepción, moviliza y ejercita muchos músculos de maneras no repetitivas, y aporta mucho al cuidado y recuperación de las articulaciones, especialmente de los tobillos, las rodillas y la cadera. Además, cuando es practicado en comunidad, hay un componente social muy grande. Todos se apoyan y alientan para lograr ese primer paso y vencer ese miedo a subirse en la altura. Somos una familia cuando practicamos juntos.

PC. ¿Cuáles son los riesgos de la práctica y cómo se pueden evitar?
RS. En el parque, a nivel del suelo, realmente no existen riesgos más que caídas aparatosas que ocasionalmente causan lesiones. Esto puede evitarse si se empieza practicando con alguien que sabe y con una cinta corta montada a una baja altura. Los problemas ocurren cuando falta experiencia o cuando, por falta de atención, se realizan movimientos en falso o se instala incorrectamente la cinta. Los accidentes en la altura se deben casi únicamente a fallas humanas, no del equipo. Hecho con cuidado y adecuadamente, practicar en la altura es hasta más seguro que hacerlo en el parque.
CR. Es muy conveniente estar acompañado con alguien experimentado, que conoce el equipo necesario y puede comprobar su buen estado, montarlo adecuadamente, hacer los anclajes y nudos, y dar consejos para progresar de manera más fluida. Sobre todo, hay que saber que nuestra seguridad depende de nosotros mismos. Es imprescindible estar dispuesto a darle toda la atención a la actividad que se realiza, silenciar la mente y conectar con el cuerpo, pues sabe ya qué hacer, solo debemos permitírselo. Es nuestra mente que juega en contra, convenciéndonos de que no es posible. El desafío es acallar esos pensamientos y confiar en uno mismo.

PC. ¿Cuáles han sido los momentos más difíciles de aprendizaje y cómo los han superado?
CR. Algo con lo que algunas personas deben lidiar es la frustración y la impaciencia. Algunas personas son casi innatas, y en su primera tarde ya están dando sus primeros pasos. Otras personas necesitan trabajar más en su paciencia y en su perseverancia. Deben entender que las cosas a veces toman tiempo y dedicación.
RS. Y ante la pregunta “¿cómo lo haces?”, simplemente decimos “practicando”. No existen secretos. Se trata solamente de subirse a la cinta, caerse y subirse de nuevo. Sobre la altura, existe el desafío del miedo. La mente enciende todas las alarmas cuando te subes al vacío sobre una pulgada de cinta. “¡El cuerpo no debería estar ahí!”, grita la mente. Pero lo mejor que puede uno hacer es recordar que el equipo es seguro, que todo estará bien y que el mejor aliado para calmar la exageración de la mente es la respiración.
PC. ¿Cómo es la recepción de las personas que los miran practicar?
RS. Lamentablemente, a veces tenemos algunos problemas cuando practicamos slackline en el parque. Algunas personas piensan que hacemos daño a los árboles con nuestras cintas, pero no es verdad, porque escogemos árboles suficientemente adultos, protegemos la corteza con fundas protectoras, y las tensiones sobre el árbol no son elevadas. ¡Algunas personas incluso nos hicieron problemas por pisar el pasto! ¿Para qué son entonces los parques si no es para desenvolvernos al aire libre, mover nuestros cuerpos y aprovechar el espacio? Pero lo más lamentable es la discriminación. En Bolivia existe un gran estigma hacia las artes circenses, entre las cuales más o menos está el slackline. Muchas personas, al ver un grupo de personas adultas divirtiéndose con juguetes, jugando sobre una cinta, o haciendo acrobacias con su propio cuerpo, hacen comentarios totalmente infundados y nos acusan de ser malentretenidos, vagos, borrachos y drogadictos. Obviamente, no es el caso de todas las personas. Algunas ven que estamos practicando un deporte, y se acercan a preguntar y desafiarse a salir de su zona de confort.

PC. ¿Cómo empezaron ustedes con el slackline?
CR. Las primeras veces fueron hace casi veinte años con mi hermano mayor, usando cintas de camión en árboles de parques y plazas. Desde entonces, dejé de practicarlo casi totalmente, y hace 3 años que he retomado la práctica con regularidad.
RS. Yo me subí por primera vez, fracasadamente, en 2016. Luego, mi hermano se compró una cinta y empezó a practicar. Empecé poco a poco, sin mucho interés. Pero en julio de 2017, el slackline me poseyó y practicaba casi cinco veces por semana, de 3 a 5 horas al día. Era adicto, y el slackline me ayudaba mucho a relajarme, trabajar y reflexionar en mí mismo.
“Me animaría a decir que me dio una confianza y seguridad que antes no tenía”
PC. ¿Qué significado tiene ahora?
CR. Para mí es una meditación, una forma de deconstruir, un nuevo desafío siempre, pero también un aire conocido.
RS. Me animaría a decir que me dio una confianza y seguridad que antes no tenía. Incluso diría que me “despertó” espiritualmente y me hizo dar cuenta de las cosas que valen la pena en la vida.