Mediterráneo: El poder soy yo
Este texto es parte del boletín Mediterráneo que cada viernes envía el director de elpais.bo, Jesús Cantín, con elr epaso a la actualidad internacional y su impacto en Bolivia. Si quieres rcibirlo directamente en tu correo, suscríbete
Lo de centralizar el poder en una personalidad no es un invento moderno. Hace un siglo estalló una guerra cruenta alimentada precisamente por el culto a la personalidad de un líder que regalaba los oídos de sus alemanes, todos heridos por el desenlace de la I Guerra Mundial, que acabó en humillación. Lo que pasó entre aquellos dos momentos, donde se construyó una hegemonía política en ese país con una fuerte impronta y un manejo salvaje de la comunicación ha sido precisamente objeto de estudio intensivo entre los estrategas políticos de este siglo, que además se han encontrado con otras herramientas alienantes a disposición, como las redes sociales además de la televisión, que sigue siendo la referencia en esto de “crear” imagen.
La cuestión es que líderes siempre ha habido, buenos y malos, los que han sabido conectar mejor o peor con su pueblo para alcanzar sus metas, que por lo general eran verbalizadas y públicas básicamente porque eran coherentes. Esto ya no suele pasar, sino más bien todo lo contrario: se cultiva la personalidad de un líder, se establecen parámetros emocionales y se divide a buenos y malos, pero a la hora de la verdad, nadie sabe de verdad lo que el líder va a ser capaz de hacer, pues suele depender más de estudios de opinión que de convicciones personales.
El problema es mayor cuando las decisiones de estos líderes parecen enfocarse no tanto en la construcción, sino en la destrucción de la propia democracia y esta semana ha habido varios ejemplos.
En El Salvador, por ejemplo, los asambleístas salientes le han allanado el camino a los entrantes, elegidos en febrero en la elección en la que Nayib Bukele sumó más del 80%, para abordar cuantos cambios constitucionales considere el líder: la Constitución contemplaba su propia reforma por la vía parlamentaria pero en dos periodos constitucionales: la saliente proponía con un 51% y la entrante refrendaba con dos tercios. Ahora se podrá hacer en el mismo periodo, y justamente se decide cuando por primera vez un partido, el de Bukele, tiene más de los dos tercios. Se parece mucho a lo que el MAS hizo en Bolivia poco antes de que empezara la legislatura en la que justamente el MAS había perdido esos dos tercios en la Asamblea. Los críticos temen que Bukele utilice ese poder para ir desmontando la democracia, justamente como se teme en Bolivia.
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En Argentina Javier Milei logró aprobar en Diputados su Ley Ómnibus, cada vez más descafeinada, donde lo más importante parece ser las delegaciones por un año en materia económica y financiera, para básicamente hacer lo que quiera, y sobre todo, la autorización para privatizar las empresas del Estado, que obviamente reportarán dólares. Todo esto coincidiendo con un viaje de Bonino a China para pedir plata (literal) que incluyó patinazo diplomático épico (todos los chinos son iguales) y fuertes cuestionamientos desde el ala liberal al manejo “maquillado” del dólar y las advertencias sobre el manejo de los dólares que el agro de nuevo está haciendo. Casi todo era predecible, pero cambió el enfoque.
En España el presidente Sánchez resolvió su propia telenovela con un final gris que no dejó a nadie satisfecho, pues no dimitió ni tampoco explicó nada respecto al motivo de sus cinco días de reflexión: la apertura de pesquisas sobre su mujer por supuesto tráfico de influencias que él considera un ataque personal y que, de acuerdo a su conclusión, viene a legitimarle como intérprete de la voluntad popular para juzgar la desinformación y lo que es bueno de lo que es malo.
Bolivia ha sido alumno aventajado en esto del manejo de la política moderna basada en las emociones aun cuando la penetración digital es baja y la alfabetización peor: Evo Morales lo utilizó hasta el extremo, Jeanine Áñez quiso presentarse como la salvadora a la que todo le estaba permitido y por ende, no era difícil que Arce caminará también en esa dirección, aun cuando resulta curiosa la alternancia de metidas de pata: no hay plata pero si incremento de sueldo personal, no hay proceso, no hay gas – con las medidas antidemocráticas: suspensión de la elección judicial, supervisión a medida del Congreso del MAS…
¿Dónde llevará esta derivada autoritaria y personalista cada vez en más países del mundo? Sin duda: donde el pueblo quiera.
Democracias y otros golpes
Hoy a este apartado les traigo países pequeños pero que hacen a lo mismo: la política de la emoción y el interés personal. Países en vilo por el interés de unos pocos que buscan el beneplácito de unos o de otros.
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Y también este perfil sobre uno de los políticos que han marcado este giro de la política: Emanuele Macron (que llamó a su partido En Marche para que su acrónimo fuera EM, como él) y que de tanto tomar decisiones personales por convicción y olfato está a punto de caer al precipicio.
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Guerras y otras catástrofes
Lo de desconfiar en Bolivia lo llevamos de serie, y desde luego lo genuino de las protestas pro Palestina ha disparado las alertas. El movimiento se ha extendido repentinamente por varias capitales y ciudades, sobre todo del mundo anglosajón – Australia, Reino Unido y Estados Unidos – y sobre todo entre la comunidad universitaria, pero no siempre. El momento es llamativo: el ataque de Hamás se produjo el 7 de octubre y la respuesta israelí apenas tardó una semana encadenando casi dos meses de brutalidad mayúscula. Posteriormente se calmó, aunque siguió asesinando niños y destruyendo infraestructura civil, y hasta hace un par de semanas había entrado en una fase más diplomática hasta la irrupción de Irán, que ha vuelto a dar forma a un inminente ataque en Rafah, al sur, a donde previamente se les invitó a acudir al resto de palestinos.
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Es difícil separar la genuina indignación de la inminente batalla electoral en Estados Unidos, donde tradicionalmente nadie se preocupa nunca demasiado de los asuntos internacionales, salvo que cuesten plata, y ahí parece que hay meollo. Biden ha decidido hacer la guerra de otra forma y no duda en poner plata para sus aliados, pero los mecanismos en EEUU son pesados y desde luego el asunto ha estado en el candelero, algo que ha utilizado el rival, Donald Trump, para enfocar a su manera. Trump dice que no hay que gastar dinero, pero Netanyahu, por ejemplo, no tiene ninguna duda de que le interesa la victoria del republicano, que con seguridad no se andará con remilgos sobre el respeto a los derechos humanos, etc. Por cierto, lo mismo más o menos opina Putin.
Tal vez en las próximas semanas conozcamos mejor el alcance de esta estrategia, de momento a Biden el apoyo soterrado y el afán por aplacar las protestas para contentar a su socio sionista le está pasando factura.
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