Países andinos: “enanismo empresarial”, salarios y productividad bajos
Si bien existen diferencias importantes entre los países latinoamericanos, un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) identifica algunos factores comunes que están asociados al retraso de la productividad en la región andina, y que “por su magnitud pueden considerarse...
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Si bien existen diferencias importantes entre los países latinoamericanos, un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) identifica algunos factores comunes que están asociados al retraso de la productividad en la región andina, y que “por su magnitud pueden considerarse como las principales causas de la falta de convergencia del ingreso per cápita con las economías más avanzadas”.
El citado estudio, coordinado y editado Marta Ruiz-Arranz y María Cecilia Deza, identifica cuatro factores comunes a este problema: “enanismo empresarial, informalidad y elevado nivel de autoempleo, subdesarrollo del sector exportador no tradicional, y limitado desarrollo financiero”.
Respecto al primer factor, el denominado enanismo empresarial, las expertas notan que aunque las microempresas son muy numerosas en todas las economías del mundo, incluso las más avanzadas, en los países andinos estas empresas se destacan por emplear un porcentaje muy alto de la fuerza laboral.
Así, en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú las microempresas (definidas para el caso boliviano como empresas unipersonales) emplean entre un 50% y un 80% de la fuerza laboral, “y estas son las tasas más altas de una muestra de países avanzados y de América Latina y el Caribe”.
Particularmente en Bolivia, los datos presentados por el informe del BID muestran que las microempresas representan un 80% del total de empresas registradas, y que a su vez, éstas emplean a más del 70% del total de personas que trabajan en empresas.
Por otra parte, el citado estudio resalta que la importancia de las microempresas en el total del universo empresarial de la región andina “no parece ser muy diferente con respecto a otros países de América Latina y el Caribe o de la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económicos (OCDE, que reúne a países desarrollados)”, lo que implica que las empresas medianas y grandes de los países andinos son comparativamente más pequeñas en términos de empleados.
“Así, parece existir una escasez relativa de empresas grandes y un subdimensionamiento de la cantidad de empleados de las firmas a lo largo del espectro de tamaño”, agregan al respecto Ruiz-Arranz y Deza.
“Enanismo empresarial” y baja productividad
Por su parte, la productividad (medida como la productividad total de los factores, PTF) de las empresas pequeñas en la región andina es” considerablemente menor” que la de las empresas más grandes.
Según el BID, esta diferencia de productividades no se debe solo a la existencia de algunas empresas sumamente exitosas entre las grandes. “Por el contrario, las empresas más pequeñas tienen una productividad uniformemente más baja”. Y si bien este patrón se repite en todos los países, la brecha de productividades entre los dos grupos es “mucho más pronunciada” en los países andinos que en economías avanzadas.
Como ejemplo, el informe cita los de Ecuador y Perú, donde las microempresas alcanzan una productividad laboral equivalente solo a entre 5% y 6% del nivel de las empresas grandes, mientras que en economías avanzadas la razón llega al 57%.
Y es que, en general, las empresas de menor tamaño de la región andina se concentran en los sectores de la construcción, el comercio y los servicios, que son en sí mismos “los de menor productividad laboral, y a su vez los que concentran la mayor proporción del empleo” en estos países, incluido Bolivia.
Las expertas del BID aclaran que, en el caso de los países andinos, las brechas de productividad entre empresas grandes, pequeñas y micro, tienen características distintas a las de los países desarrollados.
En estas últimas, las brechas se deben generalmente a que existe un grupo de empresas especialmente exitosas, que son líderes mundiales, caracterizadas por ser más grandes y rentables, más nuevas, más intensivas en capital, poseen más patentes y son a menudo multinacionales.
En cambio, las brechas de productividad en los países andinos se deben a que ambos grupos –empresas grandes versus las micro y pequeñas- son “fundamentalmente distintos”.
