Cuentos breves de navidad
1.-El acto heroico de un valiente niño. Un día próximo a navidad, de sol radiante, vientos en calma, visibilidad ilimitada y otras condiciones que predecían una bonita jornada, nos dispusimos en familia a realizar un corto viaje a la campiña tarijeña; planificado con anticipación y...



1.-El acto heroico de un valiente niño.
Un día próximo a navidad, de sol radiante, vientos en calma, visibilidad ilimitada y otras condiciones que predecían una bonita jornada, nos dispusimos en familia a realizar un corto viaje a la campiña tarijeña; planificado con anticipación y animados por el hecho de contar con un vehículo propio.
Luego de los habituales preparativos, emprendimos el recorrido que prontamente encontró dificultades, la calle por la que debíamos circular se encontraba cerrada, al estar preparando los vecinos la tradicional trenzada propia de la época de la nochebuena y la celebración de la natividad. Ello nos forzó a cambiar de ruta en dirección de una avenida principal que se encuentra a un costado de la ciudad.
Mientras nos dirigíamos a la avenida en cuestión, advertimos que por la vereda paralela a nuestro recorrido y en sentido contrario, se aproximaba una familia compuesta por dos niños, padre, madre y un carrito con un bebé, que alguno de los integrantes transportaba delicadamente.
Inesperadamente, ocurrió lo imprevisto. Uno de los menores tropezó, cayó de bruces sobre la vereda, se golpeó fuertemente la cara y dio de alaridos, generando el desconcierto familiar y forzando el inmediato auxilio del que supusimos era el papá del pequeño.
Cuando creímos finalizado el incidente, sucedieron nuevos e inesperados acontecimientos.
El carrito que transportaba al bebé, a causa del accidente referido, fue abandonado y quedó estacionado en el desnivel de la vereda que daba entrada a un garaje particular; de inmediato dio un inusual giro y comenzó un lento e inexorable recorrido: exactamente en dirección a la calzada por la que transitábamos con nuestro vehículo.
La madre, al darse cuenta del hecho, reaccionó aterrada dando gritos desesperados, mientras el resto de la familia presenciaba atónita, la escena casi cinematográfica y surrealista que se desarrollaba frente a ellos y ante nuestros atentos y desorbitados ojos.
Y cuando la adversidad parecía jugarnos una mala pasada, uno de los pequeños del grupo familiar, de aproximadamente ocho o nueve años de edad, reaccionó intentando dar alcance al carrito que transportaba al hermanito (a), logrando detenerlo, justo apenas unos centímetros antes que colisionara con la rueda delantera de nuestro automotor; que un instante previo igualmente pudimos detener.
Por supuesto, quedamos todos petrificados, sin aliento y sin habla, incluido el padre y otro de sus pequeños hijos, mientras la madre continuaba en estado de shock y del pequeño héroe que con pasmosa calma y orgullo se aferraba al hermanito (a) que instantes antes le salvó la vida.
Finalmente, mientras disminuía el torrente de adrenalina liberado en nuestros cuerpos, sólo atinamos a proseguir viaje, sin comunicar a aquella angustiada madre que mágicamente fue uno de sus pequeños hijos, el que produjo que su hermanito apenas un bebé de escasas semanas, permaneciera con vida, y su familia y la nuestra, pudieran continuar sus rutinas, aquel día muy próximo a la navidad.
*Esta pequeña historia, ha sido escrita con el único objetivo de reivindicar al pequeño y anónimo héroe, que una jornada repleta de sucesos, opacó su increíble hazaña.
[gallery type="slideshow" size="full" ids="223120"]
2.-Madre hay una sola.
Ese día, a diferencia de otros, auguraba una gran fiesta, una pareja joven se unió en matrimonio. Primero civilmente en presencia del Oficial del Registro Civil, como lo disponen las leyes humanas; casi de inmediato y conforme mandan las leyes divinas en una pequeña y coqueta Iglesia de barrio se unieron en un acto religioso. Concluidas ambas ceremonias, los contrayentes junto a familiares y amigos, se dirigieron al lugar donde se efectuaría el festejo.
El local alejado del centro de la ciudad, con salón de baile y espacios abiertos, se encontraba pletóricamente adornado y esperaba a los invitados vestidos con sus mejores galas. Conforme llegaban, los niños optaban por lugares donde poder correr, saltar y desarrollar sus juegos; los adultos preferían reunirse al aire libre; mientras los de más edad buscaban refugio bajo algún alero que los protegiera del fuerte sol y un viento algo agitado. Al fondo, una inmensa torta esperaba ser consumida y una banda de música se preparaba para dejar sentir sus acordes con los que acompañarían a los invitados en sus bailes. Todo transcurría normalmente y nada hacía presagiar que algo diferente al festejo fuera a suceder.
