Un día con Justina Díaz, la única maestra albañil
A los 50 años, Justina Díaz Valdez es la única mujer certificada en construcción civil, ella es maestra albañil certificada por el Ministerio de Educación. Nunca le rehuyó a cualquier trabajo que se le presentara, ya sea como trabajadora del hogar, agricultora o albañil. Con voz...



A los 50 años, Justina Díaz Valdez es la única mujer certificada en construcción civil, ella es maestra albañil certificada por el Ministerio de Educación. Nunca le rehuyó a cualquier trabajo que se le presentara, ya sea como trabajadora del hogar, agricultora o albañil.
Con voz tranquila y firme cuenta que nació en San Lorenzo, cursó el colegio hasta los 15 años, pero por razones económicas tuvo que dejar los estudios. Tiempo más tarde salió de la casa de sus padres y se fue a Cercado para buscar trabajo y nuevos horizontes. Dese esa edad hasta los 30 se dedicó a ser empleada del hogar.
Pasaron los años y se casó, más aún, como la necesidad económica siempre fue grande -luego de colaborar un tiempo con su esposo- empezó a trabajar como ayudante de albañil. “Yo nunca tuve problemas en cuestiones del trabajo, yo me ofrecía para todo tipo de labor. Por ejemplo, en el campo manejaba la yunta y el hacha. Nunca me asustó la faena que mayormente le corresponde al hombre”, agrega.
Años duros
Entre sonrisas cuenta que sus primeros años en albañilería fueron duros. Empezó empedrando, pasando la mezcla, revocando y luego de dos años de aprendizaje comenzó a trabajar por su cuenta.
Ya más experimentada, logró desempeñarse como maestro albañil, poner cerámica, instalar revestimientos y pisos, etc. En 2011 accedió a la Certificación de Competencias como constructora civil.
Cuenta que por día llega a ganar entre 120 y 130 bolivianos, aunque sostiene que no se hace problema sobre la remuneración, pues no rechaza ofertas aunque paguen poco.
Su rutina diaria consiste en levantarse a las cuatro de la mañana y preparar la comida para dejarla a sus hijos. Tras esto separa una porción para alimentarse en su obra, luego lleva al colegio al más chico, que tiene 10 años; después se va a su trabajo y vuelve a su casa - que queda entre Alto Senac y Tabladita II – su jornada termina aproximadamente a las 19.30.
Aunque día a día camina largas distancias Justina nunca se hizo problema por esto. Dice que la clave está en madrugar sobre todo cuando tiene que trasladarse a San Mateo o a El Portillo.
Al medio día sus dos hijas mayores se encargan de servir la comida a sus hermanos y cuando ella sale más temprano los despacha a sus unidades educativas.
Al momento la mayor tiene 21 años y la segunda 18, ambas estudian en la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (UAJMS), mientras que los varones de 15 y 10 años aún se encuentran en colegio.
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Apunta que la relación con su pareja es buena, pues incluso cuando ella no tiene trabajo colabora con él como su fuera su jornalero del día. Justina observa que muchas mujeres se dedican a la albañilería, incluso como maestras, pero no quieren asociarse y no son constantes con este oficio, por lo que generalmente no continúan.
En la Asociación de Constructores civiles de Tarija ocupa el cargo de Secretaria de Hacienda, la organización aglutina a unos 45 afiliados, de los cuales asisten a las reuniones mensuales entre 25 a 30.
La pareja
Su esposo Carlos Miranda Herrera, con también 50 años y más de 35 en el rubro de la construcción, relata que Justina empezó a dedicarse a esta labor hace unos doce años.
“Ella me llevaba el almuerzo a la obra que era un empedrado en la calle y una vez le dije si quería ayudar porque no había mucha gente que trabaje – relató -, la animé y le dije que le pagaría siete bolivianos por metro cuadrado y así comenzó. Al día siguiente me llevó el almuerzo más temprano y se quedó a trabajar”, cuenta.
Agrega que a su esposa le gustó el trabajo en el rubro de la construcción, por lo que él mismo empezó a ayudarla y a enseñarle, aunque reconoce que al principio fue complicado debido a que sus hijos eran pequeños. Recuerda que esto sucedió por el año 2011.
Sin embargo, para que este nuevo oficio de Justina y la labor familiar no se vean afectadas tuvieron que cambiar a una de sus dos hijas de turno en la escuela, pues las dos asistían por la tarde y necesitaban que alguien se quede en casa cuando Justina se ausentaba. De esta manera, a uno de los niños llevaban también a la escuela y al más pequeño se lo llevaban a la obra.
“Actualmente está medio silencio el contrato de obras. En otros años cuando mi esposa inició, no había gente, pero ahora hay poco trabajo para mucha gente del rubro. Pido a las autoridades tomarnos en cuenta para las obras que realizan, que busquen nuestros servicios porque como Asociación garantizamos una buena al labor”, explica Carlos.
Al respecto Justina protesta en contra de las autoridades departamentales, pues asegura que tanto la Alcaldía como la Gobernación prefieren trabajar con gente de otros departamentos. “Como sector nos faltan muchas cosas, pero que nos apoyen con el laburo. Tener trabajo para poder mantener a la familia, eso es lo más necesario”, subraya.