Productividad y fracaso empresarial
Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del año 2015, la productividad de las microempresas de los países andinos es tan baja debido a factores como: la falta de experiencia y capacitación de los dueños de las empresas y de los trabajadores, la escasa innovación y modernización del capital, además de restricciones crediticias, y condiciones informales de trabajo, entre otros factores.
Por su parte, el BID resalta que los datos de remuneración laboral también reflejan estos diferenciales de productividad: “los ingresos de los trabajadores de las empresas grandes son de dos a tres a veces mayores que los de las pequeñas”.
Y justamente debido a su baja productividad, las micro y pequeñas empresas se caracterizan por su alto grado de “mortalidad” y el débil crecimiento de aquellas que sobreviven. En Ecuador y Perú, por ejemplo, la probabilidad que tiene una microempresa de desaparecer en los próximos 5 años asciende al 53% y al 45% respectivamente.
Además, la mayoría de las micro y pequeñas empresas que sobreviven no logran crecer.
Datos del BID dan cuenta que en Bolivia, el 63% de las microempresas y el 81% de las pequeñas empresas que logran sobrevivir, no crecen.
Al respecto, Ruiz-Arranz y Deza consideran que si bien existe una alta rotación empresarial, ésta no es consecuencia de un proceso de “destrucción creativa”, por el cual las firmas menos productivas son desplazadas fuera del mercado en un contexto de progreso de la dinámica industrial (como sugería hace mucho tiempo Joseph Schumpeter), sino que “se trata de un fenómeno que solo refleja una alta tasa de fracasos entre las empresas más pequeñas”.
En suma, el hecho de que el mercado empresarial y el empleo estén concentrados en empresas de tamaño reducido, con baja productividad laboral y salarios, y con grandes probabilidades de desaparecer o de no crecer, “implica que los recursos productivos no están siendo asignados a sus usos más eficientes, lo que tiene implicancias adversas sobre la productividad agregada”, agregan.
Informalidad, autoempleo
Otro de los factores relacionado con la baja productividad en los países andinos es la elevada informalidad y el autoempleo, y según el BID, ello está “íntimamente ligado al síntoma tratado previamente”.
Para Ruiz-Arranz y Deza, la alta informalidad y autoempleo se debe, por un lado, “a la proliferación de empresas pequeñas que representan una alternativa viable para trabajadores de ingresos bajos y poca calificación”, y por otro lado, “a la falta de oportunidades en el mercado formal, lo que lleva a optar por el autoempleo, aunque la prima salarial sea negativa”.
En Bolivia, empresarios y analistas han advertido que además de estos factores, las pesadas y engorrosas cargas impositivas, sociales y laborales (al que se suma últimamente el doble aguinaldo) también generan fuertes desincentivos para formalizarse, invertir, innovar y mejorar la productividad.
Los datos del BID muestran el porcentaje de personas empleadas en el sector informal, como promedio de Latinoamérica, llega al 59%. República Dominicana, Colombia, México, Guatemala, El Salvador, Honduras y Guatemala (en ese orden ascendente) superan el promedio latinoamericano de informalidad, con cifras que van de 59,2 al 79%.
Sin embargo, Bolivia se lleva la medalla de la informalidad, pues su población empleada en este sector es del 81,1%, según reflejan los datos del BID.
“Así caracterizado, el mercado de trabajo de la región andina difícilmente aporta a la productividad agregada y al crecimiento”, agregan las expertas.
Por otra parte, la OIT ha definido cuatro categorías para los autoempleados: 1) patronos o empleadores, 2) trabajadores por cuenta propia, 3) miembros de cooperativas de productores, y 4) trabajadores familiares.
Según el BID, en la región andina, los trabajadores por cuenta propia constituyen la mayor parte de los autoempleados y en muchos casos abarcan una parte importante del empleo total.
De hecho, en Bolivia el autoempleo significa más del 60% del total de la población empleada, con lo que se constituye en el país con mayor nivel de autoempleo entre los países andinos, según los datos de la OIT y Penn World Tables, procesados por investigadores del BID.
