Los juegos de antaño, una sana diversión en vías de recuperación en Tarija
Las iniciativas tarijeñas y en otros lugares de Bolivia para fomentar la difusión y la práctica de los juegos tradicionales en Tarija, aquellos que formaron parte de la infancia de las generaciones pasadas, principalmente en la segunda mitad del siglo XX, nacen de la preocupación por darle a...



Las iniciativas tarijeñas y en otros lugares de Bolivia para fomentar la difusión y la práctica de los juegos tradicionales en Tarija, aquellos que formaron parte de la infancia de las generaciones pasadas, principalmente en la segunda mitad del siglo XX, nacen de la preocupación por darle a la niñez actual la oportunidad de tener una infancia plena y sana.
Y es que la introducción de las nuevas tecnologías a la vida de los niños de hoy ha llevado a que muchos padres y maestros se preocupen por los cambios que se han ido produciendo en la manera en que los niños, juegan, aprenden y se desarrollan.
Lo que los niños le pedían a su mamá hace 30 años era permiso para salir a jugar a la calle, era su máxima aspiración y la mejor manera de divertirse. “Recuerdo que era muy común que los amiguitos vinieran a la casa de uno a pedirle permiso a la mamá cuando uno estaba castigado y le rogaban hasta que nos dejaba salir a jugar. Yo todavía me acuerdo cuando me castigaban por no hacer la tarea, era triste escuchar el griterío de los niños en la calle mientras uno tenía que ponerse al día en el cuaderno”, recuerda con una sonrisa Karina Girón, quien hoy tiene 50 años y cuyo juego favorito era la tuncuna (rayuela).
Es un juego que consiste en dibujar el diagrama de la rayuela que tiene los números del uno al 10 en cada cuadro. El participante se coloca fuera del dibujo y lanza una ficha hecha de cualquier material que permita ser certero y que no rebote para que caiga dentro del cuadro. Se lanzaba al número uno primero y luego saltando en un pie hasta llegar al final y regresa. De vuelta levanta la ficha, sale y se repite lo mismo, pero cada vez debe lanzarse la ficha a un número distinto, pierde en turno el jugador que toque el suelo o la línea del dibujo, y le toca al otro. Gana el jugador que recorra más veces la rayuela.
“Cuando estaba en la escuela tenía una amiguita que se llamaba Naty –recuerda Karina-, con ella todos los recreos salíamos directo a jugar, teníamos nuestra rayuela dibujada en el patio de tierra, ya tenía huecos de tanto saltar”.
Quizá uno de los juegos más populares y que más gustaba a los niños eran “las pilladitas”, un juego que surge de manera espontánea en los niños siempre que se encuentran juntos en espacios abiertos y se persiguen unos a otros hasta atraparse y que en Tarija se practicaba por las tardes, cuando se perdía el sol. “Cuando los niños ya hacían sus deberes y antes de irse a la cama en algunos barrios, donde no había tráfico vehicular o había una plaza, lo papás les daban permiso de salir un rato y ese era uno de los juegos favoritos”.
Correr hasta cansarse o saltar la cuerda o jugar a la “liga” eran formas de pasar un rato entre amigos lo que además de relajar y divertir a los niños les daba posibilidades de desarrollar mejor en aspectos como la motricidad gruesa y otras áreas del desarrollo, necesarias para rendir bien en la escuela y en la vida.
“Yo veo que hoy a los niños les gustan los mismos juegos pero no se les da la oportunidad- comenta Verónica Guzmán, maestra y madre de dos niños, de ocho y 11 años-, porque cuando vamos a un lugar donde hay niños, lo primero que hacen es ponerse a correr, y si algún adulto les dice que jueguen con una pelota o les muestra un juego como la liga, los niños lo juegan y les gusta”.
Para Verónica lo que sucede es que hoy los padres ya no dejan a los niños salir a la calle y visitar a los vecinos debido a que ya no hay la confianza que había en otras épocas cuando todos se conocían y se podía confiar en la vecina para que les “eche un ojito a nuestros hijos”. Esto obliga a tenerlos en la casa y si son hijos únicos o solo dos, no siempre encuentran el estímulo necesario para jugar y se centran en la televisión o en los juegos de la computadora o el celular.
Un juego que actualmente se puede aún observar en las escuelas, principalmente fiscales y en el nivel primario son “las bolitas” (canicas). Recuerdo que mi hermano menor salía de la casa con unas cuantas bolitas y volvía de la escuela con los bolsillos llenos porque era muy bueno y siempre ganaba.
Es un juego tradicional que consiste en “golpear con los dedos las bolitas hasta pegarles a las de los otros competidores”. Para decidir quién comenzará el juego se traza una línea distante, que servirá de referencia. Cada jugador lanzará su bolita y quien se acerque más a dicha línea será el primero, y luego el segundo y tercero de acuerdo a la cercanía con la línea.
