De residuo a recurso: PTAR para economía circular del agua
A nivel mundial, el 80% de las aguas residuales de hogares, ciudades e industrias son vertidas al medio ambiente sin ningún tratamiento o sin el adecuado, según datos del Grupo Banco Mundial. En Bolivia, más del 60% de las aguas residuales no pasa por ningún tratamiento; y del 40% que sí lo...



A nivel mundial, el 80% de las aguas residuales de hogares, ciudades e industrias son vertidas al medio ambiente sin ningún tratamiento o sin el adecuado, según datos del Grupo Banco Mundial. En Bolivia, más del 60% de las aguas residuales no pasa por ningún tratamiento; y del 40% que sí lo hace, el tratamiento es parcial o no se hace adecuadamente.
Este último dato fue proporcionado públicamente por el director general de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario del Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MMAyA), Edwin Laruta.
La información fue provista a tiempo de reconocer que si bien se ha mejorado bastante en dar acceso al agua potable, en el saneamiento y particularmente en el tratamiento de aguas residuales “es donde quizás tenemos las mayores dificultades. Nuestro país no cuenta con muchas Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR)”.
Por su parte, Diego Rodríguez, economista en jefe de la unidad Global para el Agua, del Grupo Banco Mundial, advierte que el manejo de las aguas residuales ya no puede continuar como hasta ahora. Latinoamérica continuará urbanizándose y la competencia por el agua está creciendo cada vez más.
A eso se suma que el cambio climático, los desastres naturales y los eventos climáticos extremos “están afectando la capacidad de las infraestructuras existentes para proveer servicios. Las variaciones en las lluvias y el prolongado estrés hídrico amenazan la provisión de agua en muchos lugares de la región”.
En Latinoamérica en general se ha venido observando “una tendencia consistente hacia la sequedad que persistirá. En lugares con escasez, el tratamiento y reúso de aguas residuales constituyen fuentes adicionales e importantes para el suministro”, agrega el experto.
Varias poblaciones en los valles y zonas altas de Bolivia se caracterizan precisamente por esta escasez del recurso. Y muchas de ellas también padecen elevados niveles de contaminación de sus cuerpos de agua, generando riesgos para la salud humana y agravando la propia escasez.
De residuo a recurso
Rodríguez explica que los esquemas tradicionales de planificación y de diseño y operación de las inversiones se basan en una visión linear: el agua se extrae de la fuente, se trata, se utiliza, el agua residual se trata y se descarga a un cuerpo receptor (ríos, quebradas, lagos, etc.).
En la mayoría de las poblaciones de Bolivia ni siquiera se llega al punto de tratar el agua antes de descargarla. Pero de cualquier manera, el experto advierte que se debe cambiar ese modelo linear por uno “circular, basado en reducir el uso y consumo, reúso, reciclaje, restauración y recuperación”.
Según Rodríguez, este nuevo paradigma contribuye a la provisión de servicios sostenibles de infraestructura, mejora la sostenibilidad financiera de los operadores y la calidad ambiental, y fortalece la resiliencia de los sistemas.
“Se debe pasar de una visión de ‘plantas de tratamiento de aguas residuales’ a una de ‘instalaciones de recuperación de recursos’”, agrega.
Las PTAR pueden generar variedad de recursos
Los procesos físicos y biológicos que ocurren en las PTAR permiten recuperar distintos elementos que pueden servir varios fines.
Por ejemplo, el agua residual ya tratada puede ser reutilizada en el sector energético para enfriar plantas termoeléctricas, o para las empresas mineras en sus procesos sustituyendo el agua fresca o potable que utilizan actualmente.
También puede servir para procesos industriales, como en la fabricación de textiles, de papeles, etc. En muchos casos se puede utilizar el agua tratada en la agricultura para regar cultivos de tallo alto, para parques urbanos, viveros, campos deportivos, entre otros. Y por supuesto, para recarga de acuíferos, para caudales ecológicos en ríos o cuerpos de agua secos o de agua estancada.
Todos estos usos permiten reducir considerablemente la presión sobre el agua potable que debería ser priorizada para consumo humano.
Pero en el propio proceso de tratamiento se producen otros elementos que también tienen importantes utilidades.
En los reactores anaeróbicos de las PTAR que usan esa tecnología (que no es costosa, por cierto), se genera un gas (biogás), que en cantidades suficientes puede usarse para generar energía (térmica o eléctrica) que a su vez puede ser reutilizada en la propia PTAR o para venderla a empresas proveedoras de energía.
Por otro lado, en las PTAR se generan lodos que tienen altos contenidos de nutrientes y pueden ser utilizados en la agricultura, para recuperar áreas degradadas o como combustible, entre otras aplicaciones.
Rentabilidad económica
Los expertos observan que estos nuevos recursos producidos a partir de las PTAR pueden generar flujos de ingreso adicionales para los operadores, que permitan cubrir total o parcialmente los costos de operación y mantenimiento de las plantas, contribuyendo así a la sostenibilidad del sistema y de las empresas proveedoras del servicio.
Por su parte, Rodríguez advierte que las fuentes de financiamiento para operación y mantenimiento “deben ser consideradas y garantizadas antes de iniciar nuevas plantas, expansiones y/o rehabilitaciones”, y si el financiamiento es insuficiente, “las tecnologías de menor costo deben ser evaluadas y posiblemente incorporadas, al menos en una etapa inicial en el programa de inversiones”.
