El micro y la imaginación
El sector de la movilidad está cambiando y las demandas ciudadanas son otras, a las que hay que responder con unos medios próximamente no subvencionados
Sin acuerdo explícito ni tácito, instituciones vecinales y transporte libran un pulso en el que ambos reconocen que la otra parte tiene algo de razón pero están dispuestos a llegar hasta el final, que suele coincidir con el agotamiento. Hoy hay paro, mañana seguirán los controles.
El transporte urbano de Tarija, de naturaleza privada, está aplicando un alza unilateral de las tarifas después de casi ocho años de haber fijado la tarifa general del micro en 1,80 bolivianos y la del taxi trufi en 2. Lo argumentan en el incremento de costos, aunque efectivamente su matriz principal de trabajo, que es el combustible, sigue subvencionada por todos los bolivianos y por ello, el rechazo es justificado.
Con la subvención desaparecerán cientos de unidades de movilidad en la ciudad, tanto micros como taxis como taxi trufis, cuyas cuentas no salgan
La subida de 2016 fue “pactada” por el entonces alcalde Rodrigo Paz, que aseguraba que había logrado modificar la lógica del transporte arrancando muchos compromisos al sector a cambio del incremento, pero lo cierto es que apenas se colocó una papelerita en algunas unidades y ya.
El alcalde Johnny Torres, más pragmático en estas negociaciones y consciente de la situación crítica de la economía nacional ha dado voz a los vecinos y está velando por salvaguardar la economía local pero es difícil negar la evidencia: el transporte es clave en la dinámica de una ciudad, pero la institución tiene poca capacidad para brindar alternativas solventes y sostenibles a la iniciativa privada, que a la vez sobrevive gracias a la subvención estatal al combustible.
Revolucionar el transporte implica mucha inversión, tanto por la parte privada como por la pública. Renovar unidades, establecer sistema de pago que permitan implantar el billete hora o el transbordo en otras unidades complementarias, sistemas de localización GPS, etc., parecen inalcanzables cuando ni siquiera se logra establecer paradas únicas, pues en este caso el negocio manda y el cliente “siempre tiene la razón” aunque quiera bajar en mitad de la cuadra, sin embargo, la ambición debe ser llegar a establecerlo.
Nunca ha sido fácil darle solución al asunto de movilidad en ninguna ciudad y todas requieren de decisión y también de educación, pero también de mecanismos de compensación. Que ningún micro quiera llegar al mercado Campesino por la avenida Integración y toda una parte de la ciudad quede sin servicio tiene una explicación netamente económica. Es el mercado amigo.
Ahora, la subvención al combustible parece destinada a la desaparición, al menos según los gurús de la economía patria. Con ella desaparecerán cientos de unidades de movilidad en la ciudad, tanto micros como taxis como taxi trufis, cuyas cuentas no salgan, y al final será el ciudadano quien acabe pagando la situación tras el ajuste. Es el mercado de nuevo.
Es necesario que la sociedad civil y las instituciones empiecen a delinear un plan de movilidad acorde a este siglo para esta ciudad – más allá del siempre recurrente “estudio de la CAF” del que se habla hace dos décadas – y encontrar después el sistema para hacerlo posible, de la forma más rentable para todos y con todas las garantías de seguridad.
Tarija debe permitirse soñar. ¿Por qué no un tranvía o metro ligero que articule la ciudad de El Portillo a Tomatitas?, ¿por qué no un abono transporte que nos permita subir y bajar a todos los medios de transporte con precios más competitivos que el usuario convencional? ¿Por qué no una red de ciclovías que entre también a los barrios? ¿Por qué no un sistema de parqueos disuasorios? ¿Por qué no peatonalizar el centro de una vez?
El sector está cambiando y las demandas ciudadanas son otras. Es preciso encontrar respuestas con creatividad, si no, el colapso está garantizado.