El cuento como estrategia pedagógica

El cuento como instrumento cultural, como herencia de aquellos tiempos que nos vinculan con la memoria y como esos escenarios en los que nos relacionamos potencialmente con el futuro, ha de ser invitado y huésped de la escuela, con la finalidad de coadyuvar en el aprendizaje de los estudiantes.

El cuento en tanto a narración es una forma de hacer conocimiento, es una manera de unirnos entre fantasía con la realidad y una posibilidad, móvil y movilizadora, de alejarnos de las posturas estáticas, paralizantes y paralizadoras. El cuento nos convoca a pensar en red, en tejido, en urdimbre, que ayuda en la imaginación y creación de cuentos e historias

El ejercicio propio del narrar se constituye en un acto de revelación, donde el que narra se apuesta a sus interlocutores y estos últimos descubren algo del yo más íntimo de aquel que se revela. Es en este ejercicio dialógico en el que docente y estudiante  se vinculan y recuerdan que la palabra siempre descubre algo de ellos mismos, pues entre aquel que se muestra y aquel que le devela siempre hay puntos de encuentro y puntos de tensión. El docente que caminando con sus estudiantes comparte sus saberes, otorga mucho más que sus propios conocimientos; pues su discurso descubre sus intereses, sus interrogantes y sus anhelos más profundos. Recordando que aquel que enseña ha de estar siempre a la búsqueda y que, tal como sostiene Freire (2005), la búsqueda es siempre una esperanza.

El que narra deja de ser un simple testigo y en cambio se transforma en protagonista del saber mismo, de igual manera aquel que escucha; a diferencia de lo que pensó, continua tejiendo sus ideas para ser presentadas en un nuevo discurso. Así, nos resulta claro comprender que entre aquel que presta su voz y aquellos que ofertan su oído, existe un trabajo coordinado con una finalidad  complementaria entre ambos que es de poder crear un sin número de cuentos pedagógicos que coadyuven en la formación de un sin número de estudiantes.


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