Apoyo
La responsable de Comunicación de Mujeres en Acción, Celina Tavera, señaló que esta organización busca que mujeres y hombres accedan a la certificación de sus competencias para que tengan mayores probabilidades de acceso a fuentes laborales y ofrezcan un trabajo calificado.
Manifestó que dentro del rubro de la construcción generalmente son varones los que se postulan para ser parte de la Asociación de Constructores Civiles Tarija, pero aseguró que fue una agradable sorpresa cuando Justina Díaz se presentó y fue la primera mujer certificada en Tarija como albañil profesional en 2011.
“Es de las pocas mujeres que ha persistido y se ha dedicado al rubro de la construcción, fue aprendiendo poco a poco. Se capacitó en varias áreas como electricidad, plomería, materiales prefabricados y paneles. Representó a la Asociación varias veces para ser la voz de las mujeres en un contexto de hombres”, indicó Tavera.
Apuntó que siempre dice que no se siente menos que su esposo porque hace el mismo trabajo y gana el mismo monto de dinero, aporta lo mismo en la familia. Esto le ayudó a la crianza de sus hijos y su educación.
“Actualmente los mayores están en la universidad y se muestra orgullosa, sus hijos le demostraron que el sacrificio vale la pena”, resaltó.
Tavera detalló que en el afán de convocar a mujeres que se dedican a esta actividad, observó que muchas lo hacen, pero no persisten, lo toman como un trabajo esporádico, avanzan solo en lo básico como llevar arena, piedras, ladrillos, hacer la obra gruesa, pero no se profesionalizan. “No es un trabajo al que se dedican constantemente porque pueden hacerlo durante un mes, pero luego cambian por lo general al comercio informal. Muy pocas lo ven como una profesión”, explicó.
La vida cotidiana de Justina Díaz
La familia
Se levanta a las 04.00 para preparar los alimentos de sus hijos, deja todo listo para despacharlos a la escuela y luego a las 06.00 se va a trabajar, no vuelve al medio día, más aún esto depende de la cercanía de la obra. Sus hijas mayores sirven la comida a los dos menores.
Un trabajo de peso
“Claro que es pesado el trabajo, es duro, pero me siento contenta y soy feliz haciendo el trabajo que es de un varón, aparte de que una superación como ésta es un paso más para la vida, para el apoyo económico y para mis hijos. Estoy feliz como persona, como mujer me siento orgullosa de eso”, subrayó Justina
Herramientas
Justina sostuvo que poseer las herramientas apropiadas de trabajo es la única forma de que no sea complicado, ella cuenta con una mezcladora, andamios, las de mano como las cortadoras, amoladoras, taladros, y otras como los baldes, las palas, los picos, los martillos, los badilejos, el “piruleador”, la carretilla, y “todas esas cositas”.
Con voz tranquila y firme cuenta que nació en San Lorenzo, cursó el colegio hasta los 15 años, pero por razones económicas tuvo que dejar los estudios. Tiempo más tarde salió de la casa de sus padres y se fue a Cercado para buscar trabajo y nuevos horizontes. Dese esa edad hasta los 30 se dedicó a ser empleada del hogar.
Pasaron los años y se casó, más aún, como la necesidad económica siempre fue grande -luego de colaborar un tiempo con su esposo- empezó a trabajar como ayudante de albañil. “Yo nunca tuve problemas en cuestiones del trabajo, yo me ofrecía para todo tipo de labor. Por ejemplo, en el campo manejaba la yunta y el hacha. Nunca me asustó la faena que mayormente le corresponde al hombre”, agrega.
Años duros
Entre sonrisas cuenta que sus primeros años en albañilería fueron duros. Empezó empedrando, pasando la mezcla, revocando y luego de dos años de aprendizaje comenzó a trabajar por su cuenta.
Ya más experimentada, logró desempeñarse como maestro albañil, poner cerámica, instalar revestimientos y pisos, etc. En 2011 accedió a la Certificación de Competencias como constructora civil.
Cuenta que por día llega a ganar entre 120 y 130 bolivianos, aunque sostiene que no se hace problema sobre la remuneración, pues no rechaza ofertas aunque paguen poco.
Su rutina diaria consiste en levantarse a las cuatro de la mañana y preparar la comida para dejarla a sus hijos. Tras esto separa una porción para alimentarse en su obra, luego lleva al colegio al más chico, que tiene 10 años; después se va a su trabajo y vuelve a su casa - que queda entre Alto Senac y Tabladita II – su jornada termina aproximadamente a las 19.30.
Aunque día a día camina largas distancias Justina nunca se hizo problema por esto. Dice que la clave está en madrugar sobre todo cuando tiene que trasladarse a San Mateo o a El Portillo.
Al medio día sus dos hijas mayores se encargan de servir la comida a sus hermanos y cuando ella sale más temprano los despacha a sus unidades educativas.
Al momento la mayor tiene 21 años y la segunda 18, ambas estudian en la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (UAJMS), mientras que los varones de 15 y 10 años aún se encuentran en colegio.
