Resfriada economía global, ¿hay recuperación a la vista?
El “Estancamiento Secular” es un “estado duradero de ralentización del crecimiento y reducción del PIB per cápita debido a una crónica insuficiencia de la demanda global”, explica el docente-investigador del Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE), de la Universidad Mayor...



El “Estancamiento Secular” es un “estado duradero de ralentización del crecimiento y reducción del PIB per cápita debido a una crónica insuficiencia de la demanda global”, explica el docente-investigador del Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE), de la Universidad Mayor de San Simón, Wilmar Ascárraga.
Por su parte, Robert Solow, Premio Nobel de Economía 1987, afirma que el estancamiento secular “denota una tendencia persistente de una economía o economías no solo a crecer con lentitud”, sino a encontrarse parcial o totalmente incapacitada para aprovechar al máximo su potencial productivo.
¿A qué se debe la mención de este fenómeno? A que en los últimos años a nivel global los expertos vienen debatiendo si la economía planetaria se encuentra padeciendo estancamiento secular, particularmente desde que en 2013, Larry Summers -entonces Secretario del Departamento de Tesoro de EEUU en el gobierno de Barak Obama-, así lo afirmara.
Según Ascárraga, las implicaciones de este debate para los países en desarrollo, como Bolivia, son significativas, porque un estancamiento prolongado en los países desarrollados “debilitaría la demanda de exportaciones de los países en desarrollo, que afectaría al crecimiento de la productividad, generando el permanente problema en la balanza de pagos y disminuyendo el crecimiento económico”.
Síntomas de estancamiento secular
El investigador de la UMSS sostiene que, desde la crisis de 2008, “el instrumental macroeconómico tradicional y en particular la política monetaria, ha perdido gran parte de su eficacia”, y ese es un síntoma.
Si bien las intervenciones de política monetaria resultaron exitosas en la estabilización de la crisis financiera generada por el colapso de la burbuja hipotecaria en 2007-2008, “casi una década de culminada dicha crisis el nivel de actividad económica permanece muy por debajo de su potencial”, agrega Ascárraga.
La última actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), muestra una economía mundial recobrando cierta fuerza: las tasas de crecimiento económico han sido revisadas a la alza a un 3,9% tanto para 2018 como para 2019; es decir, 0,2% más que en las previsiones de octubre último para ambos años y 0,2% más que la estimación corriente del crecimiento mundial del año pasado.
Sin embargo, de acuerdo con Maurice Obstfeld, Consejero Económico y Director de Estudios del FMI, aunque es positiva, esta aparente la reactivación tiene pocas probabilidades de convertirse en una “nueva normalidad” y enfrenta peligros a mediano plazo que probablemente se agraven con el correr del tiempo.
Para los académicos Nicholas Oulton y María Sebastiá-Barriel, en un artículo de 2013, la preocupación es que este periodo prolongado de baja inversión y elevado desempleo en los países desarrollados se vuelva crónico.
Ello puede provocar una reducción de la capacidad productiva y un empeoramiento de la productividad, ya que el desempleo de larga duración deteriora las competencias técnicas en algunos segmentos de la fuerza de trabajo. A su vez, siendo insuficiente la inversión, puede afectar también a la difusión de las nuevas tecnologías.
El “Estancamiento Secular” es un “estado duradero de ralentización del crecimiento y reducción del PIB per cápita debido a una crónica insuficiencia de la demanda global”, explica el docente-investigador del Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE), de la Universidad Mayor de San Simón, Wilmar Ascárraga.
Por su parte, Robert Solow, Premio Nobel de Economía 1987, afirma que el estancamiento secular “denota una tendencia persistente de una economía o economías no solo a crecer con lentitud”, sino a encontrarse parcial o totalmente incapacitada para aprovechar al máximo su potencial productivo.
¿A qué se debe la mención de este fenómeno? A que en los últimos años a nivel global los expertos vienen debatiendo si la economía planetaria se encuentra padeciendo estancamiento secular, particularmente desde que en 2013, Larry Summers -entonces Secretario del Departamento de Tesoro de EEUU en el gobierno de Barak Obama-, así lo afirmara.
