“El vendedor de cherries”: La vista gorda y muy flaco el sentido común...

Cherris Cherris, lleve cherriiiiis... Tomates cherri cherriiiiis... –escucho bajo mi ventana. 
Parece la voz de una mujer joven. Pero no: es un chico. 
¿Nueve... ocho años? Se parece a mi hijo, se parece a la hija de muchas, de muchos de nosotros... aunque él vende tomates. 
Hoy es domingo 21 de junio, invierno 2020. 
Podría ser abril de 2001, podría ser agosto de 1929. 
Hoy es Tarija. Podría ser Ciudad del Cabo, Manila, Lima, Salta, Guayaquil...
Bajo. Hablo con él, es tímido pero vivaz, inteligente, niño campesino. Una criatura hermosa y dulce sentada en el umbral de mi puerta frente a una caja con bolsitas de red llenas de tomates cherries.
– Esta es de cinco, y esta de diez...
¿Cuánto hace que no los escuchaba voceando mercancía? Desde que los empleaban en los micros, ¿cuánto hace de esto, diez, doce años...? A veces durmiéndose en un asiento y el chofer que los reprendía “voceá voceá llok’alla!!” y casi dormida la guagua sacaba la cabeza por la ventanilla y gritaba con una voz más allá de sus fuerzas y una jerga más allá de toda comprensión “mercadolalomacaaam pesinoparad al norte tooomatitas...”
¿Cuánto hace? ¿Cuánto? 
Y ahora de nuevo en la calle en medio de la gente de los virus letales o no letales en medio de una nueva pobreza más que una nueva normalidad, pero casi la misma de siempre, la pobreza que no fue erradicada la que nos vendieron desde el socialismo del siglo xxi o el capitalismo salvaje del xx o el neoultraliberalismo del xxii, pero contra la que nadie se rebeló esa violencia de forma de fondo, estructural, enfermiza.
¿No se pudo o no se quiere re-al-mente cambiar? ¿Y a alguien le importó? 
A mí, no. No lo suficiente, sin duda. A pocos les importó lo suficiente. Es obvio.
Una persona en la calle, un niño solo, invisible. Cuanto más necesitada más invisible a los ojos, en perfecta proporción inversa. La distribución es la respuesta. Todos, todas lo sabemos, pero tenemos la vista gorda y muy flaco el sentido común. Nadie cede un milímetro de privilegios, ni desde mi ONG o desde mi púlpito o mi puestito burocrático: el hijo único no comparte sus juguetes porque jamás lo aprendió. Mea culpa: no me importa la situación de esa guagua que vende cherries en la vereda. Hasta creo es que legalmente aceptado que trabaje.
– Cherris cherriiiiis... Tomates señora cherriiiiis...
No es mi problema. O sí, aunque personal. Pero en sociedad, un Estado nos cubre a todas y a todos con su bandera su frontera sus cantos y sus iconografías, ¿o no era eso?
A propios y extraños, benditos y malditos, santos y demonios: puedes entrar en una u otra categoría en algún momento, porque hoy estás en la cúspide del poder pero mañana te persiguen los lobos... 
Esta economía de mercado produce una “sociedad de mercado”, consumidores antes que ciudadanos y mercancías antes que personas. La emprendedora vida que se nos propone es una empresa que genera ganancias y pérdidas, y si está quebrada... debe desaparecer.
...
Siguen las bocinas escapes de autos puertas que se abren persianas que se cierran gente que pasa que compra que vende que circula por los mercados fenicios de cada mediodía. Sigue voceando el vendedor de tomates cherries. Es una dulce metáfora viva de preocupación y esperanza en la esquina de 15 de abril y ramón rojas. 
¿Puede el arte, la filosofía, la ciencia, la política, en ese orden, modificar algo? Parches no, sino nuevas ideas y sensibilidades, visiones maternales antes que militares, proyectos comunes de producción, nuevas formas de distribución y re-distribución, otras lógicas de educación otras formas de consumo... Sacudirnos las canas los prejuicios viejos la quietud la esclerosis la mala fe. Librar a los jóvenes de llevar al mundo a donde en realidad nosotros lo pusimos; dejar de violentar a los niños, amarlos y dejarlos crecer jugar creer y ser libres, respetarlos y cuidarlos: ¿no era eso lo que debíamos hacer? Y sin nada más que eso (sin nada menos) ellas y ellos, niñas y jóvenes aún no contaminados de poder, nos devolverán amor y fortaleza. 
– Hay cherris cherris... lleve cherriiiiis...
¿Hasta cuándo?
*De: “Comentarios Reales sobre Personajes de casi Ficción”


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