ENTRE LOCURA, PODER, VERDADES Y MENTIRAS

«En muchas ciudades los pobres reclaman el reparto de tierras y la abolición de las deudas. Cuando un pueblo llega a eso, el sentimiento de los deberes para con el estado se halla muy próximo a desaparecer. La democracia solo piensa en favorecer a los pobres, la oligarquía solo conoce a los ricos, y los dos partidos, cerrando los ojos a las necesidades y los intereses de la ciudad-estado, fomentan su ruina.»

Este párrafo, que podría haber sido escrito ayer, fue pensado por aristóteles 300 años antes de Cristo (Aristóteles, Política, libro III). Pasaron 23 siglos y las sociedades humanas no parecen haber cambiado demasiado. ¿No dicen que solo un loco puede esperar resultados diferentes mientras realiza siempre idénticas acciones?

 

LOS LOCOS Y LOS NIÑOS

Es un lugar común también repetir que los locos y los niños dicen la verdad. Seguramente esto tampoco sea una verdad. Y además, puede ser que el concepto de verdad esté sobrevaluado, porque lo real, frecuentemente, resulta bastante indefinido. Realidades obvias como el cielo azul o los rayos de sol -tantas veces dibujados- no existen más que en una idealización formada por nuestras percepciones:  «Solo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas.» (immanuel kant, Crítica de la razón pura).

Quienes decimos no mentir, prácticamente mentimos todo el tiempo: hacemos un gesto de aprobación cuando no estamos de acuerdo para nada con algo, mostramos una sonrisa cuando temblamos de ira, y cosas así, necesarias e indispensables en una sociedad civilizada. Aunque en nuestro descargo también diremos que científicamente se demuestra que la “mentira” o la “técnica del engaño” forma parte esencial de la estrategia de supervivencia de una especie. Y no solo de la especie humana. Otra cosa muy distinta es la deslealtad la traición la manipulación, obras maestras de la mentira, no hablo de eso. Hablo de la mentira natural, asociada a lo inmediato de la supervivencia, una capacidad que las neurociencias postulan que adquirimos entre los 3 a los 5 años de edad. Entonces, tampoco los niños dirían toda la verdad...

 

LOCURA Y PODER

¿Percibe un loco la realidad con una claridad deslumbrante, o tal vez por eso quedó fuera de “esa realidad”? No hay respuestas. Personalmente he visto la mirada detrás de la demencia, he visto detrás de sus ojos: una mente atrapada en un cuerpo que ha decidido vivir por su cuenta, o un cuerpo y mente invadidos por la senilidad. Se vive dentro de una fractura de la realidad, en un límite ni dentro ni fuera, en una “autodesposesión” sin defensa posible.

El escritor philip k dick estaba clínica, mentalmente enfermo. Él lo sabía, todo su entorno también, y sus actos lo evidenciaban... Fue un escritor genial. Cuando alrededor de 1970 publica su novela El hombre en el castillo (Man in the high castle) sin duda tenía mucho sentido la visión relatada en este libro, que de manera elíptica cuestionaba profundamente el momento político de su país. Lo increíble, lo lamentable si se quiere, es que han pasado 50 años y siga siendo un texto que se adapta de alguna forma al mundo de hoy, a pesar de ser una distopía-ficción, o tal vez por eso exactamente, porque esto ya parece una ficción distópica. Ahí escribía:

«Vivían en un mundo psicótico. Los locos estaban en el poder. ¿Desde cuándo? ¿Y cuántos se daban cuenta? [ ... ] Si uno tenía conciencia de estar loco ya no estaba loco, quizá. O empezaba a volverse cuerdo, y despertaba al fin. Le parecía a Baynes que sólo unos pocos lo entendían así. Gente aislada, aquí y allá. Pero, ¿y qué pensaban las masas? Todos esos cientos de miles que vivían en esa ciudad, por ejemplo. ¿Imaginaban que vivían en un mundo cuerdo? ¿O vislumbraban, sospechaban la verdad? Pero en verdad era difícil saber qué significaba eso: estar loco. Loco: una definición legal, lo percibo, lo veo, ¿pero qué es? Es algo que hacen, pensó, algo que son. Algo que estaba en el inconsciente de estos hombres. No sabían nada de los demás. No eran conscientes de lo que hacían a otros, de lo que habían destruido y de lo que estaban destruyendo. No, no eso exactamente. Lo sentía, lo intuía, pero no podía explicarlo. Eran crueles sin sentido, cierto, pero había algo más. ¿No veían la totalidad de lo real? »

p.k.dick

man in the high castle

 

