Crónica política de la semana
Del 6 de agosto y el meganarco Marset a la oposición melindrosa
El discurso del día de la Independencia no pasará a la historia más allá de ciertos compromisos generales; Evo acelera con el Congreso del MAS mientras la oposición sigue enredada en sus planteamientos
Semana de resaca política que no ha generado demasiada dinámica. Marset sigue planeando sobre el gabinete de Luis Arce. Evo Morales se concentra en su propio Congreso Orgánico, Carlos Mesa guarda su habitual silencio, Luis Fernando Camacho manda permanentes mensajes para que en Santa Cruz no se acaben olvidando de él y Samuel Doria Medina, concentrado en encontrar una estrategia válida para el próximo asalto electoral, prefiere marcar el perfil de empresario y afinar críticas en los asuntos que tocan el bolsillo de los ciudadanos. Todo a muy largo plazo. Pero las judiciales están ahí. O debían estar.
Luis Arce habló mucho el 6 de Agosto en Sucre, aunque mostró pocos datos. Defendió su gestión y cuestionó a quienes se creen imprescindibles. Dijo que quería mejores jueces, acabar con la corrupción y cerrar la puerta al narcotráfico, pero sin asumir ni un ápice de responsabilidad. Al día siguiente hubo Parada Militar. Al siguiente todo el mundo a trabajar sin recordar apenas nada de un discurso sin frases memorables ni anuncios nuevos.
Los problemas del presidente
El presidente tiene dos problemas más o menos urgentes sobre su cabeza. El principal es el del dólar, que no es nuevo ni acaba de superarse por mucho que sus ministros decreten el fin de la crisis. El otro no es tanto el del narcotráfico en sí como el papelón que le ha dejado la fuga de Sebastián Marset, el meganarco transnacional que se burla de forma más o menos permanente de la policía boliviana y sus operadores mientras el ministro Eduardo del Castillo asume sus fiascos con inexplicables conferencias de prensa donde no solo explica la dimensión adquirida por el narco en sus años con el territorio boliviano como campo base sin que nadie sospechara nada, sino también las veces que se les está escapando. Del Castillo, además, dice que no ha abandonado el país… y no está claro si eso lo dice como alivio o con sentimiento de culpa.
Después viene el asunto del Congreso del MAS. Morales, que a la sazón sigue siendo el presidente del Movimiento Al Socialismo, lo ha convocado para el 3,4 y 5 de octubre en Lauca Ñ y, aunque lo del paralelismo y los Congresos alternativos son un clásico en Bolivia, no hay motivo para creer que se hará en otro sitio, aunque el propio Morales vea fantasmas por ahí.
La propia fecha elegida, en 2023, cuando Arce todavía está fuerte en el gobierno y quedan dos años para gestionar prebendas de todo tipo, ha dejado descolocado a muchos militantes. En principio en el Congreso solo se elegirá al presidente del partido, pero a nadie se le escapa que será decisivo para definir los candidatos de 2025: Morales ha dicho que quiere ser candidato, Arce no, pero sus allegados insisten en que hay que darle continuidad. Los números sin embargo son tercos: Arce controla el Pacto de Unidad y la mayoría de las departamentales; Morales Cochabamba, probablemente Santa Cruz y Tarija, y alguna parte menor de las matrices, que en principio no tendrán libertad de voto, por lo que los números son inciertos. Controlar el partido es controlar las listas, más allá de que el candidato de consenso acabe siendo Andrónico Rodríguez o cualquier otro.
Oposición en su laberinto II
Pese al mal momento del MAS, o precisamente por eso, la oposición no acaba de encontrar su sitio. La labor en la Asamblea Legislativa Plurinacional sigue siendo ineficiente pese a la división de la bancada oficialista: no hay espacio para el berrinche en la elección judicial, que es la que le puede dar algo de aire en forma de reequilibrio de poderes, y por ende, no sirven de nada las reuniones rotas entre griteríos y denuncias de totalitarismo: todo eso ya se sabe.
Uno de los problemas para que esto avance es que no está claro quien manda en la bancada de Comunidad Ciudadana y tampoco en la de Creemos. Mesa acostumbra a guardar silencio y solo hablar de generalidades, delegando en sus operadores el trabajo menudo, mientras los jóvenes del círculo, como Andrea Barrientos, buscan la rehabilitación política, y los “independientes”, como Rodrigo Paz Pereira, busca su propia sanación que le permita continuar en carrera.
En Creemos, Camacho bastante tiene con intentar gobernar desde Chonchocoro con un vicegobernador en el que no confía y muchas zancadillas y trampas en la gestión diaria que le están llevando a la nulidad: al final, después de tanto griterío, los cruceños quieren un poco de paz para dedicarse a lo suyo, y no lo encuentran.
El impase más concentrado es el de Samuel Doria Medina. No quiere volver a perder la oportunidad de candidatear, pero como siempre, sueña que sea para ganar. Asesores de toda condición tratan de hacer planes que posicionen una nueva alternativa política, sobre todo entre los jóvenes, que acabe con la hegemonía del MAS y sin trascender ciertas líneas. De momento está complicado: Doria Medina ensaya líneas populistas sobre el precio del pan y del outsider sobre el éxito empresarial, pero no acaba de cuajar.