Mesa y el estigma funcional
¿Es Comunidad Ciudadana funcional al Movimiento Al Socialismo? ¿Por qué rechaza el revocatorio? ¿Mesa será candidato en 2025? La sombra de la sospecha se cierne sobre el único de los grandes protagonistas de los hechos de 2019 que queda en libertad



La historia política de Carlos Mesa está plagada de vericuetos y situaciones controvertidas de las que ha ido saliendo más o menos airoso. En esas ha pasado de ser el “compañero de fórmula ideal” que se acabó quedando Gonzalo Sánchez de Lozada en 2002 que rezumaba intelectualidad por sus dotes comunicativas, a ser un “traidor” y un gestor acobardado que acabó renunciando para entrar en un largo proceso de depuración que incluyó vocerías controvertidas, como la de la causa marítima, procesos de sanación con la élite cruceña y teorizaciones sobre el proceso de cambio de Evo Morales que luego le han perseguido como fantasmas.
Aún así, en el proceso de retorno a la intelectualidad en el que nunca dejó de ser medido como candidato por sus amigos en los medios paceños, volvió a convertirse en algo así como el opositor deseado para forjar una unidad que ningún otro parecía ser capaz de lograr, particularmente ni Samuel Doria Medina ni Tuto Quiroga, que son sus contemporáneos en esta lid de dirigir la oposición.
Mesa calculó poder rivalizar con Morales definitivamente en 2019 por dos motivos: el proceso de desgaste que habían sufrido tanto el propio Evo después del referéndum de 2016 como los opositores incapaces de articular un proyecto de unidad, y por lo que pudiera suceder con la demanda marítima, en la que se había involucrado de forma pulcra con la vocería que le daría crédito en caso de victoria, pero que no se sentiría culpable en caso de derrota. Apenas una semana después de que Bolivia perdiera el mar en la Corte Internacional de Justicia el 1 de octubre de 2018, Mesa lanzó su candidatura con un breve video en YouTube madrugando al resto de candidatos.
El ciclo 2019 – 2020
La reacción de la base popular opositora a la candidatura de Mesa fue en líneas generales buena, aunque en la construcción de su candidatura cometió casi todos los errores posibles. Acabó construyendo un partido sobre la sigla del viejo FRI de Motete Zamora y familia, construyó un núcleo duro habitado por sus compañeros de pupitre y eligió un vicepresidente gris y varón, aunque camba.
Aun así, soportó bien la presión de un Samuel Doria Medina que se resistía a quedarse fuera y sufrió la peor de las humillaciones por parte de los Demócratas de Rubén Costas, que lo atrajeron a una candidatura alternativa para no dejarlo después figurar en la papeleta.
La candidatura racional se impuso y en la última semana el voto útil traccionó bien incluso en Santa Cruz, donde Óscar Ortiz pagó la jugarreta a Doria Medina quedando como cuarta fuerza con un mísero 3% detrás de Comunidad Ciudadana, MAS y el excéntrico Chi Hyun Chung que cumplió el rol de outsider para arañarle votos al MAS entre jóvenes y evangélicos.
Carlos Mesa fue el que prendió la mecha de la resistencia popular clamando contra el fraude, aunque luego supo dar un paso al costado para dejarle todo el peso a Luis Fernando Camacho, que desde Santa Cruz coordinó el movimiento desde las calles y no desde esa plataforma multipartidaria pretendida por Mesa y que solo tuvo una reunión.
Curiosamente, cuando culminó el ciclo con Evo Morales en México y Jeanine Áñez en el trono de Plaza Murillo, Mesa había dejado de parecer el favorito y sufrió mucho los ataques tanto de Áñez como de Camacho cuando en 2020 se relanzó la campaña eterna mezclada con Covid. Los resultados lo dejaron al costado, sin posibilidad de segunda vuelta, sin un tercio de bloqueo matemático y con una terrible amenaza sobre su cabeza: el MAS clamaba venganza.
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Oposición discreta
Es verdad que Carlos Mesa pudo salir corriendo ni bien acabaron las elecciones de 2020, pero en lugar de eso, optó por hacer un compromiso firme de ser el líder de la oposición, una tarea compleja al no tener ni escaño en el Congreso ni siquiera ser dueño de un partido. Aún así, desde su tuiter y con las invitaciones a la Asamblea Plurinacional, trata de capitalizar la acción política.
En la breve campaña de 2020 Jeanine Áñez desempolvó el sambenito de “tibio” que el expresidente ya cargaba casi desde su época de periodista, al que se le ha unido el de la funcionalidad al MAS que los nostálgicos del MNR recuerdan a cada ocasión, ya que consideran que fue su accionar en la crisis de 2003 el que facilitó el ascenso de Morales.
Para otros sin memoria histórica son los hechos del presente los que construyen la imagen de la funcionalidad, pues al final, Jeanine Áñez y Luis Fernando Camacho están en prisión por los hechos de 2019 y Carlos Mesa apenas ha declarado por escrito. Estos son los cuadros del presente:
- Comunidad Ciudadana ha concedido sin mucha batalla todas las iniciativas legislativas de esta legislatura. Algunas como la Estrategia de Lucha contra el Enriquecimiento Ilícito, finalmente derogada por presión popular, pasó por la Asamblea sin que nadie observara nada.
- Las ausencias de Comunidad Ciudadana facilitaron la elección del Defensor del Pueblo, y no ha habido consecuencias posteriores.
- Inolvidable Andrea Barrientos asegurando desde la tribuna de oradores que tenían “más afinidad con el MAS que con Creemos”
- No dudó en pactar con Arce la presidencia de Diputados para dejar fuera a los candidatos de Evo Morales
- No hay coordinación legislativa con Creemos de Luis Fernando Camacho
- Y la última es desincentivar cualquier intento de revocar a Arce asegurando que “es imposible”
Mesa no ha dicho la última palabra en política, pero deberá poner en orden sus prioridades y su accionar. Confirmar si será candidato o no en 2025 puede ser un buen primer paso.