Las lecciones del BRT

Las aglomeraciones urbanas implican ventajas como desafíos. Uno de ellos tiene que ver con el sistema de transporte. Varias ciudades del mundo han adoptado Buses de Transporte Rápido o BRT por sus iniciales en inglés..

El primero fue implementado en Curitiba (Brasil) en los setenta. Y los más conocidos en la región son el TransMilenio en Bogotá (Colombia) y el TranSantiago en Chile. Usualmente son sistemas de transporte que tienen redes troncales que luego distribuyen o captan los pasajeros a redes secundarias.

En nuestra ciudad se ha construido la red en el primer anillo con financiamiento externo. Aunque es la primera de varias etapas para tener un BRT en toda la ciudad, ha llamado la atención que sea un tramo corto y uno de los menos importantes para agilizar el tráfico urbano. Entonces, existe la disyuntiva de continuar o no con el proyecto.

En lo particular no tengo un criterio técnico sobre el ámbito de transporte urbano, pero si uno de carácter económico que deseo compartir.

Una de las primeras secciones del libro introductorio “Nuestra economía de cada día” (2002) de los reconocidos académicos Ernesto Fontaine (Católica de Chile) y Osvaldo Schenone (San Andrés de Argentina) titula: “Lo pasado… ¡pisado!”.

Alude a que cualquier decisión debe tomarse en cuenta cuáles son los beneficios y costos evitables, no los que ya pasaron. Por ejemplo, si uno está esperando un bus por media hora, la decisión de seguir esperando debe tomar en cuenta lo que viene en adelante, no “el tiempo desperdiciado”.

Parafraseando, los casos más interesantes de este principio se encuentran en el sector público (y también del sector privado) que decide detener un proyecto “porque se trata de una obra que la anterior administración nunca debió comenzar, ya que sus costos exceden sus beneficios.”

Añade que “puede bien ser cierto que la obra tendrá un costo total mayor que los ingresos totales que generará; pero esa no es la pregunta pertinente de hacerse en este momento, pues los costos ya incurridos, ¡incurridos están!”.

Por tanto, pese a las inconvenientes creo que sería adecuado continuar con el BRT porque la infraestructura ya está construida y los costos “evitables” serían menores que los ingresos. Además, existe un compromiso firmado con una entidad financiera internacional.

Al igual que en casos similares, la lección principal es que los proyectos deben estudiarse de la manera más técnica y desapasionada posible. No dudo que existen razones para la construcción del BRT en el primer anillo; pero considero que uno de mayor alcance podría haber sido mejor para los propósitos de descongestión urbana.

Eso se aplica a otros emprendimientos regionales y nacionales. Como lo señalé previamente, la posibilidad de ser un centro logístico multimodal internacional es atractiva por sus potenciales beneficios. Pero mientras no existan estudios serios, multidisciplinarios y con diversos escenarios no se debieran empezar estos proyectos.

El profesor Fontaine en otro de sus famosos textos (“Evaluación Social de Proyectos”, 2007) señala que los economistas debemos identificar, medir y valorar adecuadamente los beneficios y costos asociados a los proyectos.

También apunta a que no se debe crear falsas ilusiones difundiendo ideas o perfiles de proyectos como si fuesen necesariamente rentables. Fontaine señala que “la evaluación de los proyectos a nivel (en las etapas) de perfil y de prefactibilidad es decisiva para la eliminación de proyectos “malos””.

Indica que “a esa altura del partido se han creado muchas expectativas e intereses… y las autoridades quieren ejecutar –o, al menos, anunciar– obras para mostrar, especialmente en periodos electorales.”

Por tanto, todos los proyectos públicos y privados deben pasar por estos filtros para no tener resultados como los del ingenio azucarero de San Buenaventura, cuya rentabilidad está en entredicho. Esto se aplica a nuevas ideas como también a “proyectos emblemáticos”.

Sino, acudiremos al desafortunado principio de lo pasado, pisado.

*Pablo Mendieta es Economista


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