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Elecciones en tiempos del virus y la corona parte II

Repito, una vez más, lo que dije en el anterior artículo: nosotros  somos los culpables de seguir eligiendo a los mismos sinvergüenzas, a los corruptos que van de un partido político a otro para ser nuevamente elegidos, pasando de diputado a senador o viceversa, de consejero departamental a subgobernador, de subgobernador a diputado, a alcalde, a gobernador y de nuevo a diputado; así sucesivamente, quedándose años en el poder, viviendo tal que parásitos, chupando la sangre de los pobres y malgastando los erarios del Estado.

La prensa, los medios de comunicación, son también parcialmente culpables por seguir dándoles cobertura, invitándolos a entrevistas, acercándoles el micrófono para que nos cuenten historias. Historias que nadie cree pero que ocupan titulares y noticieros. Entonces nace (ya lo dije) la urgencia de nuevos líderes. Es necesaria la presencia de una nueva generación.

Una nueva generación de líderes, que destierre todo tipo de taras y complejos, que destierre todo tipo de odios y racismo. Bolivia necesita de líderes probos, honestos, que destierren la corrupción y la mentira, esos virus que han carcomido nuestra política y que se han dedicado a propagar el divisionismo, a promover el racismo, virus que han sido alimentados por los uno y los otros con el fin de perpetuarse en el poder.

El pueblo sufre las consecuencias de esos virus. Uno de ellos se ha incrustado en el gobierno con el retorno de la democracia desde hace casi 40 años, haciendo padecer al pueblo de solapada represión y escondidas penurias económicas. El otro virus pululando en los corruptos que desde hace 4 décadas saquean las arcas del Estado, élites palaciegas cada vez más ricas mientras el pueblo vive de las migajas que aquellos dan para tapar las bocas.

Se gobierna bajo la filosofía de Joseph Goebbels (nazi propagandista de Adolfo Hitler) quien decía: “hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades, son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento”. “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”, “cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque”. “Si no puedes negar las malas noticias inventa otras que las distraigan”.

Podríamos seguir citando a este ministro nazi y nos faltarían páginas para seguir escribiendo y describiendo que nada es diferente en la Bolivia actual.

Algunos azuzadores, agitadores empedernidos, de seguro se decían que el pueblo hambriento saldría a saquear los negocios, los súpermercados. Estuvieron totalmente equivocados.

El pueblo, a pesar de las leyes de restricciones y amenazas, siguió trabajando. La mujer humilde, con la wawa en las espaldas, siguió recorriendo las calles, vendiendo sus pequeños productos para llevar el pan a su mesa. El hombre de campo siguió cultivando las tierras para que los citadinos pudieran ser alimentados.

Sin embargo, en tiempos de la pandemia, tampoco descansó la corrupción. Está en su pico más alto. Todos los que manejan dineros del presupuesto para combatir el Covid 19, hacen su “agosto”. Ahí están alcaldes, gobernadores y autoridades, sin distinción partidista, comprando productos e insumos de lucha contra el coronavirus con elevadísimos sobreprecios.

La corrupción: esa es el verdadero virus. Virus que llegó desde hace mucho y se quedó para siempre. Llegó con los mimetizados de pobres, con los disfrazados de demócratas, con los estafadores y cuentacuentos quienes, usando las banderas de la justicia, sólo buscan construir con engaños sus fortunas.

Los cleptómanos convertidos en cleptócratas  y los mitómanos convertidos en mitócratas, nos vienen intoxicando con historias absurdas con el fin de desviar nuestra atención y adormecer nuestra indignación. Estos virus humanos se han adueñado de lo ajeno durante décadas sin tregua ni pausa.  Y lo sabemos todos, impotentes e incautos. Sentimos la corrupción como testigos lejanos, prisioneros de una realidad que nos atonta, dejándonos sin la voluntad de rebelarnos.

Reitero que nadie inventa nada: los medios de comunicación se encargan de destapar la cloaca al publicar las denuncias. ¿Citar las fuentes? ya ni es necesario, basta con que usted use su buscador Google y le dará una lista de hechos delictivos relacionados con la política cleptomaniaca en Bolivia.

Entonces surge la urgencia de una nueva generación de líderes que aglutinen al campo y la ciudad, un gran frente sin mancha y sin pasado. Una generación de jóvenes patriotas, jóvenes milenials, formados en las aulas de las academias de líderes.

Pero, como es de suponer, en estas elecciones ya no será posible la participación de este grupo de jóvenes como candidatos, ya están ahí los mismos presidenciables, los que ya fueron, los que pudieron ser, los que pretenden ser, los políticos de siempre. Por cierto, ninguno merece ser el o la presidente de Bolivia.

Oh sí, hoy, más que nunca, necesitamos una nueva generación de hombres y mujeres, jóvenes tecnócratas que no mientan, que real y verdaderamente respeten la carta magna, los derechos de los pueblos indígenas y los derechos humanos.  

Continuará…


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