Agenda geoestratégica mundial
Ucrania y el nuevo no alineamiento internacional
La rivalidad entre Estados Unidos y China –creciente socio comercial e inversionista en numerosas naciones en desarrollo- favorece el distanciamiento mostrado por países del ahora llamado Sur Global ante el conflicto en Ucrania, prioridad para todo Occidente.



Numerosos países del Sur en desarrollo toman distancia de los contendientes en la guerra de Ucrania, emplean el debate sobre el conflicto para subrayar su independencia y abren camino a una suerte de nuevo no alineamiento de facto ante los principales ejes de poder mundial.
Reuniones y votaciones sobre el conflicto en las Naciones Unidas y otros escenarios, búsquedas de respaldos o de neutralidad, y negociaciones para amortiguar los impactos de la crisis económica acentuada por la guerra, son los espacios donde se desenvuelve el proceso de nuevo alineamiento, según analistas consultados por IPS.
Una vez que las fuerzas rusas iniciaron la invasión a Ucrania el 24 de febrero, Estados Unidos “activó y consolidó la alianza transatlántica con Europa para encarar a Moscú, y busca sumar aliados en Asia, pero la situación allí es más complicada”, señaló el experto argentino en negociación y geopolítica, Andrés Serbin, desde Buenos Aires.
Serbin, autor de obras como “Eurasia y América Latina en un mundo multipolar” y quien preside la académica Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, estima que numerosos países de Asia no quieren ningún alineamiento que comprometa su relación con la potencia en ese continente, China.
La rivalidad entre Estados Unidos y China –creciente socio comercial e inversionista en numerosas naciones en desarrollo- favorece el distanciamiento mostrado por países del ahora llamado Sur Global ante el conflicto en Ucrania, prioridad para todo Occidente.
Doris Ramírez, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Javeriana de Colombia, sostiene que “ahora los países están mejor preparados para tomar posición y votar en los foros internacionales de acuerdo a sus intereses y no según alineamientos ideológicos”.
“Casos emblemáticos son India, que no va a romper sus excelentes relaciones con Rusia, su proveedor de armas desde hace décadas, o Arabia Saudita, ahora más interesada en su relación con China a medida que Estados Unidos se retira del Medio Oriente”, observó Ramírez desde Bogotá.
La lucha entre naciones alineadas ideológicamente –con Estados Unidos y la entonces Unión Soviética como referentes- condujo en 1961 a la creación del Movimiento de Países No Alineados (Noal), que buscó la equidistancia entre los bloques dominantes al tiempo que promovía la descolonización y los intereses económicos del Sur.
Sus promotores fueron descollantes líderes del entonces llamado Tercer Mundo: Jawaharlal Nehru de India, Ahmed Sukarno de Indonesia, Gamal Abdel Nasser de Egipto, Josip Broz “Tito” de Yugoslavia y Kwame Nkrumah de Ghana.
Al paso de los años el Movimiento se amplió hasta 120 miembros, con Estados claramente alineados en alguno de los bloques y, aunque aún subsiste formalmente, su presencia y pertinencia decayeron no solo al desaparecer sus impulsores, sino al dejar de existir como tal el campo socialista tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la extinción de la Unión Soviética.
La ONU, pizarra del “desalineamiento”
La invasión de Ucrania llegó raudo a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de 193 Estados miembros, que discutió y aprobó el 2 de marzo una resolución de condena a la invasión de fuerzas rusas y exigió el retiro inmediato de esas tropas, reiterando el principio de respeto a la soberanía e integridad territorial de todos los países.
Al cabo de 117 discursos, la votación –a favor, en contra, abstenciones y ausencias-, reflejada en la pizarra de la sede de la ONU, se convirtió en una primera fotografía del “desalineamiento” o decisión de numerosos países del Sur de no suscribir las posiciones de Moscú o de sus rivales de Occidente, encabezados por Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
La resolución recogió 141 votos a favor, cinco en contra (Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea, Rusia y Siria), 35 abstenciones y 12 inasistencias.
“Es difícil que un país pueda apoyar una invasión, no se puede encontrar dentro de la ONU o del derecho internacional una fórmula que la justifique”, observó el exembajador venezolano Oscar Hernández Bernalette, quien ha sido profesor en las universidades de El Cairo, en Egipto, y la Central de Venezuela.
