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La resaca del 11A

Evo y la electoralización permanente

Sin margen para el relajo, el expresidente ya ha puesto el foco en 2025 citando a posibles candidatos, como a Eva Copa, y advirtiendo que hay que extirpar del partido a los críticos con su gestión

La Mano del Moto
  • Miguel V. de Torres/La Mano del Moto
  • 25/04/2021 00:00
Evo y la electoralización permanente
Evo Morales con Luis Arce
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Eva Copa aún no ha tomado posesión de su cargo en la Alcaldía de La Paz y Evo Morales ya la ha elegido como candidata rival para 2025, y aunque parezca que es un asunto atemporal y precipitado, los analistas advierten que en realidad quien se está poniendo en el escenario es él mismo: Evo Morales 2025.

El pulso en el Movimiento Al Socialismo (MAS) es permanente, puesto que como movimiento que es, debe garantizar un mínimo de tensión interna que le permita desplazarse. De hecho, un grueso de la militancia cree que fue ese anquilosamiento el que llevó al desalojo del poder de 2019. Otra cosa, dicen, es que no se pueda tener un descanso entre competencia y competencia electoral.

Los vagos acuerdos del MAS

Los acuerdos de enero de 2020 en Buenos Aires empiezan a ver las costuras, también por el efecto que está teniendo la nueva clase dirigente, más joven y preparada, aunque tal vez menos aguerrida.

La cuestión es que en aquella mesa en la que sentó Diego Pary, Luis Arce, David Choquehuanca y Evo Morales y se dejó un asiento vacío para Andrónico Rodríguez, fue elegido un candidato para la inminente campaña con la mejor performance para ganar las elecciones y, como quedó demostrado, ese fue Luis Arce, pero también se sentaron bases políticos para la bicefalia orgánica que después se han ido matizando.

A Evo Morales se le adjudicó un rol político y se le denominó Jefe de Campaña, aunque ya propiamente en la campaña de 2020 varios asesores lo pusieron contra la pared y le bajaron el tono totalmente para elevar a un Luis Arce construido como un personaje dinámico y cercano que huía de la confrontación – después vino lo del “Gobierno de facto” – y que se presentaba como la solución a un problema que ya era Áñez y la pandemia.

Tras la contundente victoria, el reparto del poder quedó dividido sin concesiones: Evo Morales seguiría manejando el partido y nombraría a los Ministros más políticos (Justicia, Gobierno, etc.,) mientras que Arce se quedaba con lo económico y la Presidencia y David Choquehuanca con una especie de poder discursivo y social. Todo se ha ido diluyendo con el paso del tiempo.

Evo Morales nombró candidatos, pero tuvo que acomodar algunos ante los reclamos de las regionales del partido, y ya en campaña muchos de los elegidos lo pusieron también contra la pared mientras reclamaban la presencia de Luis Arce para mostrar poderío económico.

Arce le ha venido encontrando el gusto a la Presidencia, pero también ha visto que no puede esperar entre sorpresas y no puede dejar al aire todas las decisiones de la Justicia o la Policía para no quedar en entredicho.

Choquehuanca, por su parte, ya era consciente de que el poder discursivo era frágil, sobre todo si no controlas lo que vaya a hacer Justicia y Gobierno, que de momento ha demostrado poco pudor a la hora de volver a reproducirse con las lógicas de siempre y no con los parámetros que el Vicepresidente delineó en su investidura, de los que ahora es preso.

El asunto puede ir a peor. La reunión del pasado fin de semana se cerró con muchas declaraciones de buenas intenciones y pocas hojas de ruta consensuadas, según cuentan en el entorno de la vieja guardia ministerial. El propio Evo Morales habló el domingo de los “antievos” supuestamente incrustados en el gobierno de Luis Arce Catacora, justo cuando el conflicto por el Ministerio de Tierras estaba en todo lo alto y Carlos Romero – ex ministro de Gobierno, cruceño enfrentado con los Interculturales de Santa Cruz a los que pertenecía Characayo – salió a defender la actuación de Eduardo del Castillo del Carpio, el ministro con más padrinos del gabinete de Arce.

En esas, Evo Morales no ha tardado en tomar posiciones para la próxima batalla en la que, sin duda, pretende estar presente.

Evo 2025

El entorno del expresidente Evo Morales se ha especializado en leer los resultados electorales en clave conspirativa, una fórmula que, dicen, relaja conciencias y evita la autocrítica. Lo hicieron por primera vez en el referéndum constitucional de 2016, que también fue la primera gran derrota recibida por el MAS tras una década exitosa.

El jefe de campaña de entonces, el poderoso ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana, culpó a las redes, a la derecha y a la “mentira” de Gabriela Zapata – que en realidad no había mentira en tanto que existió, tuvo una relación con Evo y un hijo reconocido por el propio Morales y García Linera en aquellos aciagos días – para acabar considerando que el resultado no era válido porque los bolivianos habían sido “manipulados”.

En 2019, donde logró habilitarse sin ningún problema, la coherencia electoral no le estimaba más de ese 49% de voto que tuvo de apoyo en 2016. Con fraude o sin fraude, el apoyo a Morales y el MAS bajó a 47% provocando lo que provocó, y que el MAS ha interpretado como Golpe de Estado, aunque en realidad no hubiera podido suceder si el resultado no hubiera sido tan justo.

En la elección de 2020, ya con un candidato avalado constitucionalmente a ojos del pueblo que da y quita mayorías por encima del voto duro, Luis Arce logró una severa victoria con el 55% de los apoyos tras poco más de un año de gestión de Jeanine Áñez, que despertó todos los fantasmas de la corrupción liberal y el racismo sistemático, además de pretender prácticas autoritarias para las que no tenía ninguna legitimidad.

El núcleo más duro del MAS, el de los exministros, defiende la tesis de que la victoria de Arce fue la reacción popular al “golpe de Estado” y niega cualquier responsabilidad del propio Arce en la victoria, es más, consideran que Morales podía incluso haber mejorado ese porcentaje.

El otro MAS, el de los movimientos sociales, cree que la renovación y la reconquista de la movilización, perdida en los últimos años del evismo, fue la llave del éxito y en esas considera que hay que profundizar en los cambios.

El propio Álvaro García Linera ha teorizado recientemente sobre la nueva izquierda más urbana y menos rural y racial que se va abriendo espacio en Sudamérica, y también en Bolivia, como razón para explicar el retroceso en Ecuador y en las subnacionales bolivianas. 

Como sea, para el equipo más próximo a Morales, la batalla para lograr la nominación en 2025 sin que “se divida el partido”, que es otra de las preocupaciones expresadas en los últimos días, pasa por eliminar la disidencia interna y hacer olvidar el 47% de 2019, ahondando en el Golpe de Estado. También en limitar el alcance del Gobierno de Luis Arce y su figura, aunque eso puede tener efectos durísimos a mediano plazo. Efectos que, dicen los estrategas, la fiebre de poder puede no dejar ver, como últimamente ha quedado demostrado.

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