Solo le pido a Dios

Estamos en una era de conflictividad y polarización en todo el mundo. El cientista político Adam Przeworski en su libro Crisis de la democracia afirma que, desafortunadamente, las votaciones ya no sirven como forma pacífica de resolver la mayoría de los conflictos y que además existen cada vez menos incentivos para tener elecciones competitivas.

En general, las posiciones ideológicas son más distantes que antes. Un estudio del centro de estudios Pew Research muestra que las diferencias de opinión entre los dos principales partidos estadounidenses son ahora más agudas que en 1994.

En diferentes partes, y obviamente en nuestro país, la polarización ha dividido profundamente a familias, amigos, colegas, en general, conciudadanos. De hecho, varias iglesias de EEUU están utilizando el programa de reconciliación Yo dije esto y tú escuchaste aquello de Kathleen Edelman, para mejorar la comunicación y promover la reconciliación.

Pese a las legítimas diferencias, el común de personas tenemos usualmente varias coincidencias en los principios básicos como la libertad, la solidaridad, la igualdad de oportunidades, entre otros.

A propósito, los economistas también tenemos diferencias, pero poseemos muchas más coincidencias profesionales sobre los grandes temas, como lo documentan los premios Nobel de economía Esther Duflo y Abhijit Banerjee en su libro “Buena economía para tiempos difíciles”.

Volvamos al análisis global. Como afirma el politólogo Robert Talisse en su libro subtitulado Pongamos a los políticos en su lugar las diferencias no son sobre hechos, sino más bien sobre emociones. Podríamos poner toda la evidencia sobre nuestros puntos de vista, pero priman las pasiones sobre las razones.

Para sobreponernos a la polarización requerimos más empatía y pasar más tiempo con quienes difieren de nosotros. Talisse señala que juntarnos sólo con quienes piensan lo mismo puede crear el problema cognitivo de “polarización grupal”, que radicaliza nuestros puntos de vista y nos aleja más de quienes piensan distinto.

Existe una herramienta adicional y fundamental: el diálogo social o cívico. La filósofa Lauren Swayne Barthold plantea en su libro Enfrentando la polarización en la esfera pública que es necesario tener espacios de diálogo entre ciudadanos, para lo cual se requiere crear gradualmente confianza y mutuo entendimiento.

En mi vida profesional y personal he asistido a varias reuniones (principalmente académicas) a las que concurren personas de similares visiones. El ritual es el mismo, sin importar de qué ideología se trate: i) se expone lo buenas que son las ideas propias y lo malas que son las de los contrarios; ii) se congratulan entre ellos mismos por lo buenos que son al afirmar lo que sustentan; y, iii) se concluye esperando que algún día los contrarios puedan darse cuenta de lo equivocados que están.

Existe pues baja empatía con las ideas contrarias. Me gustaría más ver bien un intercambio de ideas entre quienes sustentan diversos criterios. Esa podrá ser la base para forjar una conciencia y convicción de lo correcto, más allá de intereses individuales y/o corporativos.

 

En estos años, incluyendo 2020 y 2021, lamenté que varias personas hayan sido hostigadas o perseguidas por sus creencias y por sus disensos. También deploré expresiones violentas como la quema de las casas de Víctor Hugo Vásquez (Oruro), Cesar Navarro (Potosí), Casimira Lema y Waldo Albarracín (La Paz). Ni qué decir por las muertes y decesos por confrontaciones que hubo en uno y otro lado.

Vi la peor cara de la polarización cuando la disputa entre los órganos ejecutivo y legislativo en 2020 resultaron en la imposibilidad de entrada de recursos para apoyar la salud, las familias y las empresas.

Que el dolor, las injustas muertes, la pobre inocencia de la gente y que la guerra (aún sea sólo de ideas) no nos dejen indiferentes, como dice la canción de León Gieco.

Solo le pido a Dios que estos días especiales nos permitan reflexionar sobre la necesidad de reconciliarnos.


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