No solo se trata de otorgar bonos, sino de apuntalar la producción nacional
Urge apoyo a la producción de alimentos para consumo interno
Ante la crisis, la política fiscal está haciendo poco por apuntalar la producción nacional, uno de los sectores más descuidados es el que tiene que ver con la producción de alimentos para el consumo interno



En los últimos días se conoció que la Asamblea Legislativa y el Gobierno preparan la entrega de un nuevo bono, denominado: “Bono Contra el Hambre”. A través del mismo se entregarán Bs. 1.000 a todos los bolivianos que no reciben ningún tipo de salario, personas con discapacidad y a madres que reciben el bono Juana Azurduy. Una política que responde a la creciente crisis económica.
Sin embargo, este tipo de políticas no solo deben apuntalar la capacidad de consumo ‒principalmente de alimentos‒, sino que también deberían incentivar la producción nacional y el resguardo de empleos. Convirtiéndose en mecanismo que amortigüe lo más posible la crisis económica. Caso contrario, estos recursos ‒que provienen principalmente de préstamos internacionales‒ dejarán el país sin aportar al ya golpeado aparato productivo.
“Mientras la producción nacional ‒de alimentos básicos‒ se estanca […], las importaciones aumentan significativamente”, Julio Prudencio
Uno de los sectores que debería recibir atención prioritaria en este sentido es el de alimentos. Bolivia aumentó en los últimos años su dependencia a productos alimenticios importados, tanto agrarios como manufacturados. La actual crisis debería convertirse en motivo para la implementación de políticas que fomenten la producción nacional de alimentos en todo nivel.
La dependencia alimentaria del país en aumento
Según información del Instituto Nacional de Estadística (INE), el año 2010 Bolivia importaba un valor de 370 millones de dólares en alimentos, para el año 2014 esa cifra prácticamente se duplicó, alcanzando los $US 700 millones y para el año 2018 disminuyó levemente, hasta llegar a los 655 millones de dólares.
Por otro lado, según los datos de un informe de la Fundación Tierra, el volumen de importación de alimentos en 2010 alcanzaba casi 152 mil toneladas métricas (TM), mientras que para 2018 ese volumen alcanzó las 219 mil TM. “Esto sin considerar las internaciones por contrabando que, según diversos estudios del INE no publicados, representan hasta un tercio de las importaciones legales”.
Según este informe, además, la importación de alimentos se concentra en cuatro grupos: los cereales; los alimentos preparados como comestibles; las legumbres y frutas, y el grupo de café, té y especies.
Se importa mucho más, se produce casi lo mismo
Volumen de importación de papa por año (fuente: Fundación Tierra).
Un elemento que debe considerarse como criterio para caracterizar la situación de dependencia, es la relación que existe entre el incremento pronunciado de la importación de alimentos respecto al incremento casi nulo de la producción de los mismos en el país. Hay muchos ejemplos al respecto.
Uno de ellos es el de la papa, tubérculo fundamental en la dieta alimentaria del país. Según una investigación del economista Julio Prudencio, en 2006 se produjeron 859.676 TM de papa en Bolivia, mientras que para el año 2015 la producción llegó a ser de 992.728 TM, es decir, el incremento de la producción fue de 15%.
En cambio, para el año 2005 se calcula que de manera legal se importaron 2.809 TM de papa, mientras que para el año 2015 la importación de este tubérculo se incrementó hasta alcanzar las 25.530 TM. Es decir, tuvo un incremento de más del 800%.
Algo similar sucede con el tomate. Entre 2006 y 2015 su producción se incrementó en 6,7 puntos porcentuales, mientras que las importaciones de esta hortaliza se incrementaron en 1.550%.
Estos son solo algunos ejemplos que, además, empeorarían si se considera el contrabando de alimentos.
La importación de alimentos: competencia desleal
La importación de alimentos, además de evidenciar profundas falencias en el sistema productivo del país ‒que no logra producir lo necesario para abastecer al mercado interno‒, afecta todavía más la ya frágil situación de este sector.
Según la Fundación Tierra: “el incremento de las importaciones de alimentos ha generado un problema general en los mercados nacionales, urbanos y rurales. Toda clase de alimentos de procedencia externa, en todas las épocas del año, están generando una competencia desleal para la producción nacional de alimentos, sobre todo por los bajos precios de venta y por el ingreso de alimentos de contrabando”.
Esto, además, está impactando directamente en los productores. “Ante esta situación, los productores agrícolas nacionales están optando por abandonar el cultivo de alimentos de consumo básico para la población boliviana y los grandes sectores se dedican a producir productos agrícolas de exportación. […] Los agricultores han dejado de producir hortalizas, frutas, cereales y otros, y a cambio privilegian la producción de soya transgénica”.
¿Cómo la soya está afectando a la producción de alimentos?
En enero de este año, productores de Tarija, Chuquisaca y Potosí demandaron al gobierno nacional la suspensión de importación de hortalizas desde el Perú. Una movilización, con bloqueos, exigió esta medida para frenar la competencia desleal a los productos nacionales del campo.
Inicialmente el gobierno aceptó esta medida y el ministro de Desarrollo Rural y Tierras de ese entonces, Mauricio Ordoñez, señaló: “hemos llegado a un acuerdo con todos los importadores de cebolla, papa y otras hortalizas para suspender los permisos de importación”.
Sin embargo, Perú respondió de manera contundente, prohibiendo la importación de algunos productos agrícolas provenientes de Bolivia, principalmente la soya. Rápidamente el gobierno boliviano retrocedió en la medida, señaló que se trataba de un mal entendido y que solo había prohibido el contrabando de las hortalizas peruanas, no su importación.
Es decir, se priorizó el interés de los productos de la agroindustria en desmedro de la producción de alimentos para el consumo interno, con todo lo que ello implica.
Fomentar la producción nacional en tiempos de pandemia
En la actual crisis económica, derivada de la contingencia sanitaria, el apoyo estatal al sector productivo de alimentos ha sido mínimo. Por un lado, los bonos ‒financiados con deuda‒ no han sido direccionados necesariamente hacia el consumo interno, por lo que gran parte de estos recursos saldrán del país sin aportar al aparato productivo nacional.
Por otro lado, los planes de Reactivación de Empleo y Economía; y de Respuesta y Rehabilitación para el Sector Agropecuario, tampoco aportan significativamente a los productores campesinos ni a los pequeños y medianos productores de alimentos transformados.
Es fundamental una política seria de fortalecimiento al sector, incentivando el consumo nacional, así como políticas ‒que incluyan subvenciones‒ para los productores que aprovisionan el mercado nacional de alimentos.
Aprendizaje: fortalecer la soberanía alimentaria
Diversas corrientes económicas, principalmente de corte neoliberal, señalan que en un mundo globalizado la idea de “soberanía alimentaria” queda obsoleta. Sin embargo, la reciente crisis sanitaria derivada de la propagación de la Covid-19 ha demostrado lo contrario. Los países se vuelven vulnerables y todos comienzan a cuidar su economía interna.
Bolivia, ya antes de la pandemia, había aumentado su dependencia alimentaria. “Es necesario resaltar que la mayor dependencia alimentaria significa también mayor vulnerabilidad externa del país ante los factores externos, exponiendo al peligro la seguridad nacional y pérdida de soberanía”, señala la Fundación Tierra.
La producción de alimentos es una actividad básica y primaria para el bienestar de una sociedad, más en tiempos de crisis. Es importante fomentar políticas que impulsen a este sector tan descuidado de la economía nacional.