Sin propuestas, Evo recorta discurso en medio del caos
Analistas de uno y otro lado coinciden, aunque con matices. El discurso del presidente Evo Morales con motivo del 193 aniversario de la fundación de la Patria independiente sorprendió tanto por su dimensión, apenas 33 minutos, como por lo caótico de su presentación. El presidente Morales, en...



Analistas de uno y otro lado coinciden, aunque con matices. El discurso del presidente Evo Morales con motivo del 193 aniversario de la fundación de la Patria independiente sorprendió tanto por su dimensión, apenas 33 minutos, como por lo caótico de su presentación. El presidente Morales, en medio de un griterío tanto a favor como en contra de su permanencia en el poder, acabó por mezclar datos al tiempo que celebraba los datos del FMI sobre Bolivia para acabar criticándolo. La extraordinaria brevedad del discurso, de apenas 33 minutos cuando en promedio en sus anteriores intervenciones de estos doce años había estado casi en las dos horas, se tradujo en que el presidente no realizó ni un solo anuncio o propuesta para el país.
Abrió el fuego el vicepresidente Álvaro García Linera en su condición de presidente nato de la Asamblea Legislativa Plurinacionacional y como es costumbre, enmarcó el discurso institucional en un acto político partidario agradeciendo a Evo Morales por su gestión y advirtiendo que solo la estabilidad dotada por el Gobierno del MAS ha permitido a Bolivia el relativo crecimiento actual. “La única alternativa de un futuro digno y gratificante es pues la plurinacionalidad, la soberanía y la Agenda Bolivia 2025. Vayamos firmes y esperanzados por ella, nuestra querida Bolivia se merece que lleguemos a sus 200 años con dignidad e igualdad”.
El plato fuerte era el presidente Evo Morales, el esperado, y la oposición presente en el segundo patio de la Casa de la Moneda de Potosí había ahorrado fuerzas, garganta y decibeles para su intervención. Ni bien se paró ante el micro iniciaron los estribillos del “Bolivia Dijo No”, lo que fue respondido con gritos de “Evo, Evo” convirtiendo el escenario en una verdadera algarabía que desconcertó al presidente.
Sus primeras palabras fueron titubeantes y con una voz mucho más insegura que la habitual, lo que todavía enconó más los ánimos. La oposición soñaba con presentar un presidente nervioso y temeroso y Morales entregó su imagen en bandeja. “Gracias a la unidad del pueblo boliviano ahora hemos construido la nueva Bolivia, pero decirles en nuestra experiencia, cuando el pueblo está unido nada es imposible para el pueblo, esa es la experiencia vivida en este tiempo”, dijo envalentonando aún más a quienes se habían propuesto boicotear el acto inconstitucional.
Entrando al propio discurso, Morales, descolocado, intentó tirar de clásicos y refugiarse en sus citas célebres: “Ahora no mandan los gringos, mandan los indios” dijo con la convicción mermada de quien repite un chiste ante el mismo público. “Ya no están los Chicago Boys, ahora los Chuquiago Boys”, intentó bromear de nuevo sin éxito ante un público entregado a corear los mantras.
Antes y durante, Morales volvió a repetir las comparaciones descontextualizadas de empleo, crecimiento y bienestar. Desde el número de empresas hasta los paradigmáticos datos de empleo; desde las cifras de pobreza extrema hasta los de reservas internacionales. Todos ellos datos manejados por el emporio neoliberal adiestrado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Todos ellos datos de la ortodoxia financiera. Todos ellos datos extraídos y utilizados para mostrar músculo y justificar su permanencia en el poder. Ahora bien, para la galería, Morales acabó arengando: “No manda la embajada ni el Banco Mundial ni el FMI, económicamente”, aunque todo lo anterior lo pareciera.
Morales sí tuvo reflejos para responder con cierto aplomo a los últimos movimientos chilenos, que apoyados en la confusión y la división política en Bolivia, han aprovechado para presionar a la Corte Internacional de Justicia asegurando que, con una Bolivia en llamas, no habrá posibilidad de aplicar ningún otro veredicto que no les dé la razón en el diferendo marítimo que actualmente se delibera en La Haya.
“Ellos dicen que no se toca la Constitución, sus cinco primeras constituciones reconocieron que Bolivia tenía salida al mar y tantas cosas para responder a los chilenos. Hermanas y hermanos, estamos preparados para el post La Haya, esa es otra responsabilidad, y también estamos unidos para enfrentar esta reivindicación marítima”, sostuvo Morales.
Poco después de empezar anunció que acortaría su discurso por “el frío”. A los 33 minutos lo detuvo en medio del júbilo opositor, que había logrado su propósito y asestado una derrota contundente al presidente Evo Morales, incapaz de gestionar el escenario adverso y ofrecer propuestas alternativas. El 6 de agosto fue solo un día, pero que día.