Por ello, “para no seguir en la órbita de Moscú o Bruselas o Washington, la abstención de votar es una salida para mostrar que se mantiene la neutralidad”, indicó Hernández Bernalette.
De los 35 que se abstuvieron, 25 eran países de África, cuatro de América Latina (Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua; Venezuela no pudo votar por insolvente) y 14 de Asia, entre ellos países de gran presencia mundial como China, India, Pakistán e Irán, y antiguas repúblicas soviéticas o socialistas, como Laos, Mongolia y Vietnam.
Una segunda resolución se discutió y aprobó en la Asamblea el 24 de marzo, para exigir a Rusia, por razones humanitarias ante la pérdida de vidas civiles y destrucción de la infraestructura, el cese de las hostilidades.
La votación prácticamente se repitió, con 140 votos a favor, los mismos cinco en contra, y 38 abstenciones al sumarse las de Brunei, Guinea-Bissau y Uzbekistán.
Una tercera confrontación se produjo el 7 de abril, para decidir la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de 47 Estados escogidos por la Asamblea General y que se reúne varias veces al año en la ciudad suiza de Ginebra.
Los críticos de Moscú reunieron entonces en la Asamblea 93 votos, pero hubo 24 en contra y 58 abstenciones, evidencia de independencia y crítica al andamiaje de las alianzas e instituciones que guían las relaciones internacionales.
Esta vez votaron en contra de la propuesta países que antes se abstuvieron, como los vecinos de Rusia en Asia central, Argelia, Bolivia, China, Cuba o Irán, y se abstuvieron muchos de quienes antes apoyaron, como Arabia Saudita, Barbados, Brasil, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, México, Nigeria, Senegal o Tailandia.
Agruparse, pero de otro modo
Los foros y las negociaciones bilaterales y grupales se van colocando sobre nuevos rieles a medida que se prolonga el conflicto en Ucrania, con nuevas propuestas de entendimientos y alianzas, y también nuevos temores.
El impacto de la guerra en los mercados energéticos –también de alimentos y finanzas- fue inmediato y abre espacios a nuevos realineamientos. Así, Estados Unidos, mientras ve subir el precio del combustible en sus gasolineras, salió en busca de más suministros petroleros desde el Medio Oriente hasta Venezuela.
Washington condujo dos significativas cumbres en las últimas semanas: una en Yakarta, con 10 miembros de la Asociación de Estados del Sureste Asiático (Asean), dispuestos a sostener esa relación pero manteniendo los nexos tejidos con China, y otra en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, la novena Cumbre de las Américas.
Esa cita trienal sirvió para que gobiernos del hemisferio exhibiesen su talante independiente y refractario a un alineamiento automático con Washington. Junto a los tres no invitados (Cuba, Nicaragua y Venezuela), los mandatarios de otros siete países decidieron no asistir, en desacuerdo con la exclusión de sus vecinos.
Ese desaire marcó la Cumbre, en la que a duras penas Washington pudo arrancar un acuerdo sobre migración, subsumiéndose otros temas, mientras los latinoamericanos, aún sin un frente único, desarrollan sus relaciones con rivales como Rusia y China.
En el Caribe, en Asia y sobre todo en África, tampoco llega con efectividad la vieja relación entre metrópolis como Francia y Reino Unido –que confrontan a Moscú, como socios de la alianza atlántica- y los países que fueron sus colonias.
“El mundo ya no funciona de esa manera. Para muchos países africanos o asiáticos, la relación con nuevos actores económicos como China es mucho más importante, además de los nexos, incluso militares, con Rusia”, destaca Hernández Bernalette.
Sin embargo, las piezas sueltas en el andamiaje internacional también dan pie a temores y problemas que afectan seriamente al Sur, como la eventualidad de que escale el conflicto entre China y Taiwán, o el desabastecimiento de cereales producto de la guerra en Ucrania y que afecta a importadores pobres de África y Asia.
Serbin considera que para los países del Sur, y en particular para los de América Latina, el conflicto “ofrece oportunidades, incluso para la colocación de exportaciones de productos energéticos o alimentos, a condición de sostener los acuerdos y equilibrios necesarios ante las potencias rivales”.
