Estocolmo+50

Junio de 1972, hace 50 años, en Estocolmo se suscribía el primer acuerdo internacional para el medio ambiente, traducido en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, donde se aprobó “La Declaración de Estocolmo”, que contenía 26 principios, y que sirvió para visibilizar en un primer plano las cuestiones ambientales internacionales y que levanto la bandera para el inicio del diálogo entre los países industrializados y en desarrollo sobre el vínculo entre el crecimiento económico, la contaminación del aire, el agua y los océanos y el bienestar de las personas de todo el mundo. En aquella oportunidad se suscribió un plan de acción que se centraba en tres aspectos:  a) El programa global de evaluación del medio humano (Vigilancia mundial); b) Las actividades de ordenación del medio humano; y c) Las medidas internacionales auxiliares de la acción nacional e internacional de evaluación y ordenación.

En conmemoración de estos 50 años transcurridos, hace dos semanas se desarrollo en la misma ciudad el “Estocolmo+50”, aparentemente sin la misma trascendencia que tuvieron otros eventos relacionados, como las Cumbres de Río (a los 20 años y a los 40 años), la Cumbre de Johannesburgo (a los 30 años), y la de New York (2015), debido a que estaríamos ingresando en un estado de inercia o pasividad alarmante ante la necesidad de acción frente a los temas ambientales que atraviesa la humanidad.

Sin duda, cuando se hace el análisis retrospectivo de la implementación de los diferentes planes de acción surgen dudas mayúsculas sobre la efectividad en la aplicación de los mandatos, especialmente por los países desarrollados que continúan generando contaminación y alimentando las causas letales del cambio climático y de los países con economías en franca transición que ni se acercan al cumplimiento de los compromisos ambientales. Ni que decir de los países en vías de desarrollo que siguen teniendo ante sí la disyuntiva de aplicar medidas ambientales o seguir líneas tradicionales de explotación de recursos naturales que los hundirá más en la pobreza y en la insostenibilidad de sus recursos. Todo esto se agudiza en un contexto de pandemia que ha “desarmado” las economías de todo el mundo y mucho más la de los países del sur.

Estocolmo+50 ha hecho hincapié en la interconexión mundial del medio ambiente y en la necesidad de abordar colectivamente la triple crisis de nuestro medio ambiente común (cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación) para las generaciones presentes y futuras. Estocolmo+50 también ha subrayado la necesidad urgente de acciones audaces y deliberadas, así como de una clara voluntad política para acelerar la acción en relación con estos compromisos, fortalecer el sistema multilateral, aumentar la ambición y la solidez, y ponernos en un camino creíble hacia un planeta saludable para todos, sin dejar a nadie atrás, señala la declaración conjunta.

Nuevamente y con la esperanza intacta se plantearon diez recomendaciones para la acción que deben implementarse y que por su importancia se reflejan en:

1. Colocar el bienestar humano en el centro de un planeta saludable y la prosperidad para todos, a través del reconocimiento de que un planeta saludable es un requisito previo para sociedades pacíficas, cohesivas y prósperas; restaurando nuestra relación con la naturaleza mediante la integración de valores éticos; y adoptando un cambio fundamental en las actitudes, hábitos y comportamientos, para apoyar nuestra prosperidad común.

2. Reconocer e implementar el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible, mediante el cumplimiento de la visión articulada en el principio 1 de la Declaración de Estocolmo de 1972.

3. Adoptar un cambio en todo el sistema de forma que nuestro sistema económico actual   funcione para contribuir a un planeta saludable, a través de la definición y adopción de nuevas medidas de progreso y bienestar humano, respaldadas por políticas económicas y fiscales que tengan en cuenta el valor del medio ambiente; invertir en infraestructura, desarrollar políticas efectivas y fomentar una política global.  Promover el consumo y la producción sostenibles y la eliminación gradual de los combustibles fósiles, prestando al mismo tiempo apoyo específico a los más pobres y vulnerables en consonancia con las circunstancias nacionales y reconociendo la necesidad de apoyo financiero y técnico para una transición justa.

4. Fortalecer la aplicación nacional de los compromisos existentes para un planeta sano, mediante la mejora de la legislación nacional ambiental, el presupuesto, los procesos de planificación y los marcos institucionales; promover la formulación de políticas basadas en la evidencia, incluso mediante una mayor colaboración entre disciplinas académicas y paneles científicos temáticos, aprovechando las ideas y la experiencia adquirida en los conocimientos indígenas y tradicionales; y la ampliación del apoyo a la capacidad y el desarrollo, el acceso a las tecnologías ecológicamente racionales y la financiación de las mismas.

