Un escenario incierto
El día después del MAS
¿Qué pasará si el MAS se divide? ¿Qué tan preparada está alguna oposición para tomar el relevo? ¿Qué aprendieron los políticos del Gobierno de Áñez? El Movimiento Al Socialismo vuelve a copar todo el espacio político´, aún entre pugnas, mientras la oposición política se agota



El MAS ha estado a punto de hacer una proeza: gestionar una transición tranquila desde un liderazgo fuerte como el de Evo Morales a otro no tan marcado, como el de Luis Arce, pero escoltado por un David Choquehuanca legitimado en su condición indígena. Casi nadie en el continente lo ha logrado: Ni Correa en Ecuador, ni Uribe en Colombia, apenas Chávez porque murió y no ve lo que hace Maduro y Lula, porque era lo mismo que Dilma. Cristina Kirchner, por ejemplo, prefirió perder poniendo al peor candidato posible para sucederla, aquel Scioli, para volver de nuevo como el poder detrás del trono.
Morales eligió personalmente a Luis Arce como su sucesor por varios motivos, principalmente, que siempre le había sido fiel, aunque también ayudaron los informes de las consultoras internacionales que decían que así sí se ganaba incluso cuando no había pandemia. Lo secundó Choquehuanca por los motivos ya indicados: hacía falta sostener el mito indígena para darle singularidad a un proceso que se alinea a la izquierda pero que no es progresista y hace tiempo que tampoco es revolucionario.
Los analistas no lo ven claro: la foto de esta semana de Luis Arce con el diputado Cuéllar luego de haber sido expulsado con escarnio por haber pedido un Congreso abierto para renovar el liderazgo y sacar a Evo Morales del poder del partido parece un desafío, pero ¿a quién desafía? Sobre la mesa está también la interpelación al ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo del Carpio, que acumula afrentas a Evo y a los dirigentes chapareños, vinculándolos al narcotráfico tal como auguró el coronel Maximiliano Dávila camino de San Pedro tras haber sido señalado en esos menesteres por la de nuevo influyente DEA.
Arce ha resistido a las presiones del grupo de Evo Morales en al menos dos ocasiones, las dos veces que se ha pedido cambio de gabinete sin que se ejecutara. La cabeza de Del Castillo ha sido pedida con insistencia luego de que quedara en evidencia que ya no es un alfil al servicio de García Linera y que más bien se mueve al lado de Choquehuanca. Arce la ha conservado. Si finalmente es interpelado y censurado, Arce no tendrá más remedio que sacrificarlo, pero es evidente también que no quiere hacerlo. Desoír a la bancada implicaría romper con el Legislativo y abrir una crisis de dimensiones desconocidas.
Dos MASES
No es raro que del MAS se descuelguen nuevos líderes que no han encontrado pie para auparse dentro de la pesada estructura controlada por Evo Morales. El último caso, pero también el más llamativo, es el de Eva Copa, que después de ser parte relevante de la transición y haber participado en las decisiones clave que permitieron al MAS retomar el poder, apenas pidió ser candidata a la alcaldía de El Alto, pero Morales prefirió a cualquiera antes que a Copa, incluso cuando ya se sabía que arrasaría. Arrasó.
Antes ha habido otras experiencias similares, como la de Damián Condori o el propio Félix Patzi, pero que nunca han acabado de cuajar como proyectos nacionales al margen del MAS, sino que representan una tendencia local, e incluso en el caso de El Alto, una reafirmación de su condición de ciudad rebelde e incontrolable, pues ya en el pasado eligieron a Soledad Chapetón en rechazo al candidato propuesto por el corporativismo del MAS de Evo.
Sin embargo, advierten que esta vez puede haber movimientos diferentes porque hay discrepancias de fondo en la visión y misión de la acción política – lo más pragmático de Evo y lo más filosófico de Choquehuanca – pero además, pesos pesados en ambos bandos. En esas, el lado hacia el que caiga el actual Presidente del Estado, Luis Arce, que es el que ostenta el poder real del país, además del burocrático, es más que fundamental ante cualquier eventual escisión que los analistas descartan no por falta de criterios y justificaciones, sino porque, aunque ambos bloques seguirían sumando la mayoría social del país, no habría posibilidad de un acuerdo posterior que diera gobernabilidad: en Bolivia nadie pacta con el perdedor ni con el traidor.
¿Qué hay fuera del MAS?
Si se toma distancia en el análisis, lo cierto es que el Movimiento Al Socialismo ha vuelto a copar todo el espacio público de la discusión política condenando a la oposición a la irrelevancia que le dan los números en la Asamblea Legislativa Plurinacional. El debate es entre sus propias facciones por matices, no por el proyecto de fondo, que sigue copando todo el espacio.
De momento ha pasado año y medio de legislatura donde las fuerzas opositoras se han ido desvaneciendo en su propia guerrilla.
Comunidad Ciudadana quiso ser proyecto nacional después de los resultados de 2019. Las listas de 2020 se confeccionaron pensando en que serían gobierno, no en que serían oposición. El resultado empeoró sustancialmente en 2020. El propio Carlos Mesa, al que se le veía agobiado y agotado en campaña, no tardó en reconocer resultados y comprometerse a ejercer la oposición responsablemente. En esas, trataron de armar candidaturas subnacionales ya sin demasiados afanes constructivos, sino básicamente eligiendo candidatos que pudieran tener arrastre. No ganó nada. El cansancio empieza a hacer mella en Carlos Mesa señalan en su entorno más cercano, que reconoce que no hay capacidad de articular un proyecto diferente.