“Además, la importancia del autoempleo en la región andina es mayor de lo que correspondería según su nivel de desarrollo, lo que refuerza la idea de que las empresas medianas y grandes no son capaces de generar empleos para un segmento importante de la población”, agregan Ruiz-Arranz y Deza.
Las expertas también advierten que la presencia del autoempleo suele estar asociada a una baja productividad agregada, debido principalmente a dos factores: “1) la incapacidad de los mercados laborales de la región para crear una masa significativa de empleo asalariado adecuado, y 2) la concentración del grueso del autoempleo en sectores de baja productividad, como servicios (Colombia y Venezuela), lo cual incluye construcción, transporte, servicios sociales y servicios básicos, y comercio (Bolivia, Ecuador y Perú)”.
Subdesarrollo del sector exportador no tradicional
No es ningún secreto que las exportaciones en los países andinos están básicamente limitadas al sector extractivo, principalmente petrolero y minero. Y aun después de la caída reciente de los precios de las materias primas, el sector exportador no extractivo representa una minoría de las exportaciones totales.
Las ventas externas totales se encuentran fuertemente concentradas en pocos productos y en pocos mercados. Y como es de esperarse, esta estructura de exportación es muy sensible a las fluctuaciones de precios, generando alta vulnerabilidad externa en las economías de estos países.
El BID interpreta el escaso desarrollo y la poca diversificación de las exportaciones como un obstáculo para el crecimiento de la productividad porque “tiende a aislar a las empresas de las tecnologías y prácticas de gestión más avanzadas, limita el potencial de las economías de escala y el grado de competencia que las firmas enfrentan en los mercados, dificulta la participación en cadenas globales de valor, e indirectamente encarece los bienes de capital e insumos productivos importados”.
Además, “la escasa participación en el comercio internacional desalienta el flujo de inversión extranjera directa (IED), que es un vehículo de transmisión de tecnología y productividad, especialmente cuando puede complementarse con capital humano local”, agrega el informe.
Finalmente, el limitado desarrollo financiero es otro aspecto que puede estar frenando la puesta en marcha de emprendimientos productivos y desincentivando las inversiones que favorecen la eficiencia económica y la productividad agregada. Aunque esto tendrá que ser materia de otro análisis.
El citado estudio, coordinado y editado Marta Ruiz-Arranz y María Cecilia Deza, identifica cuatro factores comunes a este problema: “enanismo empresarial, informalidad y elevado nivel de autoempleo, subdesarrollo del sector exportador no tradicional, y limitado desarrollo financiero”.
Respecto al primer factor, el denominado enanismo empresarial, las expertas notan que aunque las microempresas son muy numerosas en todas las economías del mundo, incluso las más avanzadas, en los países andinos estas empresas se destacan por emplear un porcentaje muy alto de la fuerza laboral.
Así, en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú las microempresas (definidas para el caso boliviano como empresas unipersonales) emplean entre un 50% y un 80% de la fuerza laboral, “y estas son las tasas más altas de una muestra de países avanzados y de América Latina y el Caribe”.
Particularmente en Bolivia, los datos presentados por el informe del BID muestran que las microempresas representan un 80% del total de empresas registradas, y que a su vez, éstas emplean a más del 70% del total de personas que trabajan en empresas.
Por otra parte, el citado estudio resalta que la importancia de las microempresas en el total del universo empresarial de la región andina “no parece ser muy diferente con respecto a otros países de América Latina y el Caribe o de la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económicos (OCDE, que reúne a países desarrollados)”, lo que implica que las empresas medianas y grandes de los países andinos son comparativamente más pequeñas en términos de empleados.
“Así, parece existir una escasez relativa de empresas grandes y un subdimensionamiento de la cantidad de empleados de las firmas a lo largo del espectro de tamaño”, agregan al respecto Ruiz-Arranz y Deza.