¿No es esta una buena imagen de la locura del poder? Un texto de ficción, despojado como está de la necesidad de reflejar lo “real” puede encontrar los huecos para mirar el campo más allá de este jardín protegido por las murallas anchas de lo cotidiano. ¿Y si aceptamos por un instante que no todo es tal como parece? ¿Que la filosofía cartesiana puede no ser tan efectiva? ¿que nos autoimponemos esta cordura mentirosa para caminar con las muletas de la costumbre en una realidad que no es para nada tan obvia y -mucho menos- segura?

UNA REALIDAD MUCHO MENOS OBVIA

En este pensamiento me detengo. Porque son momentos en que lo imposible puede suceder o está sucediendo en todo el mundo, estructurando una realidad mucho menos obvia y con tendencia al caos. La novelista norteamericana margareth atwood advertía sobre los cambios que están ocurriendo en la primera potencia “democrática” mundial: “Habiendo nacido en 1939 y tomado conciencia durante la Segunda Guerra Mundial, supe que el orden establecido siempre puede desaparecer de la noche a la mañana. El cambio también podría ser tan rápido como un rayo. No puedes confiarte en que “Eso no podría pasar aquí!”: cualquier cosa puede pasar en cualquier lugar, dadas las circunstancias.”

Y esto es mucho más probable en sociedades tibiamente democráticas como las nuestras, listas siempre a ofrecer castigos, cárcel, procesos, golpes, contragolpes y maldiciones bíblicas al “enemigo”, a “ellos”, a “los otros”: es decir, a quien no participe de mi visión -sesgada y personal- de la realidad, o no sea cómplice de mis intereses. Tentar a lo imposible empujando irresponsablemente a las personas al odio y la violencia es jugar con fuego. Hablar trivialmente de dictaduras, descalificar al adversario por una sigla o una letra (casi como coserle una estrella amarilla en la solapa), identificar una condición moral con un partido político, acusar sin pruebas, encarcelar sin acusaciones, amenazar y mentir, mentir, siempre mentir, todos métodos usuales de los peores fascismos resultan ya tan frecuentes que nos pasan desapercibidos; y pueden ser usados por funcionarios y exfuncionarios, empresarios y comunicadores, gerentes, economistas, o personas comunes medianamente bobas, medianamente desinformadas o arteramente parcializadas hacia sus propios beneficios. Muchos, escéptica y convenientemente, difunden el mensaje de que la política y los políticos son un mundo corrupto. Pero entre justos y pecadores siempre son más numerosos los pecadores, aunque los justos son los únicos que van al martirio. Tratan de confundirnos, pero la actividad política es la única defensa que tenemos, el único sistema que tenemos. Un empresario no es “per se” un líder cívico, un buen gerente no es equivalente a un activista social, un militar no es un espíritu compasivo que observa y atiende las necesidades de las personas. Así que solo nos queda la política, que es la aptitud humana para el diálogo, y sin política no hay sociedad civilizada.

Cuando cada uno defiende una pretendida “verdad”, en el nosotros contra ellos, en el rojo contra azul, nos están llevando a un límite de resultados imposibles de predecir.

AGOSTO 2020

«Los hartos hablan a los hambrientosde los grandes tiempos que vendrán.»

«Los que llevan la nación al abismoafirman que gobernar es demasiado difícilpara el hombre sencillo.»

De: CATÓN DE GUERRA ALEMÁNbertolt brecht / berlín, 1937-38

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