En una zona abierta y algo distante, se fueron ubicando las distintas movilidades que transportaron a los nuevos esposos y sus invitados. Asimismo un descuidado conductor, estacionó un pequeño camión, del que bajaron equipos de música, algunos muebles y enseres.
Cerca de allí, junto a una pequeña fuente tallada en piedra, tres o cuatro niños no encontraron mejor diversión que jugar con el agua que de allí emanaba. Sabemos todos que el agua, como el fuego y la tierra son los elementos preferidos con los que se divierten los pequeños.
Mientras los recién llegados esperaban con ansias el inicio del festejo, la madre de los niños se encontraba atenta y en ningún instante quitó la vista de sus pequeños, pese a que estos despreocupados festejaban a su modo aquel acontecimiento.
Imprevistamente, la madre pudo percibir que una movilidad situada metros más arriba, sin que nadie la condujera, comenzó un lento recorrido en dirección de la fuente donde se encontraban los niños y conforme avanzaba parecía ganar mayor velocidad a causa del desnivel del terreno. Momento en el que sin explicarse cómo ni porque la sorprendida madre dio un gran salto, echó a correr junto al vehículo, se adelantó y entre gritos y el asombro de los presentes, con sus manos atrapó a los pequeños a los que pudo finalmente ponerlos fuera del alcance del misil en que se había convertido el descontrolado carro que acabó estrellándose contra la fuente, provocando un gran estruendo y varios destrozos.
Al golpe siguió el asombro, a este un inusual silencio, roto casi de inmediato por el desgarrador sollozo de la joven madre, quien no encontraba explicación de donde había sacado tanta fuerza si nunca creyó tenerla, una valentía sin límites si siempre había sido temerosa y, una extraordinaria destreza, si lo que había caracterizado su vida, fue una gran torpeza.
Al final de cuentas ¡qué importaba aquello! Lo verdaderamente importante era poder seguir estrechando a sus pequeños entre sus brazos, mirarles a sus ojos, hablarles y sentirlos vivos, mientras ellos la observaban espantados, temblorosos y sin entender exactamente lo que había acontecido.
Después la fiesta continúo, como la vida de aquellos pequeños, que el acto de una valiente madre prolongó.
Tarija, diciembre de 2018
Un día próximo a navidad, de sol radiante, vientos en calma, visibilidad ilimitada y otras condiciones que predecían una bonita jornada, nos dispusimos en familia a realizar un corto viaje a la campiña tarijeña; planificado con anticipación y animados por el hecho de contar con un vehículo propio.
Luego de los habituales preparativos, emprendimos el recorrido que prontamente encontró dificultades, la calle por la que debíamos circular se encontraba cerrada, al estar preparando los vecinos la tradicional trenzada propia de la época de la nochebuena y la celebración de la natividad. Ello nos forzó a cambiar de ruta en dirección de una avenida principal que se encuentra a un costado de la ciudad.
Mientras nos dirigíamos a la avenida en cuestión, advertimos que por la vereda paralela a nuestro recorrido y en sentido contrario, se aproximaba una familia compuesta por dos niños, padre, madre y un carrito con un bebé, que alguno de los integrantes transportaba delicadamente.
Inesperadamente, ocurrió lo imprevisto. Uno de los menores tropezó, cayó de bruces sobre la vereda, se golpeó fuertemente la cara y dio de alaridos, generando el desconcierto familiar y forzando el inmediato auxilio del que supusimos era el papá del pequeño.
Cuando creímos finalizado el incidente, sucedieron nuevos e inesperados acontecimientos.
El carrito que transportaba al bebé, a causa del accidente referido, fue abandonado y quedó estacionado en el desnivel de la vereda que daba entrada a un garaje particular; de inmediato dio un inusual giro y comenzó un lento e inexorable recorrido: exactamente en dirección a la calzada por la que transitábamos con nuestro vehículo.
La madre, al darse cuenta del hecho, reaccionó aterrada dando gritos desesperados, mientras el resto de la familia presenciaba atónita, la escena casi cinematográfica y surrealista que se desarrollaba frente a ellos y ante nuestros atentos y desorbitados ojos.
Y cuando la adversidad parecía jugarnos una mala pasada, uno de los pequeños del grupo familiar, de aproximadamente ocho o nueve años de edad, reaccionó intentando dar alcance al carrito que transportaba al hermanito (a), logrando detenerlo, justo apenas unos centímetros antes que colisionara con la rueda delantera de nuestro automotor; que un instante previo igualmente pudimos detener.