Es un juego que exige contacto directo con la tierra que es el lugar ideal para jugar. “Recuerdo a mi hermano con las manos secas y llenas de costras de tanto jugar”, comenta Miriam Vacaflor quien también jugó estos juegos.
“Yo veo que hoy a los niños les gustan los mismos juegos, pero no se les da la oportunidad de conocerlos y practicarlos”
Otro juego que se practicó mucho en Tarija por décadas y se juega aún es el de hacer volar cometas. Se trata de un juguete hecho de un armazón poligonal que se compraba o a veces las mamás hacían de caña hueca y los forraban con papel de seda. Se hace volar con una cuerda larga y se estabiliza con una cola hecha de trapos o papel.
“Recuerdo que eso yo jugaba mucho, nos íbamos a La Loma y todos queríamos hacer volar el cometa más alto que los demás, recuerda, Luis Mogro-. Yo jugué muchísimo y todos los juegos que había hasta cansarme”, dice con la satisfacción que produce recordar una infancia bien vivida.
También jugó el trompo, un juego que pese a que ya no es tan popular sigue teniendo vigencia hasta el día de hoy. Se trata de un juguete de madera con forma pera, con un hierro en la parte más aguda que es la punta o el pico del trompo. Se lo hace bailar envolviendo alrededor una cuerda fina muy apretada desde la punta hacia arriba.
El otro extremo de la cuerda se mantiene fijo entre los dedos. Si se arroja con fuerza el trompo y al mismo tiempo se tira de la cuerda, se le imprime un rápido movimiento rotatorio, que lo mantiene girando verticalmente y en equilibrio. “La idea era hacerlo girar más tiempo, lograr subirlo a la mano y hacerlo girar encima el mayor tiempo posible”.
También existían formas de lanzar y manipular el trompo con la cuerda de manera de demostrar la destreza del jugador. Era un juego que se podía jugar entre dos o más personas y que tenía un elemento de competencia, pero también de simplemente pasar el rato, charlar y reír.
En general, el juego es una actividad que durante la infancia cumple un rol determinante en el desarrollo de los niños y que afecta la forma en la que en el futuro socialice, resuelva problemas y enfrente los retos de la vida.
Los juegos tradicionales que fueron parte del desarrollo de muchas generaciones deberían conservarse a través de la enseñanza y práctica en los recreos escolares para dar una opción a los niños de adquirir destrezas y conocimientos o simplemente de divertirse sanamente, considera Verónica Guzmán.
Agentes de la vida moderna que limitan los juegos
Según expertos son varios los factores que han propiciado que los juegos tradicionales estén en peligro de extinción. Entre ellos, la sobreprotección a los menores, que hace que muchos progenitores no permitan que sus hijos vayan a jugar a la calle, así como la vida tan acelerada de hoy en día y los problemas para conciliar trabajo y familia.
Para los padres de hoy, que deben lidiar en el día a día con diversas actividades que los dejan casi sin tiempo para compartir con sus hijos, los videojuegos se constituyen en una ayuda para mantener a sus hijos entretenidos, aunque obviamente no es la mejor opción para los menores.
Por otro lado, están las prohibiciones que imponen los dueños de casa a los inquilinos de prohibir el uso de pelotas, bicicletas o patinetes, y también la prohibición de hacer mucho ruido. De hecho, muchos dueños de casa prefieren no alquilar su vivienda a inquilinos con hijos pequeños.
Los juegos tradicionales vs los juegos tecnológicos
Es un hecho que la tecnología ha entrado en nuestras vidas y ha cambiado nuestras tradiciones, es el caso de juegos, lo que ha ido influyendo y afectando de distintas maneras la vida de los más pequeños. Ya no nos sorprende ver a un bebé jugando con el celular de su papá. Los niños a edades más tempranas están demandando juguetes tecnológicos; como es el caso de los videojuegos.
Diferencias
Con los juegos tradicionales los niños exploran y sociabilizan entre ellos de esta manera los niños comparten y llegan a desarrollar su área afectiva. Las consolas, videojuegos, ordenadores infantiles, televisión, etc., en sí, no hay niño que no los conozca y la mayoría los utiliza en un momento de ocio, y hasta los llegan a convertir en sus juguetes favoritos donde los niños se encierran en el mundo del videojuego muchas veces sin llegar a sociabilizar.
En el caso de un videojuego, el niño debe escoger de entre una serie de respuestas y acciones preestablecidas. La imaginación del niño es estimulada, sí, pero su creatividad se reduce al descubrimiento y solo se basa a las posibilidades que ofrece el juego. Por el contrario, el juego tradicional, una muñeca un peluche, una caja de plastilinas, ofrece más preguntas y ayuda a la imaginación y la creatividad del niño.
