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1816 – La Declaración de la Independencia y sus consecuencias inmediatas (Segunda Parte)

LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL ATEMPERADA Cambiaba la imagen del poder absolutista, por la división de poderes otorgado por las cortes con seriedad y justicia en forma objetiva, podía cambiarse en el futuro según los desarrollos de la sociedad, que siendo estas de convicciones republicanas,...

Cántaro
  • Ricardo Ávila Castellanos
  • 11/08/2019 00:00
1816 – La Declaración de la Independencia y sus consecuencias inmediatas (Segunda Parte)
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LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL ATEMPERADA
Cambiaba la imagen del poder absolutista, por la división de poderes otorgado por las cortes con seriedad y justicia en forma objetiva, podía cambiarse en el futuro según los desarrollos de la sociedad, que siendo estas de convicciones republicanas, podría tener su realización en tiempos mejores, según la oportunidad y la legitimidad de las cortes, cuyo ejemplo también lo había observado en el régimen inglés, donde las garantías individuales esenciales las había visto aseguradas.
Pero, la gran diferencia de Manuel Belgrano, en su propuesta fue la coronación del inca, ocurrencia que de inmediato corrió como fuego propalándose en el Perú y en todas las poblaciones ocupadas ejércitos realistas, cundió el entusiasmo en la restauración incaica, atrayendo a la resistencia y provocando la deserción en las filas enemigas, cuya composición en su mayoría era de indígenas con un marcado sentimiento guardado en el recuerdo de la reivindicación como raza sujeta y explotada por los borbones, estando cerca el recuerdo de Túpac Amarú.
En cuanto a los españoles que conformaban la parte jerárquica del ejército realista, en su mayoría habían participado del movimiento liberal de 1812 en Cádiz, que propugnaba una constitución, con la participación de Cortes, que si bien mantenían la imagen del rey, tenía una inclinación liberal que limitaban la monarquía absolutista de Fernando VII; obligándolo al rey a jurarla, pero en 1816, luego de vencer a Napoleón éste pretendió desconocerla.
La proclama de Belgrano, era esperada en todo el territorio, tal como lo había convocado en su campaña y sabía de su trascendencia, y el hecho de incorporar al Perú como una unidad geográfica, electrizó los ánimos en forma masiva.
La forma monárquica constitucional regida por las cortes, no era descabellada, era una idea de oportunidad frente a los males superiores causado por la desintegración del territorio, tal como se presentaba. Por otra parte, debía contemplarse una forma de acercamiento hacia las naciones de Europa, o por lo menos buscar su neutralidad frente a la alianza europea que se presentaba con toda su rigidez ante los nuevos estados republicanos. El concepto era adoptar un monarquismo de circunstancia para equilibrar los males insanables de la anarquía que el país presentaba, sin deponer las convicciones democráticas, y atenuar la invasión de La Serna que se definía como monárquico liberal.
El alto valor de la propuesta era la creación de una monarquía constitucional encabezada por un Rey Inca, entrañaba un plan político con una filiación histórica que se hacía eco de las poblaciones aborígenes y criollas nativas, quienes eran definitivamente los nuevos revolucionarios, hijos de la tierra, en esta Revolución Americana y por tal, el sentimiento que se plasmaba, según hoy recogemos en los manifiestos, bandos, boletines, cánticos guerreros y artículos periodísticos de la época. Los Incas eran de alguna forma la mitología de la revolución.
El objetivo final de Belgrano fue otorgar integridad geográfica y política al territorio de América, basado en una historia común y por ende toda una vocación independentista, poniendo en valor la soberanía original de estas tierras, buscando la integridad continental de las Provincias Unidas de América del Sur, como lo definió en Tucumán.
La revolución por la independencia tuvo un sentido americanista y la causa era la misma en todo el sur del continente. No solo se trataba de cambiar la dominación colonial, sino, fundar una nueva sociedad que reivindicara una identidad nacional en el principio de sus orígenes indoamericanos, cuya perspectiva se resumía en la Unión Continental y la lucha por la igualdad, en una consideración pluriétnica y pluricultural, tal la de los pueblos de la América Grande.
La revolución de Belgrano, movilizó a gente de todas las clases sociales, ante su proclama de igualdad en sus derechos. La composición étnica del continente exigió definiciones, que los incorporó rápidamente al contexto revolucionario contra el poder absoluto e intransigente, nutriendo masivamente los ejércitos patrios.
La opción que presentaba Belgrano tenía por objeto una apelación a la reivindicación de la raíz sudamericana de las Provincias Unidas, la que se declaraba independiente con sus propias leyes. La imagen identitaria no solo estaba en el hecho declamatorio si no, también en el entendimiento de la pluriculturalidad y la pluri-etnicidad en la cual, se definió una nación como tal. Esta razón hizo que el acta del Congreso estuviera expresada en quechua, aimara y castellano como símbolo de unidad. Era la imagen de una América que surgía unida contra el yugo opresor extranjero.
Había una pretensión de emancipación cultural e intelectual dándoles protagonismo a los pueblos de los países sudamericanos ligados en una profunda identidad histórica en la que exaltaba el sistema de los Incas como un “conjunto de justas y sabias leyes que nada tienen que envidiar al de las naciones europeas”.19
La respuesta popular hacia Belgrano fue inmediata, teniendo en cuenta que su población estaba formada por indios, mestizos, gauchos y criollos en su 90%; los que en la sociedad eran “marginados” del poder político y quienes se incorporarían en masa, haciendo renacer la revolución, la que en el norte del territorio estaba acabada, dando un nuevo impulso a los ejércitos derrotados. Nace así el ánimo popular para enfrentar la mayor invasión realista de La Serna, en 1817, donde el pueblo de Tucumán, Salta y Jujuy rechazará a las tropas aguerridas españolas, vencedoras de Napoleón, en la llamada “Guerra gaucha”.

