Tensión política en el país
El MAS y el camino hacia el partido único
Con la hegemonía electoral amenazada, el MAS empieza a sacar sus tics más autoritarios para reprimir la disidencia y eludir la crítica. Morales quiere un partido que controle al Gobierno y el modelo sindical parece haber fracasado definitivamente



Algo está cambiando en el corazón del Movimiento Al Socialismo (MAS). Los hechos de 2019 le acabaron de dar la puntilla a un procedimiento político basado en lo sindical, donde las organizaciones eran soberanas, pero cada vez menos.
El MAS y su estructura de matrices y organizaciones funcionó de maravilla en la época de la lucha electoral. Era Laclau mismo. Todas las demandas históricas cabían en el MAS, y entre todas armó primero la Agenda de Octubre y después un programa de Gobierno que nunca socializó demasiado ni falta que le hacía.
El Gobierno de Evo Morales fue al comienzo impredecible, en tanto se desconocía el orden de sus prioridades una vez consumada la nacionalización de los hidrocarburos, pero con el tiempo se acabó desnudando como un gobierno conservador y desarrollista con un discurso mucho más radical que sus actos, como bien saben los grandes mineros, los grandes agro industriales y también Repsol.
Los buenos resultados electorales y económicos aplacaron a "la bestia", es decir, a ese Instrumento Político para la Soberanía Popular conformado por todos y con tantas contradicciones entre sí. De ahí que se dejará hacer al Gobierno, y sólo ante asuntos que de verdad tocaban la fibra social o económica de algún sector - o de muchos, como el gasolinazo - se sintieron los contrapesos.
Así, durante los 14 años de Gobierno de Evo Morales el partido quedó reducido a ser una poderosa máquina electoral y de movilización bien engranada casi sin decisión sobre los asuntos de fondo.
Esto cambió ligeramente a partir de la campaña de 2014, cuando después de una gestión relativamente exitosa en lo económico, Evo Morales se tomó atribuciones para configurar las listas incorporando a mucho invitado de clase altísima. El contrapeso, dicen los que siguen de cerca la información de los partidos, fueron los Ministerios, que se vieron rápidamente perforados por intereses sectoriales y de reparto de "puras pegas".
Después vino lo de 2019: Evo Morales perdió el poder ante una movilización de "pitita" mientras los aguerridos compañeros se quedaban en casa.
Un "nuevo" MAS
En el exilio, Morales intentó descifrar las claves de su caída y consultó con muchos expertos. La inacción de los movimientos sociales sigue quedando ahí como un punto opaco del que nadie quiere hablar, porque evidentemente, seguían siendo esenciales para la recuperación y no era cuestión de hurgar en la herida.
En agosto de 2020 hubo otro momento difuso en esta relación. El MAS, amenazado por el gobierno de Jeanine Áñez de quedar fuera de la carrera electoral y cansado de que se retrasara la fecha electoral, se conjuró para protagonizar la madre de todos los bloqueos en plena pandemia, y vaya que lo logró. En plan revancha, los más radicales se empeñaron en eso de "fuera Áñez" y el propio Evo tuvo que intervenir para decir que no era plan de exagerar y que las expectativas electorales ya eran lo suficientemente buenas como para arruinarlo. Meses después algunos sacaron el video de "hay que cuidar a Áñez" para alegar no se qué.
La cuestión es que el 8 de noviembre Luis Arce fue ungido presidente y el 9 de noviembre Evo Morales entraba por Villazón. Ni siquiera tuvo tiempo de nombrar gabinete en paz. Morales no venía a gobernar, pero sí a controlar el partido.
La idea esencial es que el MAS supere su etapa sindical y se convierta en un partido más tradicional (y para eso se ha actualizado el Estatuto), pero además que tenga la capacidad de proponer y marcar la hoja de ruta al Gobierno de turno, sea del color propio o de la oposición.
El partido único
El MAS era un partido sindical, por lo que la discrepancia era matriz. El Gobierno fue acomodando esta diversidad y llegó un momento en el que se castigó severamente a los "libre pensantes". En la última vuelta de tuerca del Estatuto también se ha prohibido "discrepar" y se ha establecido sanciones para los tránsfugas, aunque la Constitución los avale.
Sin embargo, la "promiscuidad" se había vuelto moneda común y personajes de todo pelaje accedían sin mayores problemas al partido, siendo reconocidos adenistas, emenerristas o “american leader”. No importaba mientras tuviera el visto bueno del Presidente Morales.
Desde la crisis de 2019 hay cierta prudencia al respecto, pero varias acciones apuntan a consolidar un sistema sin vida orgánica por fueras del partido, anulando la oposición y llevándola a posiciones marginales.
La eliminación de los dos tercios
Una de las maniobras más controvertidas del Movimiento Al Socialismo en los últimos meses fue la de la modificación del reglamento de Asamblea Legislativa para eliminar requisitos en los que se requería la concurrencia de los dos tercios del quorum para determinados aspectos de la técnica legislativa.
La decisión se tomó justo después de conocer que el MAS perdía los dos tercios en la Asamblea, por lo que fue una de las últimas determinaciones de los legisladores salientes con la clara intención de facilitar la vida a los entrantes.
