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Vida en familia

Once ejercicios sencillos para que tus hijos toleren mejor la frustración

Para que las criaturas no se conviertan en adultos infelices e insatisfechos es fundamental hablarles de la frustración. La autoestima, el aprendizaje y la salud mental beben del miedo a caerse, errar o quedar los terceros

Reportajes
  • Rocío Niebla para Mamás y Papás de El País
  • 09/04/2022 02:59
Once ejercicios sencillos para que tus  hijos toleren mejor la frustración
Los hermanos pueden ser elemento de competencia y frustración
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El señor Mapache está empeñado en ser siempre el primero del bosque. Destaca por recolectar avellanas o corre como el más veloz. Hasta que un día no consigue serlo y eso no le gusta nada: ha llegado un zorro que le ha destronado en velocidad y agilidad. Los animales proponen hacer un día de excursión subiendo la montaña y Mapache, como sabe que ahora ya no será el primero en llegar, decide no ir. Pero se encuentra al señor pato llorando junto al río. Le consuela, se hacen amigos y deciden ir subiendo poco a poco: no para ser el más rápido, sino para ir en busca de sus amigos. El señor Mapache se da cuenta de que competir y ganar no siempre es lo mejor. Este cuento de Susanna Isern y Leire Salaberria, llamado Mapache quiere ser el primero (NubeOcho, 2015) es un buen relato para niños y niñas sobre la frustración.

Para que las criaturas no se conviertan en adultos infelices e insatisfechos es fundamental hablarles sobre el hecho de perder. La autoestima, el aprendizaje y la salud mental beben del miedo a caerse, errar o quedar los terceros. La maestra Míriam Campoy de la Escola Polinyà dice que si les hablamos a los niños en términos de ganar o perder, “estamos quitando el foco de lo importante, que sería cómo se lo han pasado mientras jugaban o qué hemos aprendido en el proceso”. Es oportuno que a nuestros mapaches les hagamos saber que perder o no obtener lo que uno desea no tiene por qué ser un signo de fracaso y “que en la mayoría de ocasiones no pasa nada por perder, y puede que en otro momento sí se consiga”, añade.

Para la profesora de Primaria y Secundaria Patricia Collado, cuando los menores se bloquean, muy común en los momentos de frustración, los adultos tenemos que hablarles “desde la calma, el acompañamiento, el respeto, el amor y la firmeza”. Y propone que, cuando pierden y se enfadan, “podemos invitarles a que se vaya a un lugar que les transmita tranquilidad y paz”. No un rincón de pensar al uso, “sino un sitio en el que se encuentren bien y les apetezca estar cuando algo les ha ocurrido”. “Enseñarles a respirar hondo para apagar el volcán que se les ha encendido en el interior y en las manos, darles una pelota relajante o un peluche al que abrazar”, continúa. Según la experta, canalizar la ira, el enfado y los impulsos es un proceso necesario.

Trabajar la frustración desde la infancia ayuda a superar miedos y obstáculos con más facilidad, así lo considera la maestra Campoy: “Favorece la flexibilidad, la adaptación a múltiples situaciones y la estabilidad emocional, puesto que nos prepara para encajar la adversidad”. Para Patricia Collado, la rabia, la decepción, la ira se disparan por la subida de adrenalina y afirma que como madres “no queda otra que acompañarles, dejar que la frustración se pase de manera natural, sin reproches, sin gritos, sin pérdidas de paciencia y, por supuesto, sin pegar a un niño o a una niña, que esto último nunca está justificado”.

Campoy añade que el juego es la mejor herramienta de aprendizaje. Así que recomienda que las madres y los padres les dediquemos tiempo de calidad, y con el móvil apagado y la escucha activa disfrutemos de juegos de mesa. En clase y en casa, “hay que dejar que la expresen, que la transiten, pero poniendo límites. No hay que aceptar enfados desmesurados ni agresividad”, afirma. Y aconseja el deporte al aire libre entre hermanos o familiares: “También les puede ayudar a canalizar emociones, así como a trabajar los niveles de frustración”.

