Espacio publicitarioEspacio publicitarioEspacio publicitario

¿Golpe de Estado, o pretextos para la violencia?

Una noticia sorprendente esta semana ha sodo la detención de la ex Presi­denta del Estado Jeanine Añez. No la defiendo como presidenta interina, no era un cargo para ella, como que accedió al mismo por la renuncia de otros cinco personajes. Para colmo, siendo presidenta se anunció como candidata para las últimas elecciones. Pero descalificar su gestión, y su capacidad política, de ninguna manera justifica que se la acuse de haber llegado a ese cargo vía “golpe de estado”.

La gran movilización social que provocó la renuncia del Presidente y del Vicepresidente (más la renuncia anticipada de quienes por norma constitucio­nal tenían que haber asumido ese cargo) no tiene nada que ver con un golpe. ¿O alguien recuerda un “golpe” en el que se haya exigido la renuncia del Presidente y el Vicepresidente, y promovido las renuncias de determinadas autoridades? Tanto más extraña esta visión cuanto que el supuesto “promotor” del golpe (Fernando Camacho) hoy sea gobernador electo de Santa Cruz. ¿Realmente el Tribunal Electoral podría aceptar como candidato al más reciente golpista? No hay ninguna coherencia en esa posición, y resulta muy extraño que la asuma el actual Presidente constitucional Luis Arce (que desde el principio se ensañó con Jeanine Áñez, dándole más importancia de la que política e históricamente ha tenido).

En realidad, quien realmente dio un golpe de Estado fue Evo Morales, al ignorar el resultado del Referéndum (el famoso 21-F) que él mismo había convocado y que le negaba el derecho de ser candidato por cuarta gestión consecutiva (ya la tercera el propio Evo la había calificado de “trampita”). El verdadero golpista fue él, pero todo esto puede ser objeto de discusión y de más análisis. Lo que no se justifica es el uso de la violencia estatal (y el sometimiento de la Justicia al Poder Ejecutivo).

Se supone que vivimos en un estado de derecho, se supone que la democracia es la forma que la población boliviana ha elegido para organizarse, y todo eso funciona positivamente cuando se dialoga, se aplica la ley, se llega a pactos y acuerdos, y si alguien infringe esa ley se le exige que pague esa infracción. Sin embargo entre nosotros lo que prima es la confrontación, la descalificación, el insulto. Repito, la señora presidenta Añez (que por la pandemia tuvo además una gestión más larga de lo previsto y de lo necesario) no estuvo a la altura del cargo que para sorpresa de todos le tocó desempeñar, pero eso no es motivo para tenerla ahora entre rejas, y mucho menos acusada de golpismo.

Y conste que no estoy negando que el primer gobierno de Evo ha sido el mejor y más consecuente de nuestra historia, pero sabemos que “el poder crea daño cerebral”, y que por eso lo aconsejable es una gestión, y luego cambio de presidente, a ver si aprendemos del Uruguay y de Pepe Mujica.

Personalmente esperaba que nuestro Vicepresidente David Choquehuanca nos asegurara un período de diálogo político, de paz social, de profundo respeto intercultural, pero parece que no lo está pudiendo lograr, y que el clásico control partidario del poder es nomás el que configure el modelo de gobierno.

El lado positivo de nuestra vida política sigue siendo la tendencia mayoritaria de la sociedad boliviana a la participación, y a la exigencia de todos los derechos ciudadanos, pero sin lugar a dudas nos falta capacidad de diálogo, nos falta aplrender a convivir mayoría y minorías, a respetar diferencias, a ejercitar la paciencia política. Y los compañeros y compañeras del MAS tienen que sacar lecciones de sus errores, ¿o no ha habido ningún error político que explique el resultado de las últimas elecciones sub-nacionales?

¡Por favor! En plena pandemia no podemos darnos el lujo de sostener peleas interpartidarias ni conflictos sociales que nos hagan perder las energías políticas.


Más del autor