Las cosas que no cuadran
Murillo, Áñez, Morales, Mesa, Camacho y Luis Arce: arma tu propio relato



El expresidente Evo Morales lo dijo varias veces en la campaña de 2020 cuando ya corría Luis Fernando Camacho y ya había saltado Jeanine Áñez: “el candidato de Estados Unidos es Carlos Mesa”. La declaración no se acababa de enmarcar en ninguno de los relatos que el MAS trata de desentrañar sobre los sucesos de octubre y noviembre de 2019 y que no acaban de cuadrar entre sí, puesto que los tres, en principio y hasta que se demuestre lo contrario, eran grandes desconocidos entre sí.
La detención del exministro de Gobierno Arturo Murillo ha venido a “refundir” a la oposición tradicional que ha cohabitado durante 14 años con el Gobierno de Evo Morales. Los Rubén Costas, Samuel Doria Medina, Óscar Ortíz, el propio Murillo, Luis Revilla, etc., nunca fueron una opción real de Gobierno ni alternativa al Movimiento Al Socialismo, pero aparentemente esperaban una oportunidad.
El referéndum del 21 de febrero de 2016 abrió una puerta que evidentemente tampoco supieron utilizar con una campaña dividida y mismas rencillas, pero los sucesos del 18 y 19 de octubre de 2019, con la detención del conteo, lo voltearon todo.
La debilidad del Gobierno de Áñez
La mecha la prendió Mesa y el “trabajo” lo culminó el cívico Luis Fernando Camacho, que con una estrategia comunicacional muy movilizadora logró mantener el relato del alzamiento popular contra el régimen del MAS, sin embargo, el Gobierno de “transición” lo usufructuaron otros, concretamente los políticos de siempre capitaneados por Jeanine Áñez.
Aquel Gobierno se configuró extraordinariamente débil al estar formado en su mayoría por políticos frustrados o en retirada – Arturo Murillo, Yerko Núñez, Víctor Hugo Zamora, etc., -, que ni siquiera trataron de justificar su elección como Ministros en una capacidad de diálogo y concertación necesaria para la transición, sino todo lo contrario. El Gobierno de los diputados y senadores llegó a insinuar el cierre del Legislativo como medida democrática y de reconciliación.
El FBI ha dejado claro que hubo asalto al patrimonio nacional, y que lo hubo ni bien se asumió el cargo. Otros casos ya habían sido demostrados en Bolivia como el tema de los respiradores y demás. La cuestión es que al Gobierno actual le ha venido de maravilla la intervención para seguir alimentando una de las aristas del relato, que es probablemente la que más le interesa a Arce – no hay alternativa al Gobierno del MAS porque el año que fueron Gobierno todo fue un desastre y, además, robaron – frente a lo que le interesa a Evo Morales, que se reduce a: fue golpe.
El lapsus estratégico
La cuestión es que hoy el Gobierno tiene en la cárcel a Jeanine Áñez tras una operación comandada por el Ministerio de Gobierno, acusada por conspiración y terrorismo, que son los delitos que – dicen los críticos - Evo Morales quiere que se impongan sobre todos los demás para que él sea la víctima. Sin embargo, en Estados Unidos está detenido el ex ministro de Gobierno acusado de pagar y recibir sobornos – en Estados Unidos -, que son los delitos que le interesan a “otros”, ya que presentan a una alternativa incapaz.
La detención de Áñez, que se alargará hasta septiembre salvo sorpresa – que no será tan sorpresa – y haya una especie de canje con Murillo/EEUU, es específicamente por el delito de terrorismo y conspiración, aunque por el camino se van endilgando nuevos delitos que seguramente sean más objetivamente verificables. Aun así, las revelaciones sobre Murillo han puesto a todo el gabinete de Áñez bajo sospecha, y como era de esperar dados los antecedentes, cada cual ha salido a defenderse por su cuenta, cuando no a desconocer totalmente al mismísimo Murillo, al que ahora nadie vio.
A algunos les vendrá bien, como a Arias, más cómodo en el rol de víctima y que ahora clama por recursos luego de prometer la eliminación de canchajes y parqueos. Otros tendrán que seguir en el agujero.
La inmunidad de Camacho y Mesa
La cuestión es que la causa original que persigue a Áñez y la mantiene en prisión no ha hecho que nadie mueva un dedo sobre la situación procesal de Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, quienes necesariamente tendrían que ser cooperadores o una figura similar para acabar de darle forma al relato del Golpe. Pero nadie lo hace.
La inmunidad de Camacho, obviamente, reside en su victoria contundente en la Gobernación de Santa Cruz, un departamento crisol de culturas con más de tres millones de bolivianos que es una bomba de tiempo a poco que los gobernantes se acomoden a las regalías de Incahuasi y la economía no funcione. Morales reclamó – veladamente a Arce, se entiende – sobre por qué se les permitió candidatear, y lo cierto es que cualquier achique a Camacho hoy convertiría las cosas en un pulso político de consecuencias irreversibles. Arce lo sabe, pero también el resto del país, que lee que el Gobierno se atrevió con Áñez luego de comprobar que no la votaron ni en Trinidad, pero no con Camacho, lo que lo llevará a una discusión sobre “masculinidad”.
Lo que no está tan claro es por qué Mesa – el gran derrotado de las elecciones de 2020 y 2021 – sigue cómodamente sentado en su saloncito. Los más avezados citan precisamente aquella frase de campaña de Morales: “Mesa sigue siendo el candidato de Estados Unidos”, otros se atreven a asegurar que el canje con Murillo ya estaba hecho y que no suponía la liberación de Áñez sino la no detención de Mesa.
De momento las cartas estás sobre la mesa, pero el tiempo de Mesa y Camacho le juega en contra a Arce, salvo que e desligue del relato de Morales. Difícil decisión para 2021.