Mª Consolación Vicente Martín es orientadora del equipo de atención temprana de Getafe y cree que para enfrentarnos al mal perder, tenemos que educar en valores y en el respeto hacia los demás. Esta educadora señala unos puntos importantes que como madres y padres podemos seguir cuando las criaturas pierden y se enfadan:

·       No mostrar ansiedad y evitar con nuestro nerviosismo agudizar la crisis.

·       No responder ante la frustración y esperar a que se les pase.

·       No tratar de controlar la frustración gritando, pegando u obligando al niño de cualquier otra manera brusca a que cambie de actitud.

·       Lo mejor es dejar que la frustración pase de forma natural, pensando que si una conducta no es reforzada tiende a extinguirse.

“Lo peor que podemos hacer ante una frustración es acceder a la solicitud que la ha provocado; es decir, un niño no puede nunca salirse con la suya utilizando este método. En caso contrario, aprenderá a usarla cada vez que quiera algo con mecanismos más sofisticados para expresar su ira. El niño debe saber que si quiere algo debe expresarse con serenidad, negociando las cosas relajadamente, pidiendo las cosas con corrección y aceptando de buena gana una negativa por parte de sus padres”, explica Vicente Martín. La experta propone varios ejercicios para educar en la tranquilidad y la tolerancia a perder.

Once ejercicios sencillos para que tus hijos toleren mejor la frustración

1.     Enseñarle a controlarse. Es importante que el niño ponga nombre a la sensación que le invade. Que si está enfadado sepa que lo siente se llama “tal”. Podemos emplear la palabra “calma” o “stop” cuando esté intranquilo, y decirlo mientras físicamente le obligamos a parar. En ocasiones una simple palabra, con trabajo previo, consigue bajar revoluciones.

2.     Técnicas de relajación. Si le enseñamos a respirar siendo consciente de los dos pasos: inhalar y expirar, los pequeños pueden conseguir concentrarse en ambos movimientos y calmarse poco a poco. Algunas técnicas del yoga, son válidas y muy recomendables para las criaturas.

3.     Ignorar la frustración. Podemos acompañarles en los momentos en los que se frustran pero, sin darlos alas ni hacer de lo pequeño algo grande. Interesa que el momento pase, más que ahondar en esa emoción poco constructiva.

4.     Mantener la calma. Si nos ven excitados o nerviosos, es poco probable que consigan serenarse. Aprenden y actúan por mímesis. Si estamos tranquilos y hablamos con asertividad, la tormenta pasa.

5.     Mantenerse firmes. Es esencial permanecer en una idea y seguirla sin titubeos. Si cambiamos las normas, los pareceres y los límites no quedan claros, es fácil y comprensible que se pierdan. Hablar con la pareja para ambos remar en la misma dirección es importante.

6.     Alabar al niño cuando hace las cosas bien. Tanto con palabras como con gestos.

7.     Dar ejemplo. Nunca podemos olvidar que los padres somos referentes y modelos a seguir de nuestros hijos.

8.     Hacer ver que es relevante aprender de la derrota para mejorar. No siempre se gana, no siempre nos podemos “salirnos con la nuestra”. En ocasiones es suerte, en otras trabajo, en otras es multifactorial. Podemos trabajar con la idea de que, en el segundo intento, ya tenemos medio camino hecho porque sabemos en qué consiste.

9.     Señalar la emoción cuando se produzca. Aprovechemos, por ejemplo, cuando en una película o un cuento infantil aparezca un personaje sintiéndose frustrado para señalar dicha emoción.

10.  Enseñar a los niños qué es el esfuerzo. El esfuerzo, la perseverancia y el trabajo duro son algunos de los valores que debemos transmitir para que aprendan a manejar la frustración.

11.  Proponer normas y límites. Aunque decir que “no” sea complicado, los padres debemos hacerlo, ya que adquiere un aprendizaje muy relevante para los niños, que no siempre podemos conseguir todo lo que queremos. Hay que intentar decirlo de forma positiva, no se trata de decir a todo que no, sino que hay que ofrecer al niño alternativas. Es esencial consensuar normas con nuestros hijos acordes a su edad.