5. Alinear los flujos financieros públicos y privados con los compromisos ambientales, climáticos y de desarrollo sostenible, mediante el desarrollo y la implementación de políticas bien diseñadas para reutilizar los subsidios perjudiciales para el medio ambiente; redirigiendo, movilizando y ampliando la disponibilidad de flujos financieros públicos y privados para apoyar la diversificación económica; y la adopción de medidas de recuperación y estímulo.

6. Acelerar las transformaciones de todo el sistema de sectores de alto impacto, como los alimentos, la energía, el agua,  los edificios y la construcción, la fabricación y la movilidad, mediante la adopción e implementación de políticas para promover la circularidad, la eficiencia de los recursos, los enfoques de  producción regenerativa  y las soluciones basadas en la naturaleza en las cadenas de valor, y la adopción de marcos que refuercen la transparencia y la rendición de cuentas por parte de las empresas; promover transiciones justas  a través del apoyo a los jóvenes, los trabajadores y las comunidades locales afectadas mediante el  fortalecimiento de las capacidades y habilidades para la creación de empleos verdes y para las micro, pequeñas y medianas empresas; y transformar los sistemas alimentarios mediante la promoción de enfoques de agricultura y pesca regenerativa  que proporcionen dietas saludables y minimicen el desperdicio de alimentos, incluidas las inversiones en  la economía  oceánica.

7. Reconstruir las relaciones de confianza para fortalecer la cooperación y la solidaridad,  reconociendo la importancia del liderazgo de los países desarrollados en la promoción de las transiciones de  sostenibilidad; apoyando el desarrollo de capacidades y la transferencia de tecnología para los esfuerzos nacionales de los países en desarrollo para aplicar los acuerdos ambientales acordados internacionalmente, teniendo en cuenta las circunstancias nacionales, incluidas  honrar el compromiso de movilizar $ 100 mil millones cada año para el financiamiento climático para los países en desarrollo; y permitir que todas las partes interesadas relevantes, incluidos los jóvenes, las mujeres, las comunidades rurales, los pueblos indígenas, los grupos  interreligiosos y las comunidades locales, participen de manera significativa en la formulación e implementación de políticas a  nivel  nacional e internacional.

8. Reforzar y revitalizar el sistema multilateral, garantizando un sistema multilateral  eficaz basado en normas que apoye a los países en el cumplimiento de sus compromisos nacionales y mundiales, para garantizar un multilateralismo justo y eficaz; fortalecimiento de las normas ambientales  de la ley, incluso promoviendo la convergencia y las sinergias dentro del sistema de las Naciones Unidas y entre los acuerdos multilaterales sobre el medio ambiente; fortaleciendo el Programa de las Naciones Unidas para el  Medio Ambiente, en consonancia con la Declaración Política UNEP@50.

9. Reconocer la  responsabilidad intergeneracional como una piedra angular de la  formulación de políticas sólidas, a través de la participación en el Documento de Política del Grupo de Trabajo Mundial sobre la Juventud de Estocolmo+50; destacando la importante necesidad de desarrollar la capacidad de los jóvenes  para involucrarse   con instituciones  financieras;  reconociendo el papel fundamental de los jóvenes en la acción ambiental, y destacando que se han logrado avances en el fomento de una participación significativa de los jóvenes, y exhortando a  los fondos ambientales multilaterales a que incluyan parámetros inclusivos para los jóvenes en los planes de financiación, y que adopten medidas adicionales para garantizar la facilidad de acceso a los fondos para la acción ambiental de las organizaciones dirigidas por  jóvenes.

10. Llevar adelante los resultados de Estocolmo+50, a través del refuerzo y la revitalización de los procesos internacionales en curso, incluido un marco global para la biodiversidad, un acuerdo de implementación para la protección de la biodiversidad marina fuera de la jurisdicción nacional y el desarrollo de un nuevo convenio sobre plásticos; y participando en las conferencias pertinentes, tales como  como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos de 2022, el Foro Político de Alto Nivel, la 27ª Conferencia de  las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y la Cumbre del Futuro.

Ojalá no tengan que pasar otros 50 años para el cumplimiento de estas recomendaciones porque de seguro ya será tarde.

 


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