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Mejor salud para Tarija

La falta de personal o de instrumentos no son excusa para garantizar un trato humano y profesional a los pacientes

En estos tiempos de tendencias globales y reflexiones impersonales, resulta habitual que muchos análisis y propuestas se intenten acomodar a realidades en las que no encajan. No es que sea algo nuevo. Otras veces se han intentado extender ideas marxistas en un país de cuentapropistas, gremiales y pequeños campesinos o se ha apostado por “externalizar” servicios básicos sin que hubiera tejido empresarial suficiente para que actúe “la mano invisible del mercado”.

En Bolivia nunca hubo mucho Estado, como puede comprobar cualquiera que pase una semana en cualquier frontera del país o en cualquier barrio periurbano de cualquier ciudad, incluso en las del eje. Faltan policías, faltan militares, las carreteras y los caminos siguen siendo precarios, faltan maestros y faltan médicos, que a veces se baten en postas y hospitales infradotados y sobre demandados, y otras veces hace tiempo que se han rendido, o se han olvidado de su juramento hipocrático y apenas cultivan la parte activa del negocio. Del negocio de la salud.

El sistema de salud necesita mejorar su sistema con más prevención y más previsiones para pacientes graves

Las encuestas de opinión ciudadana suelen indicar que la salud es una de las grandes preocupaciones de los bolivianos, y en el análisis somero y utilitario, todos los políticos se disponen siempre en campaña y en gestión a prometer más cemento que ítems y más máquinas que estructuras, casi siempre por las fotos. El problema de la salud es la dolencia en sí, obvio, pero sobre todo, que a poco que se complique la cosa puedes salir muerto o en bancarrota, y eso es un temor con el que las familias bolivianas no deberían de vivir.

El sistema nacional de salud, con sus tres niveles, por muchos esfuerzos que se hayan hecho en dignificarlo y expandirlo, que en realidad han sido más bien pocos, siempre se ha sostenido sobre un modelo de negocio – tanto cuesta cada atención – y se han hecho algunos esfuerzos por cubrir las prestaciones mediante un sistema de seguro público, pero nunca se han hecho los esfuerzos suficientes para mejorar la salud general de la población y así, ahorrar recursos para quienes tienen dolencias más graves, que efectivamente las familias no pueden atender y para los que las kermeses, el verdadero sistema de seguro social, no siempre alcanzan.

Es verdad, es urgente hacer políticas públicas expansivas que mejoren la salud de todos, empezando por los niños y los ancianos, fomentar la prevención, sobre todo de accidentes, fomentar estilos de vida sana y saludable, etc. Es importante también aprender a usar el sistema desde la base, la posta, para no colapsar servicios, y claro que son necesarios sistemas de financiación pública que permita a cualquiera recibir una atención oportuna. Es importante una salud mejor para tener un país más fuerte.

Pero hay una cuestión básica e imprescindible que parece se está olvidando o tomando a la ligera: Los pacientes y sus familias ponen sus vidas en manos de los médicos a los que se les pide un trato profesional y humano acorde a su función. No hay excusas en este escenario.


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