Según Ascárraga, las implicaciones de este debate para los países en desarrollo, como Bolivia, son significativas, porque un estancamiento prolongado en los países desarrollados “debilitaría la demanda de exportaciones de los países en desarrollo, que afectaría al crecimiento de la productividad, generando el permanente problema en la balanza de pagos y disminuyendo el crecimiento económico”.
Síntomas de estancamiento secular
El investigador de la UMSS sostiene que, desde la crisis de 2008, “el instrumental macroeconómico tradicional y en particular la política monetaria, ha perdido gran parte de su eficacia”, y ese es un síntoma.
Si bien las intervenciones de política monetaria resultaron exitosas en la estabilización de la crisis financiera generada por el colapso de la burbuja hipotecaria en 2007-2008, “casi una década de culminada dicha crisis el nivel de actividad económica permanece muy por debajo de su potencial”, agrega Ascárraga.
La última actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), muestra una economía mundial recobrando cierta fuerza: las tasas de crecimiento económico han sido revisadas a la alza a un 3,9% tanto para 2018 como para 2019; es decir, 0,2% más que en las previsiones de octubre último para ambos años y 0,2% más que la estimación corriente del crecimiento mundial del año pasado.
Sin embargo, de acuerdo con Maurice Obstfeld, Consejero Económico y Director de Estudios del FMI, aunque es positiva, esta aparente la reactivación tiene pocas probabilidades de convertirse en una “nueva normalidad” y enfrenta peligros a mediano plazo que probablemente se agraven con el correr del tiempo.
Para los académicos Nicholas Oulton y María Sebastiá-Barriel, en un artículo de 2013, la preocupación es que este periodo prolongado de baja inversión y elevado desempleo en los países desarrollados se vuelva crónico.
Ello puede provocar una reducción de la capacidad productiva y un empeoramiento de la productividad, ya que el desempleo de larga duración deteriora las competencias técnicas en algunos segmentos de la fuerza de trabajo. A su vez, siendo insuficiente la inversión, puede afectar también a la difusión de las nuevas tecnologías.
Causas del estancamiento
Según Ascárraga, la literatura académica coincide en señalar cuatro principales causas para el estancamiento secular.
Primero, la ralentización del crecimiento demográfico. Segundo, “la caída de la productividad, que a su vez es consecuencia de la parálisis de la innovación tecnológica y de que las Nuevas Tecnologías no tienen un impacto tan grande como las innovaciones manufactureras”.
Tercero, el ahorro privado “no consigue la rentabilidad necesaria para financiar la inversión privada”. Y cuarto, que “tras un endeudamiento masivo de las empresas y familias, ahora tienen una tendencia a no endeudarse y ahorrar, lo cual mantiene débil el consumo y las bajas tasas de inversión”.
En gran medida, estas causas afectan especialmente a los países desarrollados que a los países en vías de desarrollo. Pero los efectos tienen repercusiones para todos. Ascárraga resalta los dos primeros puntos.
De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial (2013), la población mundial ha pasado de 6.100 millones en el año 2000 a 7.100 millones en 2012 y se espera que alcance 9.600 millones en 2050 y 10.900 millones en 2100.
Esto significa que en el siglo XXI, la población mundial se multiplicaría por 1,78 veces, mientras que en el siglo XX se multiplicó por 3,7 veces. Es decir 1,92 veces menos que el siglo pasado.
Sin embargo, el investigador de la UMSS destaca que “otro aspecto muy importante del estancamiento secular” consiste en saber por qué, hasta hoy, las nuevas y potentes tecnologías de la información y de la digitalización del siglo XXI, no aumentan la Productividad Total de los Factores de Producción (PTF) tanto como lo hicieron las Nuevas Tecnologías Manufactureras del siglo XX (combustión interna, electricidad, automoción, aviación, telefonía, televisión, laser, internet y telefonía móvil).
En efecto, Robert Gordon, profesor de la Universidad de la Universidad de Northwestern, en una investigación publicada en 2016, muestra que en EEUU el gran aumento de la PTF se produjo entre 1920 y 1970, y no se ha repetido hasta el momento.
Los expertos aún no se han puesto de acuerdo en si efectivamente se está viviendo un estancamiento secular o no. Pero los datos de tímida recuperación de la economía global son evidentes y las recetas universales ya no funcionan como antes.
