Los políticos optan por la memoria selectiva
Los guardianes del otro fraude
Sin BDN, MNR, FPV, PDC, MTS, UCS y PAN BOL, el resultado en las elecciones de 2019 tal vez hubiera sido otro, pero el MAS calculó todo hasta el último detalle teniendo en cuenta el resultado del 21F



La política boliviana ha entrado en una suerte de bucle polarizado que sigue discutiendo sobre lo sucedido en las elecciones del 20 de octubre de 2019. El problema es la memoria selectiva que utilizan unos y otros para tratar de sacar partido.
Para unos hubo claramente un fraude, una acusación que se fundamenta en el intempestivo corte del sistema de transmisión rápida de datos el mismo 20 de octubre pasadas las 20.00 horas, cuando la distancia entre Carlos Mesa y Evo Morales rondaba el 9 por ciento ya con un elevado porcentaje de actas escrutadas, lo que anticipaba una segunda vuelta de alto voltaje. En paralelo corría el conteo oficial que no arrojaba datos muy diferentes. El problema surgió cuando 24 horas después el TREP se volvió a poner en marcha ya con Evo Morales superando el 10 por ciento de distancia con Carlos Mesa. Después vinieron las protestas en los Tribunales, las quemas de ánforas y todo lo demás que la Justicia deberá identificar.
Para los otros hubo claramente un “golpe de Estado”, una acusación que no toma en cuenta lo sucedido el 20 de octubre ni el contexto previo de la habilitación de Evo Morales contra la Constitución y los resultados del referéndum, del 21 de febrero, sino las movilizaciones posteriores, y particularmente el motín policial y la sugerencia militar de abandonar el poder.
Una elección calculada
Según el resultado final aprobado por aquel Tribunal Supremo Electoral, después detenido y después liberado, pero con las elecciones anuladas, el MAS ganó aquella elección con el 47,13% de los votos por los 36,56% que obtuvo Carlos Mesa y Comunidad Ciudadana, que acostumbra decir que le robaron aquella elección. La distancia se quedaba en ese momento en 10,56 puntos, es decir, 0,56% por encima de la barrera de los 10 puntos que obligaba a la segunda vuelta.
Nadie puede creer que fue casual. El MAS había perdido el referéndum 51 - 49%, un estrechísimo margen que obligó a su jefe de campaña derrotado pero ratificado, Juan Ramón Quintana, a autoexiliarse dos años en la embajada de Cuba para trazar una estrategia adecuada que les permitiera ganar el ejecutivo – no, nadie en la cúpula del MAS creía que podría volver a ganar con mayoría absoluta – y las dos cámaras.
El resultado es conocido: la elección que la oposición tenía más opciones de desbancar a Evo Morales y en la que todos hablaban de unidad se inscribieron siete frentes alternativos al MAS, cada uno con un perfil y una expectativa de voto. Vistos los números no les sobraba ninguno y aún así, el resultado fue lo suficientemente ajustado para que Carlos Mesa reclamara su derecho a la segunda vuelta.
Y es que de todos los frentes, tal vez solo uno le restó votos al Movimiento Al Socialismo según los análisis posteriores: el Partido Demócrata Cristiano con un outsider de manual como Chi Hyun Chung, inédito en política hasta entonces pero elocuente pastor con ideas populistas conservadores, se quedó con la tercera plaza tras sumar un 8,79% de los votos. En Tarija su votación llegó sobre todo del ensanche urbano popular, donde las iglesias evangélicas han crecido en los últimos años, es decir, en zonas donde el MAS tradicionalmente ganaba.
Curiosamente, el candidato inicial del PDC era el expresidente Jaime Paz Zamora que también tenía el propósito de restar por la izquierda apelando a la juventud y a la vieja guardia mirista, pero no encontró piso suficiente para sostenerse.
El cuarto en los resultados fue Bolivia Dijo No, una candidatura construida en negativo entre los Demócratas de Rubén Costas y la Unidad Nacional de Samuel Doria Medina, aunque este quiso romper después cuando se vio fuera del binomio de candidatos que encabezó Óscar Ortiz y que primero acompañó el potosino Wilson Rodríguez hasta que se apartó diciendo verdades como puños: estaban dividiendo y sirviendo en bandeja la victoria al MAS.
Ortiz logró finalmente un pírrico 4,25 por ciento de los votos – en Santa Cruz no llegó a los 150.000 por los 740.000 de Mesa y los 550.000 del MAS – pero que fue clave para que Mesa se acercara al 10% de distancia. De hecho, de no haber concurrido a la elección o haber declinado, el voto se hubiera ido con CC. Curiosamente esta fuerza que facilitó el triunfo del MAS acabó constituyendo el Gobierno de Jeanine Áñez.
Quinto resultó el MTS de Felix Patzi y toda su corte aymara de la Gobernación paceña, que sumó un 1,25%. Patzi, después, abogó por el MAS en la disputa con Áñez.
Sexto salió Pan Bol, el partido parapolicial y de base popular con un raquítico 0,65% que después volvió a terciar en las elecciones de 2020 con el mismo interés.
Séptimo resultó el MNR, que había decidido concurrir en solitario con el hoy comunicador y agitador Virginio Lema, que se fue hasta Buenos Aires a decir que iba a ser Presidente. Curiosamente el MNR sacó un 0,57%, exactamente el porcentaje que le faltó a Mesa para entrar en segunda vuelta. Cabe recordar que los emenerristas que privilegiaron el nacionalismo ya se integraron al MAS hace tiempo y aun así hubo mucho voto rosado que se movilizó para evitar una debacle del histórico partido.
Octavo quedó UCS con el otro outsider radical que representaba los postulados de la extrema derecha, Víctor Hugo Cárdenas, y que sumó un 0,42% con un discurso que no distaba mucho de la presentación del Frente Para la Victoria de Israel Rodríguez, también apelando a los valores evangélicos conservadores y que sumó un 0,39% quedando último.
Lo cierto es que las matemáticas no fallan y, aunque el voto no se endosa, que gusta decir a los políticos para justificar sus escorzos, probablemente el país se hubiera ahorrado unos cuantos disgustos sin la participación de la mitad de ellos, fuera cual fuese el resultado final de una segunda vuelta que ya no vivimos.