“Pero si la confrontación escala y se extiende más allá de Europa, será difícil sostener el no alineamiento. Nuestros países deberán aprender entonces a navegar en aguas turbulentas”, concluyó.
La guerra en Ucrania puede provocar más hambre en el mundo
¿Cuál es el impacto de la guerra en Ucrania sobre los suministros alimentarios y el precio de los alimentos? Lo primero que hay que tener en cuenta es que la invasión rusa de Ucrania no solo está provocando una tragedia humanitaria de gran magnitud junto a violaciones graves del derecho internacional, sino que además puede generar una crisis alimentaria global de igual o peores efectos que la que se produjo entre los años 2007 y 2008 debido al aumento de los precios de los alimentos básicos (como los cereales) en los mercados.
En este sentido, hay que recordar que a nivel mundial, Rusia y Ucrania desempeñan un papel clave en la producción mundial de cebada, trigo, maíz y aceite de girasol.
Por ejemplo, más de 40 % de las importaciones de trigo en África provienen de Ucrania y Rusia. Sin embargo, la producción de cereales en Ucrania está siendo perjudicada por los efectos del conflicto armado.
La producción ucraniana en el marco del suministro de trigo y otros cereales no será fácilmente reemplazable a corto plazo. De hecho, está provocando que se estén produciendo especulaciones excesivas en el precio de los alimentos en la Bolsa de Chicago por parte de los fondos de inversión.
Según la Organización de Naciones Unidas, la guerra en Ucrania puede provocar que aumente en 13 millones más el número de personas que actualmente padecen hambre en el mundo (en torno a 800 millones se encuentran en situación de inseguridad alimentaria).
Además de eso, otro de los problemas que se aprecia es la interrupción del comercio de fertilizantes utilizados para la producción de alimentos. Rusia y Bielorrusia exportan gran cantidad de fertilizantes (a base de nitrógeno potásico) a muchos países de Europa y de Asia.
Las sanciones económicas impuestas a productos rusos por la invasión de Ucrania están ocasionando una disrupción en el comercio de estos insumos agrícolas. A su vez, podemos ver cómo también existe una interrupción en las cadenas de suministro y en el transporte de materias primas alimentarias.
Importantes flujos comerciales de cereales y semillas oleaginosas procedentes del Mar Negro prácticamente se han interrumpido a consecuencia del bloqueo por el conflicto. Asimismo, los cereales son el principal alimento que utiliza el sector ganadero para alimentar al ganado y, cuando estos escasean o suben de precio, obviamente también aumenta el precio de la carne.
El precio del trigo ya se ha encarecido
En este sentido, según el índice de precios de los alimentos elaborado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el trigo se ha encarecido 50 % en las últimas semanas hasta alcanzar los niveles más altos en 14 años. A lo que se suma también el aumento del precio de los fertilizantes y de la energía.
Todos estos factores tienden a aumentar los costes de producción para los agricultores y los transportistas de alimentos. Si cuesta más caro producir y transportar alimentos, obviamente el precio de venta de los alimentos va a aumentar para los consumidores y ello es especialmente perjudicial para las personas de bajos ingresos.
Finalmente, esta cuestión también repercute en la dieta y en la salud de los consumidores, ya que cuando sube el precio de los alimentos, los hogares tienden a comprar menos frutas y hortalizas y se decantan por alimentos más baratos que suelen ser alimentos con alta densidad calórica y pobres en nutrientes para la salud (vitaminas, minerales, etc.).
También se verán afectados los estados que son importadores de alimentos (especialmente de cereales). Muchos estados de África, Medio Oriente y de los Balcanes occidentales (que importan gran parte de sus alimentos y en particular el trigo) van a ver un aumento de la factura de sus importaciones.
Por ejemplo, estados importadores de cereales como Líbano, Egipto, Túnez o Yemen ya se ven gravemente afectados y esto hace que puedan aumentar las tensiones, el malestar social o la inestabilidad en dichos Estados.
Igualmente, los países que dependen de la importación de los fertilizantes para una significativa parte de su producción agrícola también se enfrentan a costes cada vez mayores para adquirir estos insumos importados, lo que supone una grave amenaza para la producción de sus alimentos para las próximas cosechas.