El año escolar es un desafío para los gobernantes
Padres ausentes, el precio de la educación en hogares tarijeños
Con padres ausentes por trabajo o descuido, los niños deberán luchar un año más en desigualdad de condiciones, no solo para tener acceso a la educación, sino también para que ésta sea de calidad desde sus casas



Para Liliana el tiempo nunca se detuvo en la cuarentena, salía a las seis de la mañana y regresaba pasando las diez de la noche a su casa donde le esperaban sus tres hijos. Si ellos hacían o no la tarea, si entraban a sus clases virtuales o si en todo el día al menos tomaban un libro para leer, no lo sabía a ciencia cierta, pues la educación en su casa pasó a segundo plano cuando la necesidad era tener algunos pesos para comer.
Recuerda que para estas fechas, en el 2020, esperaba un sueldo de la empresa donde trabajaba como embotelladora, lo invertía completamente en los útiles de sus hijos y en un uniforme para Cristian, su hijo mayor, y es que “se había estirado mucho”.
Él tiene 14 años y desde que tiene memoria recuerda que sus únicos estrenos de ropa fueron sus uniformes, lo demás siempre fue heredado. Durante el confinamiento quedó al frente de la casa en la ausencia de su madre, era el encargado de hacer hervir la comida, de freír el ahogado, pero su tarea más importante definitivamente fue convertirse en maestro de Alejandra y Nicol, sus hermanas.
Sus clases por Zoom recibieron al inicio su atención, pero poco a poco y sin que nadie pudiera controlarlo las descuidó al punto de que, solía estar viendo televisión mientras su celular con el volumen más bajo descansaba a su lado. Cuando la profesora decía su nombre se levantaba e iba corriendo a su cocina, prendía la cámara y se hacía el de hojear su libro.
Pocos fueron los profesores que mantuvieron sus clases hasta después de la declaratoria de agosto, donde el Ministerio de Educación emitió una resolución que automáticamente permitió a todos los estudiantes vencer el año y pasar de inmediato al curso superior con algo de esfuerzo.
Religión y Biología fueron las únicas asignaturas con las que Alejandra llegó hasta julio del año pasado. Ella cuenta que los maestros se molestaban porque pocos alumnos entraban a sus clases o porque la mayoría de ellos aún eran torpes para manejar una plataforma virtual, de forma que los profesores “hasta ofendidos” en mensajes de texto señalaban que ya no impartirían más sus conocimientos.
La Organización de Estados Iberoamericanos registró 2,9 millones de estudiantes en Bolivia, afectados en diferente medida con la cuarentena
Ella se conectaba desde el celular de su mamá, pero muchas veces no lograba escuchar bien la clase porque el teléfono ya era viejo y por sus años ya no sonaba bien. Matemáticas se volvió una pesadilla, cuando desde su pantalla pequeña no podía ver completamente la pizarra donde su maestro realizaba los ejercicios, éste en ningún momento estuvo abierto a preguntas de ningún tipo y mucho menos a una crítica tan elemental, que era distanciar su cámara para que toda la pizarra lograra verse.
En otro lado de esa casa, se encontraba Nicol, la más pequeña de esa familia, quien aunque siempre tuvo entusiasmo para entrar a sus clases, desde el kínder fue diagnosticada con Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, por lo cual mantenerla al frente del teléfono por más de media hora era una tarea titánica.
Alejandra y Cristian debían turnarse para estar parados en la puerta, mientras la más pequeña pasaba sus clases, pues al menor descuido Nicol ya estaba “borrajeando” su cuaderno o descargando algún juego en el celular.
De todo lo que pasaba durante el día en su casa, Liliana no podía estar al tanto, llegaba angustiada pasando las diez de la noche, siempre pidiendo para sus adentros que sus hijos estuviesen bien durante las más de 15 horas que se quedaban solos.
Algunas veces los encontraba despiertos, les pedía sus cuadernos y aunque se daba cuenta que sus materiales parecían casi nuevos no tenía el valor para llamarles la atención, solo le quedaba sentirse culpable.
Ese sentimiento crecía más cuando en grupos de WhatsApp las tareas llegaban, sus hijos no entendían y ella no sabía ni por dónde empezar para ayudarlos, pues en su infancia solo cursó hasta 4to de primaria y sus hijos mayores cursan ya secundaria.
“Leo mensajes, otras madres dicen que nosotras somos las profesoras ahora, que la pandemia ha servido para acercarnos más a nuestros hijos, pero eso es en algunos casos, es para la gente que tiene algo estable, un trabajo seguro, en mi caso yo no puedo ni ayudarlos porque no entiendo lo que avanzan, ni estoy en la casa”, explica.
De esta forma, es que la calidad de la educación se ve confrontada una vez más este 2021, mientras algunas familias tienen el tiempo, los recursos y la capacidad para convertir su casa en un colegio, otras de forma obligada deben dar prioridad a una fuente laboral, pues el hambre parece no esperar.
Esta madre ruega que las clases “sean normales”, pues aunque reconoce el riesgo de contagios que esto significaría, entiende también que un año más de educación en casa será perdido.
Con prueba diagnóstica empezará el primer día de clases
El Ministerio de Educación llegó con una comitiva a Tarija para guiar a la Dirección Departamental de Educación y maestros sobre cómo se desarrollará el año escolar en todo el país por la pandemia del Covid-19.
El 1 de febrero iniciarán las clases educativas y en el primer día de clases los maestros deberán realizar evaluaciones diagnósticas a los estudiantes para conocer el nivel de conocimiento con el que se están integrando al nuevo año escolar.
El primer trimestre será de nivelación para los estudiantes, mientras que el segundo y tercero de avance académico, en base a la modalidad: presencial, semipresencial y a distancia que se le asigne a cada municipio.