Los Migrantes Latinos en Estados Unidos y la Nueva Elección

A días de las elecciones presidenciales en EEUU y, la posibilidad de relección del actual presidente, es importante recordar el cuadro de situación en el que se desarrolló la anterior campaña y elección, con el actual, en el que nuevamente los candidatos van tras el voto, que los convertirá en el presidente del país con más poder en el planeta.

 

La campaña mediática de 2016 permitió conocer como nunca a los aspirantes a la presidencia y particularmente al candidato Donald Trump; un personaje díscolo y lenguaraz que todos empezamos a mirar con lupa, desde su primera aparición pública.

 

Y es que, más allá de otras propuestas incluidas en su programa de gobierno, lo primero que hizo fue exteriorizar su intención de modificar el sistema inmigratorio estadounidense  a partir de calificar a migrantes mexicanos, centroamericanos, sudacas, árabes y sirios de potenciales terroristas, asesinos, violadores, asaltantes y toda una sarta de estupideces; además de amenazar si llegaba a la presidencia, con levantar un muro en la frontera con México y cargarle el costo de la construcción a ese país, aún sin su consentimiento.

 

Demostrando nunca haberle importado el aporte que hicieron los migrantes al desarrollo de su país en diferentes ámbitos, hasta ejecutando labores indeseables y aportando muertos en las guerras que inventaron alrededor del mundo.    

 

Escarnios que inmediatamente generaron indignación, repudio y rechazo por parte de los latinos que viven fuera de los Estados Unidos, particularmente mexicanos, que lo acusaron de narcisista, insolente, abusivo, despótico, racista, turbulento, misógino y de un sinfín de otras inconductas; a tiempo de solicitar públicamente a sus connacionales que viven en territorio estadounidense, le negaran el voto al candidato republicano. Algo que dieron por descontado en un contexto en el que las encuestas, cálculos y predicciones favorecían ampliamente a Hilary Clinton, su rival demócrata.       

 

Sin embargo, hubo quienes alertaron que todo no era, como aparentaba ser, que más allá de las  predicciones y la opinión que tenían los latinos que vivían fuera de los Estados Unidos sobre Trump, olvidaban dos cuestiones elementales. Una, que la opinión externa, a los gringos siempre les importó un bledo y dos, que los latinos migrantes que viven allí, pensaban distinto de lo que pensaban de él, sus parientes lejanos.

 

Y es que, estos veían con distintos ojos al candidato republicano.  

Representaba la oportunidad de salvarlos de la crisis económica que les afligía; les encandilaba su experiencia y éxito personal; supo amasar fortunas que administró muy bien convenciéndolos que del mismo modo podría administrar el país y, de paso, cumplirles el sueño americano que los atrajo desde siempre. Anunció crear el mayor número de empleos en la historia de la Nación, seduciéndolos y encegueciéndolos por encima de otras cuestiones como su inexperiencia en política exterior, algo de lo que no podían acusar a su oponente demócrata.    

 

Ni que decir de su absolutismo e intolerancia, era el candidato ideal para frenar cualquier desafío que ponga en riesgo la seguridad externa de la Unión; su inestabilidad e irritabilidad eran vistas como fortalezas ante cualquier atisbo de rebelión o caos que pretenda instalarse puertas adentro, a tiempo de garantizar mantener inalterable el statu quo imperante; el anuncio de deportar a siete millones de migrantes ilegales le hizo asimismo ganar una gran cantidad de adeptos, porque abriría nuevas oportunidades de trabajo para los estadounidenses y migrantes legales; sin que faltasen quienes veían en la expulsión la oportunidad de despejar calles, parques y avenidas de indeseables. El machismo y misoginia de migrantes mexicanos jugaron igualmente en favor del candidato hombre y, ni que decir, de los migrantes cubanos que en masa votaron al republicano.   

 

Quedando claro que la relación entre una buena parte de migrantes legales e ilegales y el candidato republicano, en la anterior campaña y elección, se basó en intereses mutuos.

 

El batacazo finalmente aconteció. Los votos de una mayoría de estadounidenses y el de buena parte de migrantes latinos legales e ilegales, convirtieron a Trump, en presidente.  