Para lograr todo esto, se debe trabajar en una legislación adecuada, regulación, políticas e incentivos intersectoriales, y que las iniciativas sean siempre desarrolladas como parte de un marco de planificación de cuencas.
Este último dato fue proporcionado públicamente por el director general de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario del Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MMAyA), Edwin Laruta.
La información fue provista a tiempo de reconocer que si bien se ha mejorado bastante en dar acceso al agua potable, en el saneamiento y particularmente en el tratamiento de aguas residuales “es donde quizás tenemos las mayores dificultades. Nuestro país no cuenta con muchas Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR)”.
Por su parte, Diego Rodríguez, economista en jefe de la unidad Global para el Agua, del Grupo Banco Mundial, advierte que el manejo de las aguas residuales ya no puede continuar como hasta ahora. Latinoamérica continuará urbanizándose y la competencia por el agua está creciendo cada vez más.
A eso se suma que el cambio climático, los desastres naturales y los eventos climáticos extremos “están afectando la capacidad de las infraestructuras existentes para proveer servicios. Las variaciones en las lluvias y el prolongado estrés hídrico amenazan la provisión de agua en muchos lugares de la región”.
En Latinoamérica en general se ha venido observando “una tendencia consistente hacia la sequedad que persistirá. En lugares con escasez, el tratamiento y reúso de aguas residuales constituyen fuentes adicionales e importantes para el suministro”, agrega el experto.
Varias poblaciones en los valles y zonas altas de Bolivia se caracterizan precisamente por esta escasez del recurso. Y muchas de ellas también padecen elevados niveles de contaminación de sus cuerpos de agua, generando riesgos para la salud humana y agravando la propia escasez.
De residuo a recurso
Rodríguez explica que los esquemas tradicionales de planificación y de diseño y operación de las inversiones se basan en una visión linear: el agua se extrae de la fuente, se trata, se utiliza, el agua residual se trata y se descarga a un cuerpo receptor (ríos, quebradas, lagos, etc.).
En la mayoría de las poblaciones de Bolivia ni siquiera se llega al punto de tratar el agua antes de descargarla. Pero de cualquier manera, el experto advierte que se debe cambiar ese modelo linear por uno “circular, basado en reducir el uso y consumo, reúso, reciclaje, restauración y recuperación”.
Según Rodríguez, este nuevo paradigma contribuye a la provisión de servicios sostenibles de infraestructura, mejora la sostenibilidad financiera de los operadores y la calidad ambiental, y fortalece la resiliencia de los sistemas.
“Se debe pasar de una visión de ‘plantas de tratamiento de aguas residuales’ a una de ‘instalaciones de recuperación de recursos’”, agrega.
Las PTAR pueden generar variedad de recursos
Los procesos físicos y biológicos que ocurren en las PTAR permiten recuperar distintos elementos que pueden servir varios fines.
Por ejemplo, el agua residual ya tratada puede ser reutilizada en el sector energético para enfriar plantas termoeléctricas, o para las empresas mineras en sus procesos sustituyendo el agua fresca o potable que utilizan actualmente.
También puede servir para procesos industriales, como en la fabricación de textiles, de papeles, etc. En muchos casos se puede utilizar el agua tratada en la agricultura para regar cultivos de tallo alto, para parques urbanos, viveros, campos deportivos, entre otros. Y por supuesto, para recarga de acuíferos, para caudales ecológicos en ríos o cuerpos de agua secos o de agua estancada.
Todos estos usos permiten reducir considerablemente la presión sobre el agua potable que debería ser priorizada para consumo humano.
Pero en el propio proceso de tratamiento se producen otros elementos que también tienen importantes utilidades.
En los reactores anaeróbicos de las PTAR que usan esa tecnología (que no es costosa, por cierto), se genera un gas (biogás), que en cantidades suficientes puede usarse para generar energía (térmica o eléctrica) que a su vez puede ser reutilizada en la propia PTAR o para venderla a empresas proveedoras de energía.
Por otro lado, en las PTAR se generan lodos que tienen altos contenidos de nutrientes y pueden ser utilizados en la agricultura, para recuperar áreas degradadas o como combustible, entre otras aplicaciones.
Rentabilidad económica
Los expertos observan que estos nuevos recursos producidos a partir de las PTAR pueden generar flujos de ingreso adicionales para los operadores, que permitan cubrir total o parcialmente los costos de operación y mantenimiento de las plantas, contribuyendo así a la sostenibilidad del sistema y de las empresas proveedoras del servicio.
Por su parte, Rodríguez advierte que las fuentes de financiamiento para operación y mantenimiento “deben ser consideradas y garantizadas antes de iniciar nuevas plantas, expansiones y/o rehabilitaciones”, y si el financiamiento es insuficiente, “las tecnologías de menor costo deben ser evaluadas y posiblemente incorporadas, al menos en una etapa inicial en el programa de inversiones”.
Para lograr todo esto, se debe trabajar en una legislación adecuada, regulación, políticas e incentivos intersectoriales, y que las iniciativas sean siempre desarrolladas como parte de un marco de planificación de cuencas.