Los cambios, aunque importantes, no eran de fondo, aunque las circunstancias le han permitido a la oposición hacer ver algo más de lo que es. Los cambios son sobre el reglamento de debates y le permiten al MAS acortarlos, definir los cambios de orden del día y otros aspectos que requerían los dos tercios, pero estas modificaciones no afectan a la aprobación de leyes, que se hacen con mayoría simple, o a la apertura de juicios de responsabilidades o modificaciones constitucionales, que siguen requiriendo los dos tercios.
El MAS tampoco ha hecho mayor pedagogía al respecto y ha preferido la confrontación permanente e incluso dejar creer que han impuesto su voluntad para silenciar a la oposición, algo que gusta en los sectores más radicalizados.
La aceptación de tránsfugas
El Movimiento Al Socialismo tiene el control total de ambas cámaras en el Legislativo; todas las comisiones importantes están bajo su presidencia y tiene mayoría en todas y, por supuesto, en la Directiva.
Esto significa que el MAS define qué, cómo y cuándo se debate cualquier iniciativa y a la oposición le queda escaso margen de acción que ciñen a la presentación de declaraciones o a la proposición de homenajes camarales. Cosas para salir en la foto, pero lo importante está controlado por el partido azul.
En estas circunstancias, aceptar a diputados o senadores que rompen con su partido para abrazar al rival va más allá de un manejo para controlar la agenda y el debate y se circunscribe más a la voluntad de anulación del otro. En estas circunstancias, la oposición desaparece.
La movilización violenta
Las movilizaciones masivas siempre han sido una característica del Movimiento Al Socialismo (MAS), en su esencia por la matriz sindical que le acompaña. El gran despliegue popular le ha llenado siempre de legitimidad de cara a los medios y potencias extranjeras, y ha guardado los respetos en Bolivia.
En los últimos años, la hegemonía del bloqueo se ha roto y tal como se vio en 2019, la efectivad de las contras se ha perdido, pero en las últimas semanas se han convertido en más violentas, no solo en los simbólico sino también en lo físico, trascendiendo unas fronteras desconocidas.
El acoso a los medios
Confrontar a la prensa es habitual entre los Gobiernos y partidos de tinte autoritario, que no gustan de tener diversidad de opiniones. El MAS fue a principio de siglo el “partido mimado” que daba el contrapunto, pero una vez en el poder la relación se fue enfriando. Después Juan Ramón Quintana fue quien se encargó de dinamitar cualquier puente alineando a los medios como “enemigos”, salvo aquellos cooptados. Acabar con los medios es también acabar con la diversidad.
La Ley de Partidos
La herramienta ya está dispuesta. Aunque en 2020 no se aplicó, la Ley de Partidos está plenamente vigente en Bolivia y con seguridad volverá a ser utilizada en el futuro. Existen muchos subterfugios en la Ley para legalizar o ilegalizar partidos y queda por ver de qué forma se irán apegando a la norma los que hoy por hoy están vigentes.
Oposición, la enésima división
Mientras el MAS avanza en su formación de partido único cada vez más autoritario, con espacios para la divergencia dentro de la estructura y no fuera, la oposición se mantiene encasillada en sus luchas internas y sus divergencias.
Los estrategas no acaban de dar una explicación a la rápida dispersión de las bancadas, tanto de Creemos como de Comunidad Ciudadana, que ya cuentan con siete bajas fruto del transfugio político. Más allá de que sea reprobable moralmente para la persona que se cambia de partido, el más golpeado es el partido que pierde al tránsfuga, ya que se le responsabiliza de no saber ni elegir a sus candidatos.
Más allá de la unión puntual entre las dos bancadas por la composición de las Directivas y las Comisiones, Creemos y Comunidad Ciudadana no viven un idilio ni mucho menos. La bancada de Creemos es esencialmente la bancada cruceña con intereses muy particulares y complementarios a los de la Gobernación de Santa Cruz, y que básicamente tienen que ver con la gestión de la tierra. Comunidad Ciudadana, sin embargo, quiere ejercer de primera fuerza de oposición pero su indefinición en asuntos clave y el tactismo de Carlos Mesa genera reacciones negativas. Para el recuerdo la frase de Andrea Barrientos, jefa de bancada entonces del Senado, en plena sesión: “Tenemos más afinidad con el MAS que con Creemos”.
El sector más radical de la oposición boliviana se ha acercado a Luis Fernando Camacho en la medida que este ha vuelto a representar el ala dura de oposición frontal al Gobierno, mientras alimentan las dudas sobre la efectividad de la oposición de Carlos Mesa y Comunidad Ciudadana, a quien consideran “colaboracionista” con el MAS. Hasta el momento Comunidad Ciudadana no logra articular un proyecto de país alternativo al del MAS más allá de vivir de las polémicas diarias y de la crítica permanente.
Sobre Comunidad Ciudadana y Creemos se articularon el resto de las fuerzas políticas del país salvo una viva, Unidad Nacional, de Samuel Doria Medina, que mantiene su actividad en medios y redes dispuesto a volver a pugnar por el poder, y los Demócratas de Rubén Costas, en esta catatónico tras las subnacionales pero que tiene una mínima estructura para reorganizarse si a Creemos le va mal.
La otra opción que permite la Ley de Partidos, por primera vez en el ordenamiento jurídico, es la de construir una alternativa entre agrupaciones departamentales, eso sí, de los nueve departamentos. Una opción que permite explorar otras formas de hacer política parlamentaria priorizando intereses locales y no nacionales. Varios políticos de largo recorrido vienen sondeando estas posibilidades.