Algunos estudios han demostrado que, por ejemplo, los videojuegos estimulan la coordinación psicomotora del niño, sus estrategias para la resolución de problemas la capacidad para perseverar en una tarea.
Mediante el juego el niño ensaya y práctica muchas de las actividades a las que se enfrentarán en la vida adulta. Por eso, a partir de los cuatro años gran parte de la actividad lúdica del niño se invierte en la imitación de modelos. Y normalmente estos modelos son tomados de los adultos que rodean al niño. El problema es la insensibilización igual adopta modelos de conducta mediante el juego, adquiere también valores y actitudes y en muchos de estos juegos, por muy virtuales que sean, se normaliza la violencia como medio para resolver conflictos.
Riesgos
No interactúan con la familia.
No conocen a otras personas, otros niños y mayores.
No hablan.
No se mueven del asiento, y como sabemos el sedentarismo es enemigo de la salud.
La vista se cansa al estar centrada continuamente en mirar tan de cerca a una pantalla.
No aprenden juegos nuevos.
No aprenden sobre el medio a través del contacto directo, a través de experiencias reales.
Los videojuegos pueden ser una buena opción siempre que se usen de una manera adecuada y sepamos escoger los juegos idóneos para su edad e intereses. Mantener a los niños lejos de las pantallas del mismo modo que debemos hacerlo nosotros mismos. La clave para que los videojuegos no acaparen a nuestros niños está en controlar el juego y el tiempo.
Consejos
Fijar un horario para el uso de los videojuegos.
Ofrecer alternativas a los videojuegos.
Compaginarlo con otras actividades diferentes, juegos al aire libre, juegos tradicionales, lecturas.
Jugar con la familia, con los amigos y en un lugar común de la casa no encerrado solo en la habitación.
Procurar variedad.
Y es que la introducción de las nuevas tecnologías a la vida de los niños de hoy ha llevado a que muchos padres y maestros se preocupen por los cambios que se han ido produciendo en la manera en que los niños, juegan, aprenden y se desarrollan.
Lo que los niños le pedían a su mamá hace 30 años era permiso para salir a jugar a la calle, era su máxima aspiración y la mejor manera de divertirse. “Recuerdo que era muy común que los amiguitos vinieran a la casa de uno a pedirle permiso a la mamá cuando uno estaba castigado y le rogaban hasta que nos dejaba salir a jugar. Yo todavía me acuerdo cuando me castigaban por no hacer la tarea, era triste escuchar el griterío de los niños en la calle mientras uno tenía que ponerse al día en el cuaderno”, recuerda con una sonrisa Karina Girón, quien hoy tiene 50 años y cuyo juego favorito era la tuncuna (rayuela).
Es un juego que consiste en dibujar el diagrama de la rayuela que tiene los números del uno al 10 en cada cuadro. El participante se coloca fuera del dibujo y lanza una ficha hecha de cualquier material que permita ser certero y que no rebote para que caiga dentro del cuadro. Se lanzaba al número uno primero y luego saltando en un pie hasta llegar al final y regresa. De vuelta levanta la ficha, sale y se repite lo mismo, pero cada vez debe lanzarse la ficha a un número distinto, pierde en turno el jugador que toque el suelo o la línea del dibujo, y le toca al otro. Gana el jugador que recorra más veces la rayuela.
“Cuando estaba en la escuela tenía una amiguita que se llamaba Naty –recuerda Karina-, con ella todos los recreos salíamos directo a jugar, teníamos nuestra rayuela dibujada en el patio de tierra, ya tenía huecos de tanto saltar”.
Quizá uno de los juegos más populares y que más gustaba a los niños eran “las pilladitas”, un juego que surge de manera espontánea en los niños siempre que se encuentran juntos en espacios abiertos y se persiguen unos a otros hasta atraparse y que en Tarija se practicaba por las tardes, cuando se perdía el sol. “Cuando los niños ya hacían sus deberes y antes de irse a la cama en algunos barrios, donde no había tráfico vehicular o había una plaza, lo papás les daban permiso de salir un rato y ese era uno de los juegos favoritos”.
Correr hasta cansarse o saltar la cuerda o jugar a la “liga” eran formas de pasar un rato entre amigos lo que además de relajar y divertir a los niños les daba posibilidades de desarrollar mejor en aspectos como la motricidad gruesa y otras áreas del desarrollo, necesarias para rendir bien en la escuela y en la vida.
“Yo veo que hoy a los niños les gustan los mismos juegos pero no se les da la oportunidad- comenta Verónica Guzmán, maestra y madre de dos niños, de ocho y 11 años-, porque cuando vamos a un lugar donde hay niños, lo primero que hacen es ponerse a correr, y si algún adulto les dice que jueguen con una pelota o les muestra un juego como la liga, los niños lo juegan y les gusta”.
