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Infancia y pandemia

La pandemia del Covid no sólo sigue vigente, sino que se está viendo reforzada por nuevas cepas. Está claro que niños y niñas son menos susceptibles de contagio (y de los correspondientes sufrimientos y peligros) pero parece que también pueden ser transmisores del virus, lo que en los hechos nos llevó a que el curso escolar 2020 quedara muy pronto interrumpido (con pase automático de curso y con una dosis de aprendizaje real reducido a colegios particulares suficientemente caros).

Ahora empieza el 2021 y en pocos días más empezará el curso escolar, y el país entero está inseguro. Lo que se sabe es que no será oblogatoria la asistencia física cotidiana a la escuela, que las actividades presenciales dependerán de las circunstancias concretas de cada lugar y de cada escuela, pero no está nada claro cómo se logrará que haya un proceso real de aprendizaje. Y eso es lo que en la mayor parte de nuestras escuelas no hay (no olvidemos aquella famosa frase que formulaba “Salvemos a Bolivia de la Escuela”)…

Pero la escuela no deja de ser necesaria, no sólo para pasar clases (más o menos aburridas) y para aprender algunas cosas imprescindibles, como las cuatro tablas de la aritmética. Pero la escuela es mucho más que eso (que efectivamente se puede aprender en casa), la escuela es un espacio de convivencia, de amistad, de juego, aunque a veces también de malas prácticas.

Pero este curso 2020 nos ha dejado claro que nuestras niñas y niños necesitan espacios de convivencia y aprendizaje compartido. Además la Ley vigente (Avelino Siñani y Elizardo Pérez) hace hincapié en la combinación de aprendizaje teórico y prácticas productivas, y éstas sí rrequieren de presencia física, de contacto con la tierra y con diversos tipos de herramientas (cosa que el 2020 prácticamente no hubo, salvo en casos excepcionales). Pero también es innegable que ese tipo de prácticas duplica y triplica el peligro de contagios, y peor todavía para los maestros y maestras (que como personas adultas seguro que son contagiables).

Pero lo más grave es que el aprendizaje a distancia requiere una capacidad de comunicación entre maestras/os y estudiantes que, si no es en la escuela clásica, sólo podría darse por Internet, y a nivel nacional la gran mayoría de nuestros/as escolares carecen de acceso a internet, y de hecho la gran mayoría de maestros y maestras (sobre todo rurales) se quejan de que no tienen esas herramientas y por tanto les resulta imposible organizar y controlar procesos educativos.

Necesitaríamos incrementar visiblemente ese presupuesto para que maestras y maestros puedan acompañar a niñas y niños. ¿Qué va a pasar entonces este año 2021? Podemos adelantar que una cadena de frustraciones, y el Ministerio no está en condiciones de multiplicar su presupuesto. Y aumentar ese presupuesto le resultará muy difícil al Gobierno Nacional, que difícilmente podrá disponer de recursos (que más bien les está faltando para cubrir gastos ya comprometidos).

Y no resolvemos nada con lamentar el enorme malgasto de recursos que padecimos en los gobiernos de Evo (con mucho pasto sintético, y con monumentos al desperdicio como la “Casa Grande del Pueblo”, el Palacio de Comunicaciones, el palacio de UNASUR, el museo de Orinoca y oros muchos).

Pero lo que sí podemos esperar del actual Gobierno es que haga las pequeñas reformas presupuestarias para aliviar un poco el déficit educacional y para que nuestros hijos e hijas no sean las víctimas principales de esta pandemia. A todos nos toca sufrir por ella (a algunos les toca la muerte de familiares y de amigos), pero no podemos pensar en que niños y niñas se queden encerrados en sus casas (y peor en los centros de las ciudades donde esas casas equivalen a encierro).

Compañero Ministro de Educación, lo tiene usted muy difícil pero algo tendrá que inventar…


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