Según Ascárraga, la literatura académica coincide en señalar cuatro principales causas para el estancamiento secular.
Primero, la ralentización del crecimiento demográfico. Segundo, “la caída de la productividad, que a su vez es consecuencia de la parálisis de la innovación tecnológica y de que las Nuevas Tecnologías no tienen un impacto tan grande como las innovaciones manufactureras”.
Tercero, el ahorro privado “no consigue la rentabilidad necesaria para financiar la inversión privada”. Y cuarto, que “tras un endeudamiento masivo de las empresas y familias, ahora tienen una tendencia a no endeudarse y ahorrar, lo cual mantiene débil el consumo y las bajas tasas de inversión”.
En gran medida, estas causas afectan especialmente a los países desarrollados que a los países en vías de desarrollo. Pero los efectos tienen repercusiones para todos. Ascárraga resalta los dos primeros puntos.
De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial (2013), la población mundial ha pasado de 6.100 millones en el año 2000 a 7.100 millones en 2012 y se espera que alcance 9.600 millones en 2050 y 10.900 millones en 2100.
Esto significa que en el siglo XXI, la población mundial se multiplicaría por 1,78 veces, mientras que en el siglo XX se multiplicó por 3,7 veces. Es decir 1,92 veces menos que el siglo pasado.
Sin embargo, el investigador de la UMSS destaca que “otro aspecto muy importante del estancamiento secular” consiste en saber por qué, hasta hoy, las nuevas y potentes tecnologías de la información y de la digitalización del siglo XXI, no aumentan la Productividad Total de los Factores de Producción (PTF) tanto como lo hicieron las Nuevas Tecnologías Manufactureras del siglo XX (combustión interna, electricidad, automoción, aviación, telefonía, televisión, laser, internet y telefonía móvil).
En efecto, Robert Gordon, profesor de la Universidad de la Universidad de Northwestern, en una investigación publicada en 2016, muestra que en EEUU el gran aumento de la PTF se produjo entre 1920 y 1970, y no se ha repetido hasta el momento.
Los expertos aún no se han puesto de acuerdo en si efectivamente se está viviendo un estancamiento secular o no. Pero los datos de tímida recuperación de la economía global son evidentes y las recetas universales ya no funcionan como antes.
Por su parte, Robert Solow, Premio Nobel de Economía 1987, afirma que el estancamiento secular “denota una tendencia persistente de una economía o economías no solo a crecer con lentitud”, sino a encontrarse parcial o totalmente incapacitada para aprovechar al máximo su potencial productivo.
¿A qué se debe la mención de este fenómeno? A que en los últimos años a nivel global los expertos vienen debatiendo si la economía planetaria se encuentra padeciendo estancamiento secular, particularmente desde que en 2013, Larry Summers -entonces Secretario del Departamento de Tesoro de EEUU en el gobierno de Barak Obama-, así lo afirmara.
Según Ascárraga, las implicaciones de este debate para los países en desarrollo, como Bolivia, son significativas, porque un estancamiento prolongado en los países desarrollados “debilitaría la demanda de exportaciones de los países en desarrollo, que afectaría al crecimiento de la productividad, generando el permanente problema en la balanza de pagos y disminuyendo el crecimiento económico”.
Síntomas de estancamiento secular
El investigador de la UMSS sostiene que, desde la crisis de 2008, “el instrumental macroeconómico tradicional y en particular la política monetaria, ha perdido gran parte de su eficacia”, y ese es un síntoma.
Si bien las intervenciones de política monetaria resultaron exitosas en la estabilización de la crisis financiera generada por el colapso de la burbuja hipotecaria en 2007-2008, “casi una década de culminada dicha crisis el nivel de actividad económica permanece muy por debajo de su potencial”, agrega Ascárraga.
La última actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), muestra una economía mundial recobrando cierta fuerza: las tasas de crecimiento económico han sido revisadas a la alza a un 3,9% tanto para 2018 como para 2019; es decir, 0,2% más que en las previsiones de octubre último para ambos años y 0,2% más que la estimación corriente del crecimiento mundial del año pasado.
