Radiografía al tablero opositor
La jubilación interminable de la oposición boliviana
Ninguno de los líderes opositores que participaron en las campañas y gestión de 2019 y 2020 han asumido responsabilidades del fracaso, y por ende, se consideran vigentes para nuevos intentos



Dentro de un par de semanas se cumplirá el primer año de la victoria electoral de Luis Arce Catacora en las ánforas, lo que en términos políticos electorales supone que quedan cuatro hasta las próximas elecciones; en términos estratégicos poco más de tres para que la oposición presente un binomio de garantías capaz de enfrentar al Movimiento Al Socialismo y en términos prácticos, poco más de dos para construirlo.
Si por el medio se tiene en cuenta que políticamente la legislatura no ha despegado del punto de partida (golpe versus fraude), que el Covid mantiene limitados los movimientos, que los Gobiernos Subnacionales todavía están calculando sus primeros pasos y que se hará algún ruido con un poco viable referéndum revocatorio, algunos de los operadores y estrategas más prestigiosos del país afirman que básicamente en 2025 volverán a competir los mismos que en 2019 y en 2020.
Nadie se jubila
Lo cierto es que tanto la elección de 2019 como la de 2020 fueron especialmente intensas en la política boliviana y se repartieron diferentes suertes, unos cayeron parados y otros en desgracia, unos perdieron sus pulsos y otros obtuvieron altas cuotas de poder, pero a la hora de la verdad, el Gobierno volvió al Movimiento Al Socialismo.
Era el doctor Paz Estensoro el que solía recordar que en Bolivia – a diferencia de otros países - los políticos no se jubilan. En los últimos días y fruto al poder comunicacional de las redes, además, parece que apenas se transforman.
Después de la elección de 2020, solo unos pocos de los políticos más activos de esos meses se metieron en la pelea subnacional. Los más representativos son precisamente Luis Fernando Camacho, que tomó el poder de la Gobernación de Santa Cruz, e Ivás Arias, que aprovechó el vacío para saltar desde el Ministerio de Obras Públicas de Áñez a la Alcaldía de La Paz. ¿Qué esperan los demás? ¿Cuándo piensan volver? ¿Dónde se esconden?
El más activo y visible es Samuel Doria Medina, el empresario es candidato perseverante desde 2005, pero en 2019 se vio fuera de juego tras la fallida alianza con Demócratas en Bolivia Dice No, que le vetó como candidato, y en 2020 Jeanine Áñez, con quien hizo dupla como Vicepresidente, declinó su candidatura. Durante la segunda parte de la gestión de Áñez, ya como candidata, se convirtió en una especie de super asesor, pero no pudo capitalizar la gestión de Gobierno y se acabó diluyendo. Hoy vuelve a atizar desde las redes sociales, sea con tuits de contenido crítico o sea con “producciones” “ocurrentes” para tratar de conectar con los jóvenes. Los analistas no tienen duda de que estará en las conversaciones en 2025.
Otro hombre activo pegado a Jeanine Áñez primero, pero que acabó lanzando su propia candidatura en 2020 y luego retirándola fue Jorge Tuto Quiroga, uno de los favoritos de la red Atlas, acostumbrada a financiar aventurar políticas que difundan la raíz del pensamiento liberal. De hecho Tuto en campaña suele producir ocurrencias del tipo de entregar participaciones de YPFB a todos los bolivianos y cosas semejantes. Actualmente Tuto no gravita en la escena pública, pero sí señala desde las redes sociales y mantiene su perfil entre sus partidarios, que son una primera baza que suele usar para retornar a escena, como ya hizo en 2005 y en 2014, además de en 2020.
Uno de los olvidados del proceso 2019 – 2020 fue Luis Revilla. El alcalde paceño cometió diferentes torpezas estratégicas y no solo no supo saltar a la primera línea nacional, sino que ni siquiera pudo dejar un relevo con garantías en la comuna paceña. Revilla trata de defenderse hablando del juego democrático y de haber salido con manos limpias sin aferrarse al poder, lo que para él sería la puerta de reentrada. Estos días se le ha vuelto a ver en las redes sociales aprovechando momentos familiares para lanzar mensajes y no perder popularidad.
Entre los Demócratas, Rubén Costas sí se ha jubilado, mientras que Óscar Ortiz anda a medias con su Fundación Nueva Democracia de Atlas produciendo contenidos a medida no tanto para mantenerse vigente, que también, sino para apuntalar un perfil de orientador que se quiso arrogar en la gestión de Áñez como Senador de enganche y como Ministro de Desarrollo Productivo primero y de Economía después. Su genuino enfrentamiento con Arturo Murillo le da puntos dentro de la derecha liberal que huye de extremismos y que acusa esos modos por la oportunidad perdida. También está considerado para abanderar un nuevo proyecto pese a la experiencia de 2019.
Carlos Mesa no se ha ido, aunque pareciera estar deseando. Su compromiso es con liderar la oposición, algo que a su manera está haciendo. En su agrupación ya han surgido voces que buscan más protagonismo, como Rodrigo Paz Pereira, especialista en cambiar de tema justo antes de que se llegue al punto. En principio nadie cuenta con él en 2025, pero podría ser la sorpresa, especialmente si hay adelanto electoral.