Creemos nunca pretendió llevar a Luis Fernando Camacho a la Presidencia, sino garantizar una bancada fuerte y decisiva que pudiera articular iniciativas cruceñas en la Asamblea Plurinacional que se interpretaran como un choque de trenes entre dos potencias. Era evidente que Camacho lo que iba a ser era gobernador de Santa Cruz, igual que Arce sería Presidente. Desde el principio lo ha intentado, con un momento cumbre: la efeméride de Santa Cruz y el desplante a Choquehuanca, pero con el paso de los meses no parece acabar de encontrar espacio, peor si le flaquea la gestión. La propuesta de federalismo se precipitó porque Evo Morales enseguida dio cancha al debate, pero no ha encontrado otros ecos en los sectores de oposición, particularmente en Comunidad Ciudadana, que no quiere darle espacios ni coincidir con Camacho. En esas, la vieja estructura de Demócratas empieza a aparecer de nuevo, recordando el “tiempo feliz” que tantas veces ha dado resultados.
De los demás, Luis Revilla está declarado en la clandestinidad sin que nadie le haga ningún tipo de seguimiento ni él mantenga comunicación suficiente para mantener un espacio político de ámbito nacional; Samuel Doria Medina siempre está, y ha vuelto de su lucha contra el cáncer inaugurando una torre más alta que la Casa Grande del Pueblo, y esto no es casual; Tuto Quiroga ha vuelto a sus consultorías y a sus fundaciones, aunque aún en año sabático; y aunque no se crea, todavía mueven la patita por ahí Jaime Paz o Juan del Granado de vez en cuando.
La otra alternativa a los políticos ya tradicionales es la de conformar un partido nacional que parta de la unidad de agrupaciones departamentales de cada uno de los departamentos para construir una oposición más significativa y con raíz popular con matiz regionalista. La Ley lo prevé pero pocos se han atrevido de momento a sondear esta posibilidad que tendría complicaciones en el día a día posterior, pero puede ser potente a nivel parlamentario.
Sin duda que la legislatura avanza y la oposición no; los estrategas del MAS saben muy bien que la mejor forma de evitar una alianza global de los partidos de oposición en Bolivia es mostrarse débiles, pues en la ambición de creer que pueden llegar nadie se atreve a dar el paso al costado. De momento, siempre ha pasado.
Las lecciones de Jeanine Áñez
Después de 14 años de gobierno del MAS; el país cayó en manos de Jeanine Áñez, hasta entonces senadora del Beni por la bancada de Unidad Demócrata, y en su caso particular, siendo militante de los Demócratas cruceños de Rubén Costas.
Sin entrar a valorar las condiciones en las que asumió el poder, Áñez trató desde el primer día de hacer “historia” con su gobierno, pues nunca se lo tomó como algo transitorio, o al menos sus asesores y personas de más confianza siempre tuvieron en mente la intención de postular.
Después de 15 años de oposición al MAS, algunos de ellos habían desarrollado competencias e imaginado mil veces cómo sería un gobierno alternativo. La puesta en práctica, desde el principio, pareció siempre una suerte de imitación de la gestión de Morales pero dirigida a la supuesta gran mayoría alternativa a sus votantes.
Áñez eligió a Arturo Murillo como ministro de Gobierno y delegó en él la imagen proyectada hacia afuera, y que en la práctica implicó una apariencia de gobierno autoritario, mezclando elementos del Gobierno de Evo y también de la dictadura de García Mesa. Las amenazas de “cazar”, los numeritos de las esposas y demás le resultaron efectistas solo con sus seguidores más radicalizados. A los rutinarios indecisos les generó anticuerpos.
El gobierno también decidió incentivar el culto a la figura de la presidenta, en la línea de los personalismos de la política actual. Áñez se proyectaba como la “madre” bondadosa (bonos) que en ocasiones debía aplicar la mano dura contra su pueblo (cuarentena, represión). Abusó de ello en campaña cuando su primer spot habló literalmente de “limpiar” el país, en un spot que se interpretó en clave racista.
En el relato, el gobierno se atribuyó desde el principio una representatividad social que no tenía, pues su partido había sumado apenas un 4 por ciento de los votos y no había sido visible en las protestas. Cuando empezó el enfrentamiento abierto con Carlos Mesa, la cuestión se desmoronó.
Algunos analistas culpan a la pandemia del fracaso de ese gobierno, que no pudo desarrollar un programa económico diferente, aunque tampoco era su misión. Aún así lo intentaron y plantearon planes para privatizar sectores estratégicos mientras se abonaban a los programas de deuda pública, bien con el FMI, bien triplicando la previsión de emisión de deuda. Cuando empezó a filtrarse la corrupción la credibilidad del gobierno ya estaba por los suelos. Lo de los respiradores fue la estocada final.
Hay muchas hipótesis sobre qué podía haber hecho diferente y qué hubiera pasado si Áñez no intentaba postular o si no hubiera llegado la pandemia. Ahora, la lección clara que extrajeron los analistas es que los proyectos políticos no se construyen desde el poder, sino desde la base, y que no se puede alardear de respaldo sin someterse primero a las ánforas.