Sin embargo, de acuerdo con Maurice Obstfeld, Consejero Económico y Director de Estudios del FMI, aunque es positiva, esta aparente la reactivación tiene pocas probabilidades de convertirse en una “nueva normalidad” y enfrenta peligros a mediano plazo que probablemente se agraven con el correr del tiempo.
Para los académicos Nicholas Oulton y María Sebastiá-Barriel, en un artículo de 2013, la preocupación es que este periodo prolongado de baja inversión y elevado desempleo en los países desarrollados se vuelva crónico.
Ello puede provocar una reducción de la capacidad productiva y un empeoramiento de la productividad, ya que el desempleo de larga duración deteriora las competencias técnicas en algunos segmentos de la fuerza de trabajo. A su vez, siendo insuficiente la inversión, puede afectar también a la difusión de las nuevas tecnologías.
El “Estancamiento Secular” es un “estado duradero de ralentización del crecimiento y reducción del PIB per cápita debido a una crónica insuficiencia de la demanda global”, explica el docente-investigador del Instituto de Estudios Sociales y Económicos (IESE), de la Universidad Mayor de San Simón, Wilmar Ascárraga.
Por su parte, Robert Solow, Premio Nobel de Economía 1987, afirma que el estancamiento secular “denota una tendencia persistente de una economía o economías no solo a crecer con lentitud”, sino a encontrarse parcial o totalmente incapacitada para aprovechar al máximo su potencial productivo.
¿A qué se debe la mención de este fenómeno? A que en los últimos años a nivel global los expertos vienen debatiendo si la economía planetaria se encuentra padeciendo estancamiento secular, particularmente desde que en 2013, Larry Summers -entonces Secretario del Departamento de Tesoro de EEUU en el gobierno de Barak Obama-, así lo afirmara.
Según Ascárraga, las implicaciones de este debate para los países en desarrollo, como Bolivia, son significativas, porque un estancamiento prolongado en los países desarrollados “debilitaría la demanda de exportaciones de los países en desarrollo, que afectaría al crecimiento de la productividad, generando el permanente problema en la balanza de pagos y disminuyendo el crecimiento económico”.
Síntomas de estancamiento secular
El investigador de la UMSS sostiene que, desde la crisis de 2008, “el instrumental macroeconómico tradicional y en particular la política monetaria, ha perdido gran parte de su eficacia”, y ese es un síntoma.
Si bien las intervenciones de política monetaria resultaron exitosas en la estabilización de la crisis financiera generada por el colapso de la burbuja hipotecaria en 2007-2008, “casi una década de culminada dicha crisis el nivel de actividad económica permanece muy por debajo de su potencial”, agrega Ascárraga.
La última actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), muestra una economía mundial recobrando cierta fuerza: las tasas de crecimiento económico han sido revisadas a la alza a un 3,9% tanto para 2018 como para 2019; es decir, 0,2% más que en las previsiones de octubre último para ambos años y 0,2% más que la estimación corriente del crecimiento mundial del año pasado.
Sin embargo, de acuerdo con Maurice Obstfeld, Consejero Económico y Director de Estudios del FMI, aunque es positiva, esta aparente la reactivación tiene pocas probabilidades de convertirse en una “nueva normalidad” y enfrenta peligros a mediano plazo que probablemente se agraven con el correr del tiempo.
Para los académicos Nicholas Oulton y María Sebastiá-Barriel, en un artículo de 2013, la preocupación es que este periodo prolongado de baja inversión y elevado desempleo en los países desarrollados se vuelva crónico.
Ello puede provocar una reducción de la capacidad productiva y un empeoramiento de la productividad, ya que el desempleo de larga duración deteriora las competencias técnicas en algunos segmentos de la fuerza de trabajo. A su vez, siendo insuficiente la inversión, puede afectar también a la difusión de las nuevas tecnologías.
Causas del estancamiento
Según Ascárraga, la literatura académica coincide en señalar cuatro principales causas para el estancamiento secular.
Primero, la ralentización del crecimiento demográfico. Segundo, “la caída de la productividad, que a su vez es consecuencia de la parálisis de la innovación tecnológica y de que las Nuevas Tecnologías no tienen un impacto tan grande como las innovaciones manufactureras”.