“Enanismo empresarial” y baja productividad
Por su parte, la productividad (medida como la productividad total de los factores, PTF) de las empresas pequeñas en la región andina es” considerablemente menor” que la de las empresas más grandes.
Según el BID, esta diferencia de productividades no se debe solo a la existencia de algunas empresas sumamente exitosas entre las grandes. “Por el contrario, las empresas más pequeñas tienen una productividad uniformemente más baja”. Y si bien este patrón se repite en todos los países, la brecha de productividades entre los dos grupos es “mucho más pronunciada” en los países andinos que en economías avanzadas.
Como ejemplo, el informe cita los de Ecuador y Perú, donde las microempresas alcanzan una productividad laboral equivalente solo a entre 5% y 6% del nivel de las empresas grandes, mientras que en economías avanzadas la razón llega al 57%.
Y es que, en general, las empresas de menor tamaño de la región andina se concentran en los sectores de la construcción, el comercio y los servicios, que son en sí mismos “los de menor productividad laboral, y a su vez los que concentran la mayor proporción del empleo” en estos países, incluido Bolivia.
Las expertas del BID aclaran que, en el caso de los países andinos, las brechas de productividad entre empresas grandes, pequeñas y micro, tienen características distintas a las de los países desarrollados.
En estas últimas, las brechas se deben generalmente a que existe un grupo de empresas especialmente exitosas, que son líderes mundiales, caracterizadas por ser más grandes y rentables, más nuevas, más intensivas en capital, poseen más patentes y son a menudo multinacionales.
En cambio, las brechas de productividad en los países andinos se deben a que ambos grupos –empresas grandes versus las micro y pequeñas- son “fundamentalmente distintos”.
Productividad y fracaso empresarial
Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) del año 2015, la productividad de las microempresas de los países andinos es tan baja debido a factores como: la falta de experiencia y capacitación de los dueños de las empresas y de los trabajadores, la escasa innovación y modernización del capital, además de restricciones crediticias, y condiciones informales de trabajo, entre otros factores.
Por su parte, el BID resalta que los datos de remuneración laboral también reflejan estos diferenciales de productividad: “los ingresos de los trabajadores de las empresas grandes son de dos a tres a veces mayores que los de las pequeñas”.
Y justamente debido a su baja productividad, las micro y pequeñas empresas se caracterizan por su alto grado de “mortalidad” y el débil crecimiento de aquellas que sobreviven. En Ecuador y Perú, por ejemplo, la probabilidad que tiene una microempresa de desaparecer en los próximos 5 años asciende al 53% y al 45% respectivamente.
Además, la mayoría de las micro y pequeñas empresas que sobreviven no logran crecer.
Datos del BID dan cuenta que en Bolivia, el 63% de las microempresas y el 81% de las pequeñas empresas que logran sobrevivir, no crecen.
Al respecto, Ruiz-Arranz y Deza consideran que si bien existe una alta rotación empresarial, ésta no es consecuencia de un proceso de “destrucción creativa”, por el cual las firmas menos productivas son desplazadas fuera del mercado en un contexto de progreso de la dinámica industrial (como sugería hace mucho tiempo Joseph Schumpeter), sino que “se trata de un fenómeno que solo refleja una alta tasa de fracasos entre las empresas más pequeñas”.
En suma, el hecho de que el mercado empresarial y el empleo estén concentrados en empresas de tamaño reducido, con baja productividad laboral y salarios, y con grandes probabilidades de desaparecer o de no crecer, “implica que los recursos productivos no están siendo asignados a sus usos más eficientes, lo que tiene implicancias adversas sobre la productividad agregada”, agregan.
Informalidad, autoempleo
Otro de los factores relacionado con la baja productividad en los países andinos es la elevada informalidad y el autoempleo, y según el BID, ello está “íntimamente ligado al síntoma tratado previamente”.
Para Ruiz-Arranz y Deza, la alta informalidad y autoempleo se debe, por un lado, “a la proliferación de empresas pequeñas que representan una alternativa viable para trabajadores de ingresos bajos y poca calificación”, y por otro lado, “a la falta de oportunidades en el mercado formal, lo que lleva a optar por el autoempleo, aunque la prima salarial sea negativa”.