LA CUARTA INVASIÓN REALISTA SOBRE EL TERRITORIO DE JUJUY Y SALTA
Luego de la Declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816 se presentó un nuevo panorama en las Provincias Unidas.
El 7 de julio de 1816 la Corona designó como nuevo virrey con asiento en Lima al Brigadier Pezuela, quien había vencido en Sipe-Sipe y Venta y Media en noviembre de 1815 a Rondeau
en forma dramática, quedando el ejército patriota, totalmente inerte, derrotado y sin armamentos, dándole punto final al último escollo para que la corona pudiese iniciar sus acciones de reconquista del territorio, significando la pérdida definitiva del Alto Perú.
Pezuela dispuesto a proseguir la lucha, designará a Ramírez de Orozco en su reemplazo a cargo del ejército estacionado en Cotagaita, con el cual debía sofocar la sublevación focalizada en Potosí, Cochabamba, Cinti, Charcas, además de Santa Cruz, cuando Warnes avanzaba hacia el oeste.
Ramirez de Orozco por orden de Pezuela, iniciará la cuarta invasión realista aprovechando la debilidad patriota por los triunfos militares obtenidos sobre Rondeau, y las controversias internas entre el litoral y Buenos Aires, la amenaza de concretar la anunciada ofensiva lusitana sobre el territorio.
La Declaración de la Independencia del 9 de julio de 1816, se había realizado expresando la intención de unificar el territorio americano en una sola nación, cuyo capital seria el Cuzco integrando también al Alto Perú en el concepto de la América Grande como una unidad política.
Con esta intención participaron los representantes del Alto Perú a el Congreso; por Charcas: Mariano Sánchez de Loria, José Mariano Serrano y José Severo de Malavia; por Mizque a Pedro Ignacio de Rivera; por Chichas, José Andrés Pacheco de Melo y Fernandez Campero -que no pudo asistir por estar al frente de la guerra; por la Plata, Felipe Antonio de Iriarte. Todos ellos firmaron el Acta de la Independencia en la histórica sesión; luego se incorporaron Pedro Carrasco por Cochabamba y Jaime Zudáñez.20
Mientras se preparaba el Congreso de Tucumán; Pedro Antonio de Olañeta, Guillermo Marquiegui se instalaban en Talina con su cuerpo de avanzada con 1.500 hombres, un “destacamento de Exploración” sobre la Quebrada de Humahuaca, combatiendo en mismo lugar en mayo de 1816; en Orozas el 8 de agosto; nuevamente Humahuaca y en Huacalera para instalarse en Humahuaca el 10 de agosto del mismo año, y de allí se organizaron las incursiones sobre el Abra de Zenta y sobre Abra Pampa para realizar los reconocimientos y preparar la invasión prevista por Pezuela.
Mientras esto sucedía, teniendo a la Quebrada de Humahuaca como escenario de la guerra, Fernandez Campero instalaba cuartel con su tropa en el Moreno ubicado a 3.600 msnm, al pie del majestuoso Chañi, sobre el viejo camino del incario en la Puna, que era el punto de bifurcación de caminos y nudo principal de comunicaciones hacia los 4 rumbos.