 

 

Cómo gestionar la competitividad entre hermanos

Cuando un niño es pequeño cualquier cosa puede ser motivo de competición con sus hermanos. Desde quién es más rápido corriendo, quién dibuja o canta mejor, quién se come antes un trozo de tarta o quién quiere más a papá y a mamá. La rivalidad es tan frecuente como natural entre los pequeños, sin embargo, si no les enseñamos a gestionarla correctamente a la larga puede derivar en problemas que afectarán tanto a su relación fraternal como a la autoestima.

Por regla general, la competitividad entre hermanos está directamente relacionada con los celos y se origina en la mayoría de los casos por la sensación que tienen los niños de tener que ‘luchar’ - por expresarlo de alguna manera- por el amor y las atenciones de sus progenitores. Es por tanto, responsabilidad de los padres hacerles notar que les queremos y valoramos por igual, fomentar la empatía entre ellos y hacerles entender que las competiciones no tienen sentido. Pero, ¿cómo manejar la competitividad cuando ésta se instala en el seno familiar? Los especialistas en pedagogía terapéutica recomiendan seguir estas pautas:

- Entender que cada hijo es distinto y que no podemos pedirles ni esperar lo mismo de todos.

- Respetar las necesidades específicas de cada hijo. Tratarles igual no siempre funciona. En vez de intentar que todos hagan lo mismo y destaquen por igual es mucho mejor fomentar los intereses individuales de cada uno.

- Fomentar la cooperación y nunca la rivalidad. En casa es importante que se sientan parte de un equipo, una pieza fundamental de un engranaje en el que todos colaboran para el buen funcionamiento de la vida familiar.

- No compararles. A la hora de elogiar a los hijos funciona muchísimo mejor describir lo que ha hecho bien o el logro que ha alcanzado que compararlo con la forma en la que sus hermanos hacen lo mismo.

- Pasar un rato con cada uno. Nada mejor para fomentar su autoestima que pasar ratos a solas con cada hijo. De esta manera podemos realizar actividades exclusivas que reflejen los intereses particulares del niño, animarle a que sea él mismo quien elija lo que quiere hacer.

- No fomentar un ambiente donde hay que demostrar quién sabe más o hace más. Mas que inculcarles que todos deben llegar a la misma meta es mejor que reconozcan que cada persona tiene las suyas propias y puede alcanzarlas.

- No provocarles frustración. En general son los propios adultos los que sitúan el listón muy alto.

- Establecer reglas básicas de comportamiento entre los niños que eviten los enfrentamientos como por ejemplo no criticarse ni corregirse los unos a los otros.

 

El ABC de las rabietas: los terribles dos años

 

¿Qué pasa a los dos años?

Nuestro bebé ha alcanzado sus dos primeros añitos y con ellos, se da cuenta rápidamente de que puede manejar la frustración a su antojo, demostrar su enfado e insistir en conseguir lo que quiere con facilidad. Es por ello que los padres de los niños de 2 años nos preguntamos constantemente cómo gestionar los berrinches de nuestros hijos.

¿Cómo funciona la rabieta?

A los dos años los niños empiezan a emitir algunas palabras, pero su forma de comunicarse sigue siendo el llanto o la pataleta, que es como se expresan. Es una etapa de grandes cambios intelectuales, sociales y afectivos. Lo fundamental es anticiparnos, por ejemplo, a sus necesidades de hambre, frío o sueño. El hecho de no saber expresarlo puede desencadenar la tormenta.

¿Cómo pasar la tormenta?

Si los niños detectan que sus rabietas fuera de casa tienen un efecto distinto en nuestro comportamiento no podrán predecir nuestra actuación y se sentirán inseguros. Debemos guiarles con coherencia en esta etapa de su desarrollo empleando los ingredientes adecuados (amor, respeto, empatía y mucha paciencia). Debemos mostrarnos tranquilos en todo momento, no importa si estamos solos con él o en grupo.

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