 

Una vez en el poder, cumplió todas sus promesas hechas en campaña, dando inicio a toda una política destinada a modificar y destruir el sistema estadounidense de inmigración y de asilo; ordenó la separación forzosa de niños de sus padres migrantes ilegales y sus detenciones en celdas y jaulas en condiciones deplorables tipo “hieleras” a temperaturas extremadamente frías o en jaulas grandes llamadas “perreras”. Después procedió a la deportación de miles de migrantes, obligando a dejar a sus hijos nacidos en EEUU con otras personas. Su ensañamiento contra los migrantes ilegales y sus familias, obligó a los organismos de Derechos Humanos a declarar que “La crueldad ha reemplazado todo resabio de humanitarismo protección y reunificación de la familia”.

 

En cuanto al asilo, violó todos los tratados, leyes de asilo y convenciones sobre refugiados.

 

Casi en paralelo, dio inicio a la construcción del temido muro para evitar el ingreso de mexicanos, centroamericanos y sudacas a su territorio; quitó fondos públicos a los Estados de la Unión que no aprobaron sus leyes migratorias haciendo honor a todos los epítetos con los que lo apodaron los mexicanos.

 

Pero todo no quedó ahí. Iniciativas posteriores del ejecutivo y en el congreso apuntan a restringir la inmigración legal; espoleados por la idea de “supremacía blanca” y de anuncios que vaticinan que el 2050, la población estadounidense dejará de ser mayoritariamente blanca.

 

En época de pandemia, negó la gravedad del coronavirus que se ensañó con afroamericanos y migrantes latinos pobres; puso en entredicho las facultades constitucionales de gobernadores de varios estados federales, yendo en contramano de lo que estos disponían para mitigar la enfermedad; promovió marchas masivas con el único objetivo de obligar la apertura de todas las actividades económicas en plena pandemia, priorizando la economía por sobre la salud y la vida.

 

Todo eso generó que su país, ocupe el primer lugar, con el mayor número de contagiados y muertos en el mundo por coronavirus.

Fueron tal su negacionismo y desidia frente a la enfermedad, que por primera vez en la historia las revistas de ciencia más prestigiosas del planeta incluidas revistas norteamericanas, “tomaron posición contra el presidente y acusan a Trump de haber convertido la crisis del coronavirus en tragedia”.

Aparte de denunciar “la quita de recursos a distintas organizaciones destinadas a la investigación científica en otros rubros”.   

 

Paradójicamente, el presidente y candidato a la reelección, se contagió con coronavirus que lo obligó a hacerse atender en el mejor hospital de la Armada, además de instalar todo el equipamiento sanitario necesario en la Casa Blanca; por si las moscas y el virus pongan en riesgo su rehabilitación y continuidad como Jefe de Estado.      

 

Tampoco cesó en menospreciar y maltratar a los migrantes ilegales, a los que el candidato a la reelección, convirtió en el blanco preferido donde poder descargar todo el odio racial y atávico que arrastra de nacimiento y; sin importarle demasiado, que estos tengan nuevamente la posibilidad de votar o no en su favor. En redes sociales sugirió que Estados Unidos necesitaba inmigrantes noruegos en lugar de gente de países “de mierda”, poblados de negros.

 

De allí que en caso de reelección, habría que analizar que impulsó a los migrantes latinos para ayudar a encumbrarlo por segunda vez en el poder. No se descartarían otras cuestiones, tales como la existencia de un vínculo emocional que uniría a los migrantes latinos jóvenes que viven en estados Unidos y Trump un maltratador serial. Tampoco se desecharía la posibilidad de analizar si los mismos intereses políticos sociales, religiosos y económicos que jugaron un rol preponderante la primera vez; sean los mismos que impulsen a votarlo nuevamente. Existe un refrán popular muy difundido “por la plata y el oro baila el mono”; y eso el republicano lo sabe muy bien. Ya anunció una serie de desembolsos de grandes sumas de dólares destinados a disminuir las altas tasas de desempleo y mejorar la economía; similares a los bonos temporales que en la región se distribuyen por gobiernos populistas. Lo que podría resultar una nueva y eficaz carnada para atraer votantes.

 

Sin embargo, las encuestas como en el pasado, dan como probable ganador y por amplio margen al candidato demócrata; lo que no garantiza necesariamente que eso vaya a ocurrir el día de la elección. La única esperanza de cambio y de evitar llegar a un punto de no retorno, está en manos de una mayoría de estadounidenses y de migrantes legales e ilegales; quienes negándose a votar en favor de Trump el próximo tres de noviembre, podrían ponerle fin a la afrenta. Particularmente en favor de aquellos sobre cuya cabeza pende aún la amenaza de detención, expulsión y separación definitiva del país donde no los quieren y, de sus familiares consanguíneos que tienen allí, asegurada su permanencia definitiva.


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