LA ARENGA DE SANTA ROSA
Belgrano a cargo del Ejército del Norte, invita a todos sus jefes a realizar la jura de obediencia y fidelidad a la nueva nación independiente declarada por el Congreso de Tucumán, de igual manera realizó Güemes en San Salvador de Jujuy el 6 de agosto y Campero en el Moreno con su tropa, el 30 de agosto de 1816. Belgrano lo hizo en nombre de Santa Rosa a modo de reafirmar los principios de unidad americana, siendo que esta Santa fue canonizada por el Papa como la Primera Santa Americana, que luego fue designada Patrona de la Independencia por el Congreso de Tucumán reafirmando el sentido mariano de la nueva nación.
Campero notificó a Güemes: “...el día de Santa Rosa hicimos aquí el juramento de la independencia, por orden que para ello me pasó el General Belgrano. Les eché la arenguita que va…”. 21

EL COMBATE DE COLPAYO
Mientras tanto desde Humahuaca, Olañeta había ordenado a un escuadrón de infantería montada de 100 efectivos, al llegar hasta Colpayo, en la boca de la Quebrada de Humahuaca a la altura de Abra Pampa, lugar donde acamparon. El Mayor Juan José Feliciano Fernández Campero, que tenía a su cargo la comandancia de la puna, salió en su búsqueda, al ser informado de tal presencia, ordenando la acción a los capitanes Agustín Rivera y Diego Cala, quienes dispusieron 30 hombres de fusil, observar la maniobra de las tropas enemigas. Acompañaba a Cala y Rivera, el Teniente Dionisio Falanguiani con 10 “infernales” enviados por Güemes y además el apoyo del teniente de gauchos Justo González.22
El día 15 a la noche los patriotas lograron ubicarse a la vanguardia de la partida enemiga y tras una maniobra de hábil espionaje buscando el momento oportuno observaron los movimientos y posibilidades geográficas para su ataque. Cuando al salir la luna mientras el enemigo descuidadamente dormía, Agustín Rivera conduciendo su partida en una difícil tarea de acercamiento, inició el ataque con 20 hombres pie a tierra, mientras el Capitán González caía sobre las cabalgaduras con su gente a caballo.
Los realistas se defendieron tenazmente, ante la sorpresa negándose a rendir a pesar de su intimación, pero la muerte de su jefe, el Teniente Coronel Pedro Zabala, obligó al resto de su tropa a rendirse, entre ellos, el Capitán Andrade y otros 15 soldados. La muerte de Zabala fue una de las mayores bajas del Ejército Realista, no solo por su rango militar, sino por su valor, decisión para el combate y afamado estratega; entre los prisioneros figuraba el Capitán Fructuoso Centeno, uno de los más sanguinarios jefes aquel ejército realista.
Según informe de Campero a Güemes, anoticia que Cala había interceptado una carta con instrucciones de Olañeta dirigida a Zabala.
Esta acción permitió tomar conocimiento de las intenciones y los movimientos enemigos para así iniciar una nueva invasión de mayor escala y poder prever su potencial operatividad. Su conocimiento logró reorganizar y disponer entre Belgrano y Güemes una nueva estrategia de lucha para la defensa del territorio, otorgando el mando a sus oficiales, quienes cubrirían diversas áreas geográficas para responder a la gran invasión que se proyectaba desde el Alto Perú. Paradojamente, el combate de Colpayo sucedió el día posterior a la muerte de Asencio Padilla, capturado y ejecutado en el Alto Perú.
Ante ello, Güemes organizó las áreas de la guerra designando a sus jefes: Fernández Campero en el área de la puna; Pastor en Humahuaca; de Humahuaca a Oran, Manuel Eduardo Arias; en el área de Rio Negro, Eustaquio Medina; en Tilcara, Manuel Álvarez Prado; en el Valle de San Salvador, Bartolomé de la Corte y José Gavino de la Quintana; en el Carmen, Domingo Iriarte y Domingo Arenas; y en Tarija, Francisco Pérez de Uriondo.
Este desenlace hizo que Olañeta detuviera su avance y ordenara retirada, debiendo abandonar Cangrejos y Tilcara, para presentar combate en Huacalera el 23 y 24; luego seguir combatiendo en Santa Victoria. El 8 de octubre en Cachimango y Villa Concepción, retirándose hasta Yavi; desalojando a los patriotas que luego recuperarán la plaza. En Miraflores se producirá el último de los combates con el que quedó abortada la cuarta invasión.23
Los prisioneros la jefatura patriota fueron informados que el ejército de Olañeta, había avanzado sobre Jujuy, se retiró hasta Talina para reorganizarse y sumarse a la nueva invasión que preparaba de La Serna.