En Bolivia, empresarios y analistas han advertido que además de estos factores, las pesadas y engorrosas cargas impositivas, sociales y laborales (al que se suma últimamente el doble aguinaldo) también generan fuertes desincentivos para formalizarse, invertir, innovar y mejorar la productividad.
Los datos del BID muestran el porcentaje de personas empleadas en el sector informal, como promedio de Latinoamérica, llega al 59%. República Dominicana, Colombia, México, Guatemala, El Salvador, Honduras y Guatemala (en ese orden ascendente) superan el promedio latinoamericano de informalidad, con cifras que van de 59,2 al 79%.
Sin embargo, Bolivia se lleva la medalla de la informalidad, pues su población empleada en este sector es del 81,1%, según reflejan los datos del BID.
“Así caracterizado, el mercado de trabajo de la región andina difícilmente aporta a la productividad agregada y al crecimiento”, agregan las expertas.
Por otra parte, la OIT ha definido cuatro categorías para los autoempleados: 1) patronos o empleadores, 2) trabajadores por cuenta propia, 3) miembros de cooperativas de productores, y 4) trabajadores familiares.
Según el BID, en la región andina, los trabajadores por cuenta propia constituyen la mayor parte de los autoempleados y en muchos casos abarcan una parte importante del empleo total.
De hecho, en Bolivia el autoempleo significa más del 60% del total de la población empleada, con lo que se constituye en el país con mayor nivel de autoempleo entre los países andinos, según los datos de la OIT y Penn World Tables, procesados por investigadores del BID.
“Además, la importancia del autoempleo en la región andina es mayor de lo que correspondería según su nivel de desarrollo, lo que refuerza la idea de que las empresas medianas y grandes no son capaces de generar empleos para un segmento importante de la población”, agregan Ruiz-Arranz y Deza.
Las expertas también advierten que la presencia del autoempleo suele estar asociada a una baja productividad agregada, debido principalmente a dos factores: “1) la incapacidad de los mercados laborales de la región para crear una masa significativa de empleo asalariado adecuado, y 2) la concentración del grueso del autoempleo en sectores de baja productividad, como servicios (Colombia y Venezuela), lo cual incluye construcción, transporte, servicios sociales y servicios básicos, y comercio (Bolivia, Ecuador y Perú)”.
Subdesarrollo del sector exportador no tradicional
No es ningún secreto que las exportaciones en los países andinos están básicamente limitadas al sector extractivo, principalmente petrolero y minero. Y aun después de la caída reciente de los precios de las materias primas, el sector exportador no extractivo representa una minoría de las exportaciones totales.
Las ventas externas totales se encuentran fuertemente concentradas en pocos productos y en pocos mercados. Y como es de esperarse, esta estructura de exportación es muy sensible a las fluctuaciones de precios, generando alta vulnerabilidad externa en las economías de estos países.
El BID interpreta el escaso desarrollo y la poca diversificación de las exportaciones como un obstáculo para el crecimiento de la productividad porque “tiende a aislar a las empresas de las tecnologías y prácticas de gestión más avanzadas, limita el potencial de las economías de escala y el grado de competencia que las firmas enfrentan en los mercados, dificulta la participación en cadenas globales de valor, e indirectamente encarece los bienes de capital e insumos productivos importados”.
Además, “la escasa participación en el comercio internacional desalienta el flujo de inversión extranjera directa (IED), que es un vehículo de transmisión de tecnología y productividad, especialmente cuando puede complementarse con capital humano local”, agrega el informe.
Finalmente, el limitado desarrollo financiero es otro aspecto que puede estar frenando la puesta en marcha de emprendimientos productivos y desincentivando las inversiones que favorecen la eficiencia económica y la productividad agregada. Aunque esto tendrá que ser materia de otro análisis.