Tercero, el ahorro privado “no consigue la rentabilidad necesaria para financiar la inversión privada”. Y cuarto, que “tras un endeudamiento masivo de las empresas y familias, ahora tienen una tendencia a no endeudarse y ahorrar, lo cual mantiene débil el consumo y las bajas tasas de inversión”.
En gran medida, estas causas afectan especialmente a los países desarrollados que a los países en vías de desarrollo. Pero los efectos tienen repercusiones para todos. Ascárraga resalta los dos primeros puntos.
De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial (2013), la población mundial ha pasado de 6.100 millones en el año 2000 a 7.100 millones en 2012 y se espera que alcance 9.600 millones en 2050 y 10.900 millones en 2100.
Esto significa que en el siglo XXI, la población mundial se multiplicaría por 1,78 veces, mientras que en el siglo XX se multiplicó por 3,7 veces. Es decir 1,92 veces menos que el siglo pasado.
Sin embargo, el investigador de la UMSS destaca que “otro aspecto muy importante del estancamiento secular” consiste en saber por qué, hasta hoy, las nuevas y potentes tecnologías de la información y de la digitalización del siglo XXI, no aumentan la Productividad Total de los Factores de Producción (PTF) tanto como lo hicieron las Nuevas Tecnologías Manufactureras del siglo XX (combustión interna, electricidad, automoción, aviación, telefonía, televisión, laser, internet y telefonía móvil).
En efecto, Robert Gordon, profesor de la Universidad de la Universidad de Northwestern, en una investigación publicada en 2016, muestra que en EEUU el gran aumento de la PTF se produjo entre 1920 y 1970, y no se ha repetido hasta el momento.
Los expertos aún no se han puesto de acuerdo en si efectivamente se está viviendo un estancamiento secular o no. Pero los datos de tímida recuperación de la economía global son evidentes y las recetas universales ya no funcionan como antes.
Según Ascárraga, la literatura académica coincide en señalar cuatro principales causas para el estancamiento secular.
Primero, la ralentización del crecimiento demográfico. Segundo, “la caída de la productividad, que a su vez es consecuencia de la parálisis de la innovación tecnológica y de que las Nuevas Tecnologías no tienen un impacto tan grande como las innovaciones manufactureras”.
Tercero, el ahorro privado “no consigue la rentabilidad necesaria para financiar la inversión privada”. Y cuarto, que “tras un endeudamiento masivo de las empresas y familias, ahora tienen una tendencia a no endeudarse y ahorrar, lo cual mantiene débil el consumo y las bajas tasas de inversión”.
En gran medida, estas causas afectan especialmente a los países desarrollados que a los países en vías de desarrollo. Pero los efectos tienen repercusiones para todos. Ascárraga resalta los dos primeros puntos.
De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial (2013), la población mundial ha pasado de 6.100 millones en el año 2000 a 7.100 millones en 2012 y se espera que alcance 9.600 millones en 2050 y 10.900 millones en 2100.
Esto significa que en el siglo XXI, la población mundial se multiplicaría por 1,78 veces, mientras que en el siglo XX se multiplicó por 3,7 veces. Es decir 1,92 veces menos que el siglo pasado.
Sin embargo, el investigador de la UMSS destaca que “otro aspecto muy importante del estancamiento secular” consiste en saber por qué, hasta hoy, las nuevas y potentes tecnologías de la información y de la digitalización del siglo XXI, no aumentan la Productividad Total de los Factores de Producción (PTF) tanto como lo hicieron las Nuevas Tecnologías Manufactureras del siglo XX (combustión interna, electricidad, automoción, aviación, telefonía, televisión, laser, internet y telefonía móvil).
En efecto, Robert Gordon, profesor de la Universidad de la Universidad de Northwestern, en una investigación publicada en 2016, muestra que en EEUU el gran aumento de la PTF se produjo entre 1920 y 1970, y no se ha repetido hasta el momento.
Los expertos aún no se han puesto de acuerdo en si efectivamente se está viviendo un estancamiento secular o no. Pero los datos de tímida recuperación de la economía global son evidentes y las recetas universales ya no funcionan como antes.