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Apunta que la relación con su pareja es buena, pues incluso cuando ella no tiene trabajo colabora con él como su fuera su jornalero del día. Justina observa que muchas mujeres se dedican a la albañilería, incluso como maestras, pero no quieren asociarse y no son constantes con este oficio, por lo que generalmente no continúan.
En la Asociación de Constructores civiles de Tarija ocupa el cargo de Secretaria de Hacienda, la organización aglutina a unos 45 afiliados, de los cuales asisten a las reuniones mensuales entre 25 a 30.
La pareja
Su esposo Carlos Miranda Herrera, con también 50 años y más de 35 en el rubro de la construcción, relata que Justina empezó a dedicarse a esta labor hace unos doce años.
“Ella me llevaba el almuerzo a la obra que era un empedrado en la calle y una vez le dije si quería ayudar porque no había mucha gente que trabaje – relató -, la animé y le dije que le pagaría siete bolivianos por metro cuadrado y así comenzó. Al día siguiente me llevó el almuerzo más temprano y se quedó a trabajar”, cuenta.
Agrega que a su esposa le gustó el trabajo en el rubro de la construcción, por lo que él mismo empezó a ayudarla y a enseñarle, aunque reconoce que al principio fue complicado debido a que sus hijos eran pequeños. Recuerda que esto sucedió por el año 2011.
Sin embargo, para que este nuevo oficio de Justina y la labor familiar no se vean afectadas tuvieron que cambiar a una de sus dos hijas de turno en la escuela, pues las dos asistían por la tarde y necesitaban que alguien se quede en casa cuando Justina se ausentaba. De esta manera, a uno de los niños llevaban también a la escuela y al más pequeño se lo llevaban a la obra.
“Actualmente está medio silencio el contrato de obras. En otros años cuando mi esposa inició, no había gente, pero ahora hay poco trabajo para mucha gente del rubro. Pido a las autoridades tomarnos en cuenta para las obras que realizan, que busquen nuestros servicios porque como Asociación garantizamos una buena al labor”, explica Carlos.
Al respecto Justina protesta en contra de las autoridades departamentales, pues asegura que tanto la Alcaldía como la Gobernación prefieren trabajar con gente de otros departamentos. “Como sector nos faltan muchas cosas, pero que nos apoyen con el laburo. Tener trabajo para poder mantener a la familia, eso es lo más necesario”, subraya.
Apoyo
La responsable de Comunicación de Mujeres en Acción, Celina Tavera, señaló que esta organización busca que mujeres y hombres accedan a la certificación de sus competencias para que tengan mayores probabilidades de acceso a fuentes laborales y ofrezcan un trabajo calificado.
Manifestó que dentro del rubro de la construcción generalmente son varones los que se postulan para ser parte de la Asociación de Constructores Civiles Tarija, pero aseguró que fue una agradable sorpresa cuando Justina Díaz se presentó y fue la primera mujer certificada en Tarija como albañil profesional en 2011.
“Es de las pocas mujeres que ha persistido y se ha dedicado al rubro de la construcción, fue aprendiendo poco a poco. Se capacitó en varias áreas como electricidad, plomería, materiales prefabricados y paneles. Representó a la Asociación varias veces para ser la voz de las mujeres en un contexto de hombres”, indicó Tavera.
Apuntó que siempre dice que no se siente menos que su esposo porque hace el mismo trabajo y gana el mismo monto de dinero, aporta lo mismo en la familia. Esto le ayudó a la crianza de sus hijos y su educación.
“Actualmente los mayores están en la universidad y se muestra orgullosa, sus hijos le demostraron que el sacrificio vale la pena”, resaltó.
Tavera detalló que en el afán de convocar a mujeres que se dedican a esta actividad, observó que muchas lo hacen, pero no persisten, lo toman como un trabajo esporádico, avanzan solo en lo básico como llevar arena, piedras, ladrillos, hacer la obra gruesa, pero no se profesionalizan. “No es un trabajo al que se dedican constantemente porque pueden hacerlo durante un mes, pero luego cambian por lo general al comercio informal. Muy pocas lo ven como una profesión”, explicó.
La vida cotidiana de Justina Díaz
La familia
Se levanta a las 04.00 para preparar los alimentos de sus hijos, deja todo listo para despacharlos a la escuela y luego a las 06.00 se va a trabajar, no vuelve al medio día, más aún esto depende de la cercanía de la obra. Sus hijas mayores sirven la comida a los dos menores.
Un trabajo de peso
“Claro que es pesado el trabajo, es duro, pero me siento contenta y soy feliz haciendo el trabajo que es de un varón, aparte de que una superación como ésta es un paso más para la vida, para el apoyo económico y para mis hijos. Estoy feliz como persona, como mujer me siento orgullosa de eso”, subrayó Justina
Herramientas
Justina sostuvo que poseer las herramientas apropiadas de trabajo es la única forma de que no sea complicado, ella cuenta con una mezcladora, andamios, las de mano como las cortadoras, amoladoras, taladros, y otras como los baldes, las palas, los picos, los martillos, los badilejos, el “piruleador”, la carretilla, y “todas esas cositas”.