El colapso de las Cooperativas
Cosaalt y Cosett, importantes en sus inicios para el desarrollo de Tarija, adolecen hoy de problemas estructurales graves que dificultan su viabilidad
La crisis del sistema cooperativista de servicios en Bolivia se veía venir desde hacía tiempo y es seguramente inevitable por varias razones, aunque cada una merezca un análisis independiente. Por lo general se entiende que no han sido capaces de competir en un mundo globalizado y que su sistema de administración no ha funcionado, no tanto por el “amateurismo” de los consejos de administración o por la corrupción que normalmente sobrevuela este tipo de empresas que “son de todos”, sino porque nadie se ha atrevido a tomar las previsiones ni las decisiones más traumáticas a tiempo.
En los años 70 y 80 el cooperativismo fue la forma de lograr poner en pie servicios de utilidad en lugares que no necesariamente eran rentables y donde el Estado no podía llegar. Era un sistema novedoso y solidario que sumaba esfuerzos. Era tal vez la expresión de otro tiempo y otra forma de entender la vida, la comunidad y la necesidad. Es verdad también que hubo empresas que tomaron la forma de cooperativa luego de que iniciativas privadas quebraran y dejaran a sus trabajadores al mando de los medios de producción, pero no suele ser la mayor parte.
Durante años las cooperativas mantuvieron su fundamento social e interno y ajustaron sus dinámicas a las del mercado, pero, sobre todo, a las del sentido común. Lo fundamental era satisfacer la necesidad para la que habían sido creadas, es decir, prestar el servicio, y de la mejor manera. Se intentaba que no perdieran dinero, pero nadie se volvía loco con los beneficios.
La expansión urbana supuso un incremento de clientes, pero también una multiplicación de costos en una ciudad que creció desordenada hasta los límites del absurdo.
La expansión de los servicios se dio a partir del cambio de siglo, cuando la población boliviana inició una cada vez más acelerada transformación urbana, que supuso un incremento de clientes, pero también una multiplicación de costos en una ciudad que creció desordenada hasta los límites del absurdo.
En Tarija tenemos dos ejemplos muy evidentes de este problema: la Cooperativa de Servicios Telefónicos (Cosett) y la Cooperativa de Agua y Alcantarillado (Cosaalt), historias paralelas pero diferentes.
Cosett hizo una mala apuesta, llegó tarde al servicio de internet y de telefonía móvil y desde entonces anda remando un imposible, sobrevalorando activos y aferrándose a intangibles que no garantizan nada. Cosaalt por su parte nunca asumió del todo su responsabilidad y siempre tuvo al Gobierno Municipal de su lado para garantizar el servicio constitucionalizado. Así, nunca tuvo capacidad de gestionar inversiones y resolver los grandes problemas, pero canalizó varios negocios a su alrededor.
Ambas adolecen de un problema similar: los costes laborales han crecido sostenidamente sin que ningún Consejo de Administración abordara las reformas necesarias para mantenerlas sostenibles. Al contrario, el clientelismo y el amiguismo siguió engordando planillas que hoy por hoy son inviables.
El costo operativo es una causa que hace de freno, pero no la única. Como sea, los Consejos de Administración y sobre todo, los socios, deben ser capaces de hacer frente a su situación y decidir lo mejor en estos tiempos en los que seguramente, todo ha cambiado. Mantener la salud financiera es prioridad y subir los costos a los usuarios, sin duda, no es una buena respuesta.