Mediterráneo: La elección del mundo y los iliberales
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En este último Mediterráneo del año y antes de tomar un pequeño receso que nos sirva para pensar y ordenar las prioridades para 2024 quiero hacer algunas breves reflexiones sobre lo que promete ser un intenso 2024, al menos en el plano electoral, donde medio planeta está llamado a las ánforas.
No es una frase hecha ni una exageración: elecciones en la India, en Estados Unidos, las parlamentarias de la Unión Europea y las enésimas elecciones rusas con Putin presente, en Taiwá, en Reino Unidos y así hasta 70 países que movilizarán a casi 4000 millones de personas. Tremenda cifra en un año.
En general todas las elecciones grandes vienen marcadas por el avance de la ultraderecha que está arrastrando a la derecha tradicional hacia posiciones más reaccionarias. En cada país adopta elementos nacionales que la hacen más competitiva, pero por lo general se trata de movimientos que niegan elementos centrales de la democracia liberal, como la separación de poderes, y por ende se les viene señalando como regímenes “iliberales” y ojo, en esto hay similitudes muy evidentes con regímenes “de izquierda” con los mismos dogmas autoritarios. También en Bolivia. Al final no hay mucha diferencia entre un Javier Milei que manda a la Asamblea un paquete normativo que le confiere todos los poderes y lo hace inabarcable para los legisladores con un David Choquehuanca que decreta receso para que nadie interfiera en la prórroga de “sus” magistrados.
La elección que movilizará a más gente es la de la India, que poco o nada tiene que ver con Bolivia, pero que marca esa tendencia: Narendra Modi buscará revalidar su mayoría absoluta con su régimen nacionalista hindú muy personalista y muy omnipresente.
Las rusas son vistas como un trámite porque hace tiempo que Vladimir Putin borró del mapa a todos sus opositores, aunque no solo es por eso. Aunque la prensa occidental trata de asimilar su figura a los déspotas soviéticos, lo cierto es que su política y su ambición de volver a colocar a Rusia en la esfera internacional tiene muchas simpatías.
En Europa los ojos están puestos en la materialización del auge ultra. Con probabilidad las extremas derechas anti europeas tomarán el control del Parlamento Europeo, con pocas funciones ejecutivas pero mucho simbolismo. En paralelo muchos países clave tienen elecciones, como Alemania y Francia, donde los ultras están en disposición de ganar apoyados en discursos de libertad clasista y antiinmigración: veremos si Europa es capaz de renunciar a su Estado del bienestar – soportado en hombros migrantes – y apostar por el comercio justo… o por la guerra.
En Estados Unidos el asunto está como para comer pipocas. Entre los Demócratas casi nadie cree que Biden tenga posibilidades de ganarle a nadie por una cuestión de edad, pero como tampoco creen que nadie pueda ganarle, parece van a dejar que ejerza su derecho a la reelección con 82 años, como si no mereciera descansar.
Por el lado republicano, Donald Trump – también octogenario – parece el candidato seguro aunque muchos sectores están poniendo toda la carne en el asador para evitarlo, De Santis y Nikki Haley son los favoritos de algunas otras familias republicanas de las que también colaboran para que se agilicen los procesos judiciales del expresidente y lo acaben apartando de la carrera presidencial, para que luego nos digan a otros repúblicas bananeras y den lecciones de separación de poderes y no injerencia.
Dado nuestro tamaño y escasa influencia, se podría caer en el error de creer que poco nos importan estas elecciones en Bolivia, pero lo cierto es que tanto lo que suceda en Estados Unidos – con un Donald Trump negacionista del cambio climático y que abogó por reabrir las minas de carbón – como lo que suceda en Europa por la misma dinámica tendrá influencia en la disposición de nuestros recursos naturales, que siguen siendo principal fuente de ingresos. Lo bueno es que si ganan unos hay litio y si ganan los otros, debería quedar gas en algún lugar…
Los equilibrios en América Latina
En lo que nos toca más cerca, fundamentalmente por proximidad lingüística, y aunque probablemente tenga menos impactos económicos, hay una serie de elecciones presidenciales que pondrán de nuevo a prueba los ejes de la región, reequilibrados con la reciente elección de Javier Milei en Argentina y la victoria de Daniel Noboa en Ecuador, que aunque se define como socialdemócrata, nadie duda en colocarlo en el eje liberal junto a Paraguay y Uruguay y Perú, dada la deriva de su presidente Dina Boluarte elegida en la fórmula populista de Pedro Castillo pero rendida al fujimorismo y sus acólitos.
Las más inminentes son las de El Salvador, el próximo 4 de febrero, donde todas las papeletas las tiene el expresidente Nayib Bukele que ha protagonizado su propia historia de patada a la Constitución al lograr que los magistrados interpreten que, si renunciaba unos meses antes, podía sortear la prohibición de reelección. Veremos su suerte, pero en la dinámica iliberal y dado el éxito de sus políticas represivas con la delincuencia, que más allá de “esos asuntos de los derechos humanos de los que usted me habla” ha “limpiado” las calles, por lo que su popularidad es muy alta.
En mayo serán las presidenciales en el “lejano” Panamá, que no cambiará su estatus gane quien gane, aunque en las últimas citas se han venido colando movimientos nacionalistas y populares que pueden llegar a dar algún susto a los que controlan el poder desde el canal.
En junio se viene una de las grandes: Manuel López Obrador se retira – no ha intentado forzar la Constitución para buscar reelección - y deja su lugar al frente de Morena, no sin polémica, a Claudia Sheinbaum. México es sin duda uno de los países emblemáticos que ha liderado el último vuelco a la izquierda popular en el continente con un régimen que tampoco puede calificarse de progresista, como el de Bolivia, pero que reivindica lo nacional por encima de las fórmulas que acabaron por vaciar a ese país condenado a vivir en la frontera con la primera potencia del mundo.
Octubre será el mes clave para Sudamérica propiamente dicha. En Uruguay el Frente Amplio de izquierda tratara de volver al poder, aunque la gestión de Lacalle Pou, incluso con crisis e inflación, no parece generar muchas ampollas.
Por otro lado, octubre es el mes señalado para las presidenciales en Venezuela a las que aparentemente Maduro se ha comprometido y que han servido para levantar algunas de las sanciones, liberar presos de ambos lados y sobre todo, volver a comerciar con petróleo. La oposición ya ha elegido candidata: María Corina Machado, aunque está inhabilitada por el régimen bolivariano. Aún así, no es probable que la elección se lleve a término por una sencilla razón: Maduro no quiere perder el poder. Incluso se están tocando tambores de guerra con Guayana con tal de hablar de otras cosas.
Bolivia en su laberinto
En este escenario, la política nacional acomodará sus propios ritmos internos con la vista puesta en 2025, pero será especialmente interesante analizar las dinámicas que tratará de importar la oposición y que ya ha ensayado con elementos propios del régimen de Bukele o del propio Milei.
Sin duda será un año muy interesante que debe sorprendernos más o menos descansados. Aprovecho estas últimas líneas para desearles un muy feliz Año Nuevo. Nos vemos en las calles.