Turquía y el otro lado del mundo

Por muy lejos que ubiquemos el enclave, cualquier inestabilidad en la región tendrá consecuencias en los precios y las cotizaciones claves para Bolivia

Después de una campaña política marcada por los terremotos, por la desinformación, por los fantasmas rusos y por los extremismos, Recep Tayyip Erdogan volvió a ganar una elección en Turquía pero por la mínima, lo que le obliga a ir a una segunda vuelta casi suicida que sin duda tendrá consecuencias en la región y en el mundo.

Erdogan es el típico presidente plenipotenciario de las pseudodemocracias del Oriente Próximo donde reelegirse acaba siendo demasiado fácil. Lleva en el poder desde 2003 y las ha pasado de todos los colores, pero siempre ha mostrado una habilidad encomiable para sobrevivir tanto en la interna como en el tablero internacional. Golpes pasados como autogolpes, guerra permanente con los kurdos, la islamización de un país donde el ejército defiende a muerte la laicidad… Aliado y enemigo a la vez de Rusia, de la Unión Europea donde lleva 20 años queriendo entrar, y parte de la OTAN hacen de Turquía un territorio demasiado importante como para ser ignorado.

La posición geográfica de Turquía, en la encrucijada de Europa y Asia, le otorga una importancia estratégica innegable. Este país se encuentra entre Oriente y Occidente, conectando culturas, tradiciones y economías. Su ubicación estratégica no solo la ha convertido en un punto de encuentro para diversas civilizaciones a lo largo de la historia, sino que también ha proporcionado a Turquía una influencia significativa en los asuntos regionales y globales.

Desde una perspectiva latinoamericana, la relación con Turquía ofrece oportunidades y beneficios. En primer lugar, Turquía es una economía emergente y un actor comercial importante a nivel mundial. Su crecimiento económico constante, su capacidad industrial diversificada y su posición como puerta de entrada a Europa y Asia hacen de Turquía un socio atractivo para los países latinoamericanos que buscan expandir sus horizontes comerciales y fortalecer sus lazos económicos.

Además, Turquía ha demostrado un interés creciente en América Latina en los últimos años. Ha aumentado la cooperación en diversos ámbitos, como la inversión, el comercio y el turismo. La apertura de embajadas y consulados en países latinoamericanos, así como el aumento de las visitas de alto nivel entre las regiones, indican el deseo de ambos lados de fortalecer los lazos bilaterales.

En el ámbito político, Turquía también juega un papel relevante en tanto es una de esas potencias no alineadas capaz de ofrecer posiciones intermedias entre los bloques priorizando sus propios intereses, o los de todos fuera de cualquier conflicto. Se trata además de un país que ha experimentado una transición democrática y una estabilidad política relativa en una región turbulenta, que en cualquier momento puede volver a serlo.

La elección no es menor en términos globales. La relación con Rusia y el mundo árabe, los acuerdos del gas y el comercio mundial de grano depende en buena parte de los buenos oficios de Turquía. En Tarija vivimos a miles de kilómetros y apenas recordamos como el “turco rubio” a uno de esos míticos exalcaldes de principios del siglo pasado, que no era turco y tal vez ni rubio, pero en este mundo globalizado, cualquier batir de alas de mariposa puede tener consecuencias en cualquier lado del mundo.


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