Evo Morales recortó las propuestas
Los analistas más avezados habían previsto que Evo Morales haría algún anuncio relevante en su discurso del 6 de agosto con el objetivo de capitalizar la repercusión mediática y restar atención a las protestas del 21F. No se esperaban tampoco grandes revoluciones, sino algún anuncio en forma de fideicomisos o grandes inversiones sociales para 2019 que tuviera entretenidos a opositores en el ejercicio del poder en las subnacionales, o alguna iniciativa similar.
Sin embargo, el presidente Evo Morales no concedió ningún anuncio ni acción en el corto plazo y se limitó a describir los éxitos de su Gobierno dentro de la ortodoxia neoliberal clásica.
Abrió el fuego el vicepresidente Álvaro García Linera en su condición de presidente nato de la Asamblea Legislativa Plurinacionacional y como es costumbre, enmarcó el discurso institucional en un acto político partidario agradeciendo a Evo Morales por su gestión y advirtiendo que solo la estabilidad dotada por el Gobierno del MAS ha permitido a Bolivia el relativo crecimiento actual. “La única alternativa de un futuro digno y gratificante es pues la plurinacionalidad, la soberanía y la Agenda Bolivia 2025. Vayamos firmes y esperanzados por ella, nuestra querida Bolivia se merece que lleguemos a sus 200 años con dignidad e igualdad”.
El plato fuerte era el presidente Evo Morales, el esperado, y la oposición presente en el segundo patio de la Casa de la Moneda de Potosí había ahorrado fuerzas, garganta y decibeles para su intervención. Ni bien se paró ante el micro iniciaron los estribillos del “Bolivia Dijo No”, lo que fue respondido con gritos de “Evo, Evo” convirtiendo el escenario en una verdadera algarabía que desconcertó al presidente.
Sus primeras palabras fueron titubeantes y con una voz mucho más insegura que la habitual, lo que todavía enconó más los ánimos. La oposición soñaba con presentar un presidente nervioso y temeroso y Morales entregó su imagen en bandeja. “Gracias a la unidad del pueblo boliviano ahora hemos construido la nueva Bolivia, pero decirles en nuestra experiencia, cuando el pueblo está unido nada es imposible para el pueblo, esa es la experiencia vivida en este tiempo”, dijo envalentonando aún más a quienes se habían propuesto boicotear el acto inconstitucional.
Entrando al propio discurso, Morales, descolocado, intentó tirar de clásicos y refugiarse en sus citas célebres: “Ahora no mandan los gringos, mandan los indios” dijo con la convicción mermada de quien repite un chiste ante el mismo público. “Ya no están los Chicago Boys, ahora los Chuquiago Boys”, intentó bromear de nuevo sin éxito ante un público entregado a corear los mantras.
Antes y durante, Morales volvió a repetir las comparaciones descontextualizadas de empleo, crecimiento y bienestar. Desde el número de empresas hasta los paradigmáticos datos de empleo; desde las cifras de pobreza extrema hasta los de reservas internacionales. Todos ellos datos manejados por el emporio neoliberal adiestrado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Todos ellos datos de la ortodoxia financiera. Todos ellos datos extraídos y utilizados para mostrar músculo y justificar su permanencia en el poder. Ahora bien, para la galería, Morales acabó arengando: “No manda la embajada ni el Banco Mundial ni el FMI, económicamente”, aunque todo lo anterior lo pareciera.
Morales sí tuvo reflejos para responder con cierto aplomo a los últimos movimientos chilenos, que apoyados en la confusión y la división política en Bolivia, han aprovechado para presionar a la Corte Internacional de Justicia asegurando que, con una Bolivia en llamas, no habrá posibilidad de aplicar ningún otro veredicto que no les dé la razón en el diferendo marítimo que actualmente se delibera en La Haya.
“Ellos dicen que no se toca la Constitución, sus cinco primeras constituciones reconocieron que Bolivia tenía salida al mar y tantas cosas para responder a los chilenos. Hermanas y hermanos, estamos preparados para el post La Haya, esa es otra responsabilidad, y también estamos unidos para enfrentar esta reivindicación marítima”, sostuvo Morales.
Poco después de empezar anunció que acortaría su discurso por “el frío”. A los 33 minutos lo detuvo en medio del júbilo opositor, que había logrado su propósito y asestado una derrota contundente al presidente Evo Morales, incapaz de gestionar el escenario adverso y ofrecer propuestas alternativas. El 6 de agosto fue solo un día, pero que día.
Evo Morales recortó las propuestas
Los analistas más avezados habían previsto que Evo Morales haría algún anuncio relevante en su discurso del 6 de agosto con el objetivo de capitalizar la repercusión mediática y restar atención a las protestas del 21F. No se esperaban tampoco grandes revoluciones, sino algún anuncio en forma de fideicomisos o grandes inversiones sociales para 2019 que tuviera entretenidos a opositores en el ejercicio del poder en las subnacionales, o alguna iniciativa similar.
Sin embargo, el presidente Evo Morales no concedió ningún anuncio ni acción en el corto plazo y se limitó a describir los éxitos de su Gobierno dentro de la ortodoxia neoliberal clásica.