Brechas climáticas

Otro hallazgo sustantivo establece que los flujos de financiación pública internacional para el clima destinadas a los países en desarrollo disminuyeron un 15%

Los dos reportes del Programa de las Naciones Unidas (PNUMA) sobre las brecha de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y la brecha de adaptación al cambio climático, plantean que la comunidad internacional y específicamente los países históricamente causantes de la crisis climática que vive el planeta están llevando al fracaso las aspiraciones planteadas en el Acuerdo de Paris de limitar el calentamiento global por debajo de los 2°C y en el mejor de los casos no sobrepasar los 1,5°C.

Precisamente el reporte de brechas de la reducción de emisiones sorprende al señalar que durante el último año 86 días ya se superaron los 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales, y que el mes de septiembre se constituyó en el más caliente de la historia ya que se habría superado una elevación en la media mundial de 1.8°C. Este escenario muestra que los esfuerzos por reducir la causa principal del cambio climático no está funcionando.

El reporte alerta que no sólo se están incrementando las temperaturas, sino también las emisiones de GEI, un incremento de 1.2% en las emisiones se ha producido en el último año lo que significa que se emitieron a la atmósfera 57.4 Gt de CO2e y la tendencia no parece ir a la baja, debido a los incrementos de las emisiones de la China, Estados Unidos y la India. Otro dato revelador es que el 10% de la población con los ingresos más altos representó casi la mitad de las emisiones (48%) y dos tercios de este grupo viven en países desarrollados. Adicionalmente el 80% de las emisiones de GEI históricas acumuladas procedieron de los países del G-20 con las mayores emisiones de Estados Unidos, China, Unión Europea, la Federación Rusa y la India.

Para colmo, se requiere que estas emisiones se reduzcan en 42% si se desea estabilizar la temperatura en 1.5°C y 22% para llegar a los 2°C. La realidad es que los Compromisos Nacionalmente Determinados (NDC por sus siglas en inglés) presentados estiman que se reducirían las emisiones globales de GEI en aproximadamente 5.0 GtCO2e, lo que implica apenas 8,7%, presentando un panorama no muy alentador.

En el escenario más optimista, en el que se supone que todas las contribuciones determinadas a nivel nacional y las promesas de cero emisiones netas, incluidas las asumidas como parte de las estrategias de desarrollo a largo plazo con bajas emisiones, se han alcanzado plenamente, se prevé que el calentamiento global se limite a 2 °C (rango: 1,8-2,5 °C) con un 66% de posibilidades a lo largo del siglo. Sin embargo, los compromisos de cero emisiones netas siguen siendo muy inciertos.  Incluso en el escenario más optimista considerado en el informe, la posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 °C es solo del 14 por ciento, y los diversos escenarios dejan abierta una gran posibilidad de que el calentamiento global supere los 2 °C o incluso los 3 °C.  Esto ilustra aún más la necesidad de reducir las emisiones mundiales en 2030 a niveles inferiores a los asociados a la plena aplicación de la NDC, por tanto, incrementar la ambición y lo más importante hacerlas efectivas.

Por el lado del reporte de Brechas de Adaptación del PNUMA, se puede advertir que las temperaturas mundiales y los riesgos y los impactos del cambio climático siguen aumentando, lo que pone de manifiesto la acuciante necesidad de acelerar con premura las medidas de adaptación en todos los países; ya el sexto reporte de evaluación del Panel Científico Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés) lo hizo evidente a principios de año. Se establece que uno de cada seis países todavía no dispone de un instrumento nacional de planificación de la adaptación y deben redoblarse los esfuerzos para subsanar las carencias restantes, aunque 25% de los países están planteando instrumentos jurídicos, lo cual indicaría que la voluntad de hacer frente a los riesgos climáticos está en aumento, pero es necesario redoblar esfuerzos para que los instrumentos de planificación lleguen a implementarse.

Los avances en la implementación de medidas de adaptación en los países en desarrollo se están estancando debido al menor número de proyectos aprobados, aunque se señala que la cantidad de recursos se habría incrementado esto debido a que se aprobaron mayores fondos para grandes proyectos y no así para proyectos pequeños, lo que significaría asimetrías en la asignación de recursos. Precisamente se evidencia que el cálculo de costos y necesidades de adaptación para los países en desarrollo arroja unas cifras considerablemente superiores a las estimaciones previas, con una brecha de financiamiento que varía entre 215.000 y 387.000 millones de USD anuales en esta década.

Otro hallazgo sustantivo establece que los flujos de financiación pública internacional para el clima destinadas a los países en desarrollo disminuyeron un 15%, hasta 21.300 millones de USD en 2021, tras haber aumentado hasta 25.200 millones de USD entre 2018 y 2020. Por el contrario, la financiación para la mitigación aumentó continuamente durante el mismo período, lo que ha sentado un precedente importante. El reporte remarca que a fin de lograr que los flujos de financiación para la adaptación de los países desarrollados a los países en desarrollo se dupliquen y alcancen aproximadamente 40.000 millones de USD en 2025, en respuesta al compromiso asumido en la COP26 de Glasgow, los proveedores de financiación deben aumentar el promedio de los flujos anuales de adaptación como mínimo un 16% entre 2022 y 2025.

La próxima Conferencia de las Partes (COP 28) a realizarse en diciembre en Dubai, deberá analizar el primer Balance Mundial sobre la aplicación del Acuerdo de París y los informes sobre las brechas deberían ser los elementos claves a considerar y deberían impulsar  y exigir a los países generadores de la crisis climática un mayor compromiso y un reducción real de las brechas establecidas en materia de emisiones de GEI, así como la necesidad de hacer evidente el incremento en la asignación de los flujos de recursos financieros para los países en desarrollo, que son los que más están sufriendo los impactos del cambio climático.


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