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Bolivia en el umbral: La democracia entre la agonía y la autodeterminación popular

Bolivia navega en un mar agitado, insatisfecha con su democracia. Aunque esta afirmación pueda parecer desfasada, la realidad la respalda. Según las encuestas del Latinobarómetro 2023, el 50,2% de la población boliviana se muestra "no muy satisfecha" con la democracia, mientras que un 24,5% está completamente insatisfecha. Este desencanto no es un fenómeno aislado; es una marea que recorre todo el continente latinoamericano.

A esta turbulencia social, se suma un escenario de nuevas formas de comunicación, donde el lenguaje directo y disruptivo se convierte en la norma, el "lawfare" emerge como una herramienta afilada para aniquilar al oponente, mientras desde el mundo popular se ve un gobierno poco democrático, a pesar del "Zuñigazo".

Podríamos deducir, que esta inestabilidad conduce a un deslizamiento hacia formas autoritarias de gobierno, pero, en realidad, estamos en un punto de caos, como diría Álvaro García Linera estamos en un "momento liminal", donde lo nuevo aún no nace y lo viejo no termina de morir. La democracia liberal no está muerta, aunque su estado sea crítico.

Las organizaciones sociales, en medio de esta incertidumbre, se aferran a su memoria colectiva, buscando en ella las herramientas que les dieron fuerza en el pasado: 1) la autodeterminación de las masas, un torrente imparable que derribó dictaduras, y 2) la unidad de clase, que durante 14 años consolidó victorias electorales aplastantes y el acceso al poder del Estado.

Hoy, el conflicto dentro del MAS revela la lucha feroz del bloque nacional popular por el control y la interpretación del poder. Este bloque, heterogéneo en su esencia, ha generado tensiones que escalaron hasta una crisis de Estado en todas sus dimensiones: justicia, legislativo, órgano electoral, ejecutivo y hasta las organizaciones sociales, abortándose la idea de la "troika azul", pues el Estado, en su naturaleza, siempre tenderá a concentrar el poder en sí mismo, rechazando cualquier distorsión en su estructura.

Más allá de las encuestas y los discursos que tensan la realidad democrática del país, debemos remontarnos a 2019. Fue entonces cuando el bloque popular sintió vulnerado su derecho a elegir a su presidente y emergió la democracia como "autodeterminación". El "¡Ahora sí, guerra civil!" no fue un mero grito de batalla, sino la voluntad de las masas de ser Estado y reconstruir la democracia desde su propia raíz.

La “democracia como autodeterminación de las masas”, un concepto zavaletiano, resurge del pasado como un eco de la memoria popular, proporcionando certidumbre a una sociedad que, tras la crisis de 2019, ha perdido su horizonte. Mientras la democracia liberal se tambalea y los discursos conservadores y de odio hacia el "otro" proliferan, esta democracia radical, vigorosa y combativa, se niega a dejar de pensar en el país. En la calle, el pueblo se convierte en el verdadero "demos", mientras el poder se reduce al mero "cratos", es una fachada vacía.

Las movilizaciones de 2020, revelaron grietas en la unidad del bloque popular. Desde los primeros días de agosto, surgieron distinciones sutiles en los discursos: mientras algunos sectores, como la COB y auto-convocados, exigían con más vehemencia la renuncia de Áñez, otros, como el Instrumento Político y la clase media burocrática, pedían elecciones en septiembre. Estas diferencias discursivas revelan tensiones profundas, un ADN propio en cada grupo, y su relación con diferentes modelos de democracia.

Después de las movilizaciones más recientes, es evidente que las tensiones siguen presentes. Pero, a diferencia de 2020, cuando las demandas y horizontes eran visibles, hoy los discursos del bloque popular parecen eclipsados por los mejores jugadores de la partida: Evo y Lucho. Contradicciones emergen, como la marcha convocada por la COB el 10 de septiembre para "defender" la democracia liberal, llamando a los trabajadores a tomar la Asamblea Legislativa.

Por otro lado, los campesinos de La Paz, golpeados por la crisis económica, piden la renuncia de Arce, denunciando la toma de su sede sindical por la policía. Sin embargo, no logran sumar a los aymaras de El Alto, su horizonte no logra irradiar en la ciudad.

En paralelo, la "Marcha para Salvar Bolivia", liderada por el Pacto de Unidad, movilizó a un gran número de personas desde todo el país. Si bien marchaban por el reconocimiento de su congreso en el Chapare, al llegar a La Paz, quedó claro que las masas estaban dispuestas a un levantamiento, buscando aliviar la crisis económica removiendo al ejecutivo.

Al mismo tiempo, una porción de auto convocados y clases medias burocráticas, que son gobierno y repiten ser “el gobierno de las organizaciones sociales” es decir del mundo indígena, comunicacionalmente optaron por tomar el discurso señorial de estigmatizar al otro como “salvaje” y “no civilizado” para generar un ambiente de psicosis y miedo en la población de La Paz y si bien enmascararon este discurso con el de defensa de la democracia liberal (porque creen en ella) al igual que los grupos de derecha el 2019,  incentivaron un frenesí de odio y violencia descarnado, contra otros indígenas que dicen defender.

Para finalizar, los discursos de cada grupo buscan demarcar un nuevo límite diferencial en el bloque popular, que les permita tener posiciones discursivas propias y contrastables en el tiempo. Por otro lado, la recomposición de la unidad del bloque popular a través de su propia democracia es una posibilidad real ya que ambos elementos fueron y son herramientas de victoria y supervivencia, gatilladas desde la memoria para mantener el poder estatal pensando en la elección de 2025 o para interpelar al poder y alargar la crisis de estado en el periodo 2025 – 20230, posibilitando un nuevo horizonte de época, sin la distorsión del poder estatal y la burocracia señorial, actualizando los términos y condiciones de la democracia en crisis.


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