Epilogo
En un informe, el corresponsal sueco Jean Adam Graaner sobre el 9 de julio de 1816, en Tucumán escribió: “un pueblo innumerable concurrió en estos días a las inmensas llanuras de San Miguel. Más de 5000 milicianos de la provincia se presentaron a caballo, armados de lanzas, sables y algunos con fusibles, todos con las armas originales del país, lazos y boleadoras…todo se desarrolló con un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el gobernador de la provincia dio por terminada la ceremonia, el general Belgrano tomo la palaba y arengó
al pueblo con mucha vehemencia prometiéndole el establecimiento de un gran imperio en la América meridional gobernado por los descendientes (que todavía existen en el Cuzco) de la familia imperial de los incas… los indios están como electrizados con este nuevo proyecto y se juntan en grupos bajo la bandera del sol. Están animándose y se creen que pronto se formará un ejército en el Alto Perú de Quito a Potosí, Lima y Cuzco. Doña Inés Azurduy y Padilla, una hermosa señora de 26 años, que manda un grupo de 1400 indios en la comarca de Chuquisaca, ganó el mes pasado una victoria sobre los realistas, tomando una bandera y 400 prisioneros”.

1 Luis A. Grenni, es arquitecto, escritor e investigador. Vicepresidente del Instituto Belgraniano de Jujuy. Miembro de número del Instituto Nacional Belgraniano.
19 Belgrano, Mario, Belgrano, Instituto Nacional Belgraniano, p. 343. El cambio de letra es propio.
20 Villagrán San Millán, Martin.
21 30 de agosto, Santa Rosa
Hoy que es el día en que la iglesia celebra su única Santa canonizada del Perú, hemos jurado la independencia de la América del Sur, de orden del señor General en Jefe don Manuel Belgrano, por disposición del Soberano Congreso reunido en Tucumán, que compone la nación; es decir: que nos separamos absolutamente de toda dominación europea. Nada hacemos con hablarlo, ofrecerlo y prometerlo, si nuestra constancia falla y el valor desmaya. Al arma americanos. Advertid que más de 300 años hemos sido cautivos y con este acto se han roto las cadenas que nos oprimían. Tratemos de realizar este gran proyecto. El tirano procurará devorarnos: opongámosle pecho firme, animo resuelto unión y virtud para resistirlo.
Veréis que el imperio de nuestros incas renace, la antigua corte del Cuzco florece. Nosotros nos haremos de un gobierno dulce y nuestros nombres serán eternos en los fastos de la historia. Repito: si queréis ser independientes, si apetecéis componer una nación grande, llegar al rango de nuestros antepasados, conservad la Religión católica. La virtud arregle vuestras operaciones, el valor y el entusiasmo las rija.
Con esto lograremos nuestros fines. Entre tanto resuenen por el aire las voces halagüeñas. ¡Viva la América del Sur! ¡Viva nuestra amada patria! ¡Viva el imperio peruano y vivan sus hijos en unión!”
22 Fernández, María Cristina, El Clamor de la Puna. Cap. 7, p. 53.
23 Amuchástegui Perez, A. J., Crónica Histórica Argentina. Tomo II. Codex 1972, p. 2. LXV111 y citado por Alberto S. Lapolla en El Ojo de la Tormenta. “La Patria Grande Perdida” y por Luis Grenni en Belgrano y los Sueños de una Revolución Silenciada. Instituto Belgraniano de Jujuy, p. 161-162. Editado por Es.Ty.Lo Servicios Gráficos, 2013.

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