Glasgow, ¿una utopía?

El próximo mes (noviembre 2021) se celebra en Glasgow la vigésimo sexta Conferencia de Países (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), lo que vendría a ser posiblemente la última oportunidad de la humanidad para salvar el planeta de que éste ingrese en una nueva era desconocida donde podrían desestructurarse todos los ecosistemas y, por ende, la sobrevivencia de las especies, entre ellas la humana.

Sin embargo, los indicios y el contexto son poco alentadores. Por un lado, el reciente sexto reporte científico presentado por el Grupo de trabajo 1 del Panel de Expertos del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), es muy contundente ya que confirma con mayor evidencia que nunca que el cambio climático está presente y que la intervención humana es la causa fundamental; una de las grandes preocupaciones de los hallazgos encontrados en el reporte es que la tendencia de la elevación de la temperatura va en aumento debido también a que los niveles de emisión de gases invernadero ha sido creciente, cuyas concentraciones “son las más altas en los últimos 2 millones de años”.

El reporte señala también que “los cambios recientes en el clima son generalizados, rápidos y cada vez más intensos, y no tienen precedentes en miles de años”. Se confirma, con un elevado nivel de probabilidad, el aumento de la pérdida glaciar a un ritmo más acelerado, y que el área de hielo marino Ártico alcanzó el nivel más bajo en al menos mil años. La propia elevación del nivel del mar ha seguido un ritmo sin precedentes comparado con los últimos tres mil años, a lo que se añade el calentamiento de los océanos con la correspondiente acidificación de estos.

“El cambio climático ya esta afectando a todas las regiones habitadas del mundo, y la influencia humana contribuye a muchos cambios incluyendo los fenómenos extremos”, sentencia el reporte.  Para la región sudamericana establece que las sequías intensas y frecuentes se amplificarán, aumentará la ocurrencia de la combinación de condiciones cálidas, secas y ventosas que conducen a incendios forestales. A su vez la pérdida glaciar continuará en Los Andes, lo que provocará reducción en los caudales de los ríos.

Ante semejantes evidencias sin duda los ecosistemas están en peligro y las ciudades y poblaciones más vulnerables también. Las preguntas son: ¿estamos preparados para este nuevo escenario? ¿Cuan resilientes somos?, ¿los países están cumpliendo sus compromisos?, la respuesta es un rotundo no. Prueba de ello es que los compromisos asumidos bajo el Acuerdo de Paris hace 6 años se implementan a medias y estudios realizados demuestran que esos “esfuerzos” serán insuficientes para al menos situarnos en un nivel de calentamiento del orden de 1.5°C, nivel que permitiría no atravesar el umbral hacia un punto de no retorno.

Por otro lado, la evidencia está demostrando que los grandes países ligados a los grandes intereses de las corporaciones industriales y energéticas no están interesados en soluciones de corto y mediano plazo y por eso urge presionar en la COP 26 de Glasgow a compromisos con ambiciones mayores y no la mera retórica que ha estado denunciando la joven activista sueca Greta Thumberg.

El escenario es complicado, más aún pensando en aquellas comunidades locales cuyo sustento deriva de las condiciones climáticas como la producción agrícola y que en mayor escala repercute en la seguridad alimentaria. O en aquellas poblaciones asentadas en lugares de riesgo que aumentará su nivel de vulnerabilidad ante inundaciones o derivadas de estas. Ni qué decir de los incendios y olas de calor que están acabando con ecosistemas.

A manera de reflexión y ante la inacción de los grandes países se deben apoyar desde lo local acciones de resiliencia ligados a la adaptación al cambio climático. Estas acciones deberían encaminarse a gestionar racionalmente nuestros recursos naturales, proteger de manera inteligente nuestros bosques, hacer de la economía circular una bandera a todo nivel, buscar y propiciar fuentes renovables de energía, junto a políticas de eficiencia energética y eficiencia en el uso del agua.

Las ciudades climáticamente inteligentes y resilientes son un concepto nuevo y parecería que sólo sería aplicable a los grandes países, sin embargo es aplicable también a países como el nuestro con medidas como: Consumo responsable; Reducción de residuos; Viviendas inteligentes con uso energético renovable; Sistemas municipales eficientes en la prevención de riesgos y capacitados en la atención de emergencia; Sistemas de salud preparados para responder ante enfermedades de otro orden generados por el cambio climático, entre otros. La adaptación basada en ecosistemas y la adaptación basada en comunidades son otras formas de hacernos resilientes.

Otro ángulo de análisis es también la descarbonización que implica menos producción de energía a carbón, menos industrias y menos transporte con energía fósil. Eso implica cambios en la matriz energética pero también inversiones grandes que los países menos desarrollados no pueden encarar por si solos.

La comunidad internacional no puede seguir con las manos cruzadas, se deben cumplir los compromisos económicos hacia países como el nuestro, pero eso no basta porque podríamos quedar esperando con el agua en el cuello hasta que los mismos lleguen, las acciones internas son relevantes para enfrentar esta larga batalla.

Glasgow desnudará si es una utopía alcanzar los acuerdos de Paris y si el reporte de los expertos del clima se hará mucho más dramático para la humanidad.

*Docente Investigador - UMSA


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