Por supuesto, quedamos todos petrificados, sin aliento y sin habla, incluido el padre y otro de sus pequeños hijos, mientras la madre continuaba en estado de shock y del pequeño héroe que con pasmosa calma y orgullo se aferraba al hermanito (a) que instantes antes le salvó la vida.
Finalmente, mientras disminuía el torrente de adrenalina liberado en nuestros cuerpos, sólo atinamos a proseguir viaje, sin comunicar a aquella angustiada madre que mágicamente fue uno de sus pequeños hijos, el que produjo que su hermanito apenas un bebé de escasas semanas, permaneciera con vida, y su familia y la nuestra, pudieran continuar sus rutinas, aquel día muy próximo a la navidad.
*Esta pequeña historia, ha sido escrita con el único objetivo de reivindicar al pequeño y anónimo héroe, que una jornada repleta de sucesos, opacó su increíble hazaña.
[gallery type="slideshow" size="full" ids="223120"]
2.-Madre hay una sola.
Ese día, a diferencia de otros, auguraba una gran fiesta, una pareja joven se unió en matrimonio. Primero civilmente en presencia del Oficial del Registro Civil, como lo disponen las leyes humanas; casi de inmediato y conforme mandan las leyes divinas en una pequeña y coqueta Iglesia de barrio se unieron en un acto religioso. Concluidas ambas ceremonias, los contrayentes junto a familiares y amigos, se dirigieron al lugar donde se efectuaría el festejo.
El local alejado del centro de la ciudad, con salón de baile y espacios abiertos, se encontraba pletóricamente adornado y esperaba a los invitados vestidos con sus mejores galas. Conforme llegaban, los niños optaban por lugares donde poder correr, saltar y desarrollar sus juegos; los adultos preferían reunirse al aire libre; mientras los de más edad buscaban refugio bajo algún alero que los protegiera del fuerte sol y un viento algo agitado. Al fondo, una inmensa torta esperaba ser consumida y una banda de música se preparaba para dejar sentir sus acordes con los que acompañarían a los invitados en sus bailes. Todo transcurría normalmente y nada hacía presagiar que algo diferente al festejo fuera a suceder.
En una zona abierta y algo distante, se fueron ubicando las distintas movilidades que transportaron a los nuevos esposos y sus invitados. Asimismo un descuidado conductor, estacionó un pequeño camión, del que bajaron equipos de música, algunos muebles y enseres.
Cerca de allí, junto a una pequeña fuente tallada en piedra, tres o cuatro niños no encontraron mejor diversión que jugar con el agua que de allí emanaba. Sabemos todos que el agua, como el fuego y la tierra son los elementos preferidos con los que se divierten los pequeños.
Mientras los recién llegados esperaban con ansias el inicio del festejo, la madre de los niños se encontraba atenta y en ningún instante quitó la vista de sus pequeños, pese a que estos despreocupados festejaban a su modo aquel acontecimiento.
Imprevistamente, la madre pudo percibir que una movilidad situada metros más arriba, sin que nadie la condujera, comenzó un lento recorrido en dirección de la fuente donde se encontraban los niños y conforme avanzaba parecía ganar mayor velocidad a causa del desnivel del terreno. Momento en el que sin explicarse cómo ni porque la sorprendida madre dio un gran salto, echó a correr junto al vehículo, se adelantó y entre gritos y el asombro de los presentes, con sus manos atrapó a los pequeños a los que pudo finalmente ponerlos fuera del alcance del misil en que se había convertido el descontrolado carro que acabó estrellándose contra la fuente, provocando un gran estruendo y varios destrozos.
Al golpe siguió el asombro, a este un inusual silencio, roto casi de inmediato por el desgarrador sollozo de la joven madre, quien no encontraba explicación de donde había sacado tanta fuerza si nunca creyó tenerla, una valentía sin límites si siempre había sido temerosa y, una extraordinaria destreza, si lo que había caracterizado su vida, fue una gran torpeza.
Al final de cuentas ¡qué importaba aquello! Lo verdaderamente importante era poder seguir estrechando a sus pequeños entre sus brazos, mirarles a sus ojos, hablarles y sentirlos vivos, mientras ellos la observaban espantados, temblorosos y sin entender exactamente lo que había acontecido.
Después la fiesta continúo, como la vida de aquellos pequeños, que el acto de una valiente madre prolongó.
Tarija, diciembre de 2018