La batalla por el relato
Kalimán, Murillo y el amor - odio
Luis Arce no ha logrado cambiar la agenda con su discurso y los frentes políticos siguen enzarzados en el relato sobre los sucesos de 2019, donde diferentes protagonistas van cambiando de “sensibilidad” con el paso del tiempo



Algo no anda bien en Palacio. El presidente Luis Arce Catacora trató la semana pasada de poner un punto y aparte en la agenda. Así lo interpretaron todos los analistas que siguieron con atención el mensaje presidencial en el que tocó diferentes temas y convocó a todos a concentrarse en la campaña de vacunación. El objetivo, decían, era superar el ruido alrededor de la pugna judicial por el relato golpe/fraude, que ha entrado en un callejón sin salida y ya no quedan indecisos, pero también dar un puñetazo en la mesa por el incremento de críticas internas y pugnas protagonizadas por dirigentes actuales y exministros.
Lo cierto es que funcionó dos días, pero la semana ha vuelto a traer más pugnas y más ruidos sobre el asunto en cuestión: La detención de Terceros, la fuga de Kalimán, las “revelaciones” sobre la noche en Chimoré, que fueron contadas ya el día que Morales aterrizaba en México DF, pero alguien las da como noticia, el enfoque de Áñez y las movidas de Murillo han amortizado el golpe de efecto.
La reconstrucción de la historia, esto que se llama la postverdad, está teniendo numerosos giros interpretativos y escorzos extraños. Encajar a los protagonistas precisamente en esta post verdad está resultando complejo para muchos, que tienen que convertir historias de odio en historias de amor y viceversa. Algo así como lo que pasó con el secretario General de la OEA, Luis Almagro, en aquella reunión de mayo 2019 en Chimoré, donde se puso el collar de flores y avaló la repostulación de Evo Morales, pero después se erigió en figura clave con la famosa auditoría de la OEA, pero sobre todo, por la forma en que se publicó la preliminar.
El rol de Kalimán
Uno de estos personajes cuyas historias no cuadran, sobre todo en los últimos días, es precisamente la historia de Kalimán, en detención domiciliaria con custodia desde septiembre de 2020, pero al que se le pierde la pista en marzo 2021 y nadie sabe dónde se encuentra ahora. Kalimán pasa por ser uno de los personajes más controvertidos de la trama.
Kalimán era el Jefe de las Fuerzas Armadas, fue quien emitió el comunicado en el que se sugería la renuncia del Presidente, y teóricamente, quien autorizó ciertas maniobras militares en los días clave. Según Terceros, Kalimán sabía tres horas antes de la renuncia de Evo Morales, y fue esto lo que motivó la declaración.
Para el MAS, Kalimán pasó a ser el demonio, sin embargo, él mismo había sido colocado por Evo Morales en el cargo violentando a su manera el escalafón, y había recibido fuertes críticas por algunas declaraciones en las que dejaba clara su adscripción al “proceso de cambio”.
La oposición del MAS de ahora y de antes tuvo que hacer encaje de relato, con más de un escorzo, para ubicar a Kalimán y su actividad de aquellos días. Durante muchos días se le señaló como un subordinado de Evo Morales, procurando de alguna forma que no actuara en contra de las protestas y no sacara a los militares a las calles incluso después de la insubordinación policial, para después convertirse en el principal eslabón de la caída de Evo Morales al no asumir la seguridad nacional con la Policía amotinada, al sugerir la renuncia de Morales y finalmente, al sentar presencia en las calles para consolidar el cambio de régimen.
El rol de Murillo
Un poco lo mismo pasa con el exministro de Gobierno, Arturo Murillo, quien pasó por ser el hombre fuerte del Gobierno de Jeanine Áñez, cuyo ejecutivo inicial fue producto del consenso entre los políticos activos de ese momento – Camacho, Mesa, Tuto Quiroga y Jeanine Áñez, que ya había aceptado el cargo – a un hombre “desconocido” que nadie sabe cómo acabó sentado al lado de la Presidenta.
Murillo fue quien elevó el tono del Gobierno desde el primer minuto. Justamente su primera acción fue adquirir material antidisturbios a como diera lugar para enfrentar la previsible reacción, además, con un buen negociado por el medio.
Después se convirtió en la principal amenaza para todos los acuerdos de transición, y también democráticos: pidió proscribir al MAS, cerrar la Asamblea y, al final, evitar entregar el mando a Luis Arce, pues aún está por ver cual fue su papel en aquel episodio turbio que hablaba de un nuevo fraude en 2020 movilizando población a los cuarteles para rogar por una intervención al uso.
Su detención en Estados Unidos por el asunto de la corrupción ha puesto nervioso a casi todos, sobre todo desde que amenaza con “tirar de la manta”, una negociación que le está saliendo bien, pues ya ha conseguido un tercer aplazamiento de su audiencia cautelar.
El MAS celebró la detención, incluso llegó a alardear de que era el resultado de un trabajo conjunto y de una mejora de las relaciones entre el Gobierno y la nueva administración de Joe Biden, hasta que se contempló la opción de que revele cierta información de Estado. Mientras, sus aliados hasta el último momento – vigilia en los cuarteles incluida –, han llegado a ensayar fórmulas en las que aseguran que Áñez y Evo gobernaron juntos y cosas similares…
La historia no ha terminado, el intento de Arce por pasarlo a segundo plano no ha funcionado, por eso, la posverdad se seguirá construyendo poco a poco. Veremos quién finalmente se sale con la suya.