Para Verónica lo que sucede es que hoy los padres ya no dejan a los niños salir a la calle y visitar a los vecinos debido a que ya no hay la confianza que había en otras épocas cuando todos se conocían y se podía confiar en la vecina para que les “eche un ojito a nuestros hijos”. Esto obliga a tenerlos en la casa y si son hijos únicos o solo dos, no siempre encuentran el estímulo necesario para jugar y se centran en la televisión o en los juegos de la computadora o el celular.
Un juego que actualmente se puede aún observar en las escuelas, principalmente fiscales y en el nivel primario son “las bolitas” (canicas). Recuerdo que mi hermano menor salía de la casa con unas cuantas bolitas y volvía de la escuela con los bolsillos llenos porque era muy bueno y siempre ganaba.
Es un juego tradicional que consiste en “golpear con los dedos las bolitas hasta pegarles a las de los otros competidores”. Para decidir quién comenzará el juego se traza una línea distante, que servirá de referencia. Cada jugador lanzará su bolita y quien se acerque más a dicha línea será el primero, y luego el segundo y tercero de acuerdo a la cercanía con la línea.
Es un juego que exige contacto directo con la tierra que es el lugar ideal para jugar. “Recuerdo a mi hermano con las manos secas y llenas de costras de tanto jugar”, comenta Miriam Vacaflor quien también jugó estos juegos.
“Yo veo que hoy a los niños les gustan los mismos juegos, pero no se les da la oportunidad de conocerlos y practicarlos”
Otro juego que se practicó mucho en Tarija por décadas y se juega aún es el de hacer volar cometas. Se trata de un juguete hecho de un armazón poligonal que se compraba o a veces las mamás hacían de caña hueca y los forraban con papel de seda. Se hace volar con una cuerda larga y se estabiliza con una cola hecha de trapos o papel.
“Recuerdo que eso yo jugaba mucho, nos íbamos a La Loma y todos queríamos hacer volar el cometa más alto que los demás, recuerda, Luis Mogro-. Yo jugué muchísimo y todos los juegos que había hasta cansarme”, dice con la satisfacción que produce recordar una infancia bien vivida.
También jugó el trompo, un juego que pese a que ya no es tan popular sigue teniendo vigencia hasta el día de hoy. Se trata de un juguete de madera con forma pera, con un hierro en la parte más aguda que es la punta o el pico del trompo. Se lo hace bailar envolviendo alrededor una cuerda fina muy apretada desde la punta hacia arriba.
El otro extremo de la cuerda se mantiene fijo entre los dedos. Si se arroja con fuerza el trompo y al mismo tiempo se tira de la cuerda, se le imprime un rápido movimiento rotatorio, que lo mantiene girando verticalmente y en equilibrio. “La idea era hacerlo girar más tiempo, lograr subirlo a la mano y hacerlo girar encima el mayor tiempo posible”.
También existían formas de lanzar y manipular el trompo con la cuerda de manera de demostrar la destreza del jugador. Era un juego que se podía jugar entre dos o más personas y que tenía un elemento de competencia, pero también de simplemente pasar el rato, charlar y reír.
En general, el juego es una actividad que durante la infancia cumple un rol determinante en el desarrollo de los niños y que afecta la forma en la que en el futuro socialice, resuelva problemas y enfrente los retos de la vida.
Los juegos tradicionales que fueron parte del desarrollo de muchas generaciones deberían conservarse a través de la enseñanza y práctica en los recreos escolares para dar una opción a los niños de adquirir destrezas y conocimientos o simplemente de divertirse sanamente, considera Verónica Guzmán.
Agentes de la vida moderna que limitan los juegos
Según expertos son varios los factores que han propiciado que los juegos tradicionales estén en peligro de extinción. Entre ellos, la sobreprotección a los menores, que hace que muchos progenitores no permitan que sus hijos vayan a jugar a la calle, así como la vida tan acelerada de hoy en día y los problemas para conciliar trabajo y familia.
Para los padres de hoy, que deben lidiar en el día a día con diversas actividades que los dejan casi sin tiempo para compartir con sus hijos, los videojuegos se constituyen en una ayuda para mantener a sus hijos entretenidos, aunque obviamente no es la mejor opción para los menores.
Por otro lado, están las prohibiciones que imponen los dueños de casa a los inquilinos de prohibir el uso de pelotas, bicicletas o patinetes, y también la prohibición de hacer mucho ruido. De hecho, muchos dueños de casa prefieren no alquilar su vivienda a inquilinos con hijos pequeños.
Los juegos tradicionales vs los juegos tecnológicos
Es un hecho que la tecnología ha entrado en nuestras vidas y ha cambiado nuestras tradiciones, es el caso de juegos, lo que ha ido influyendo y afectando de distintas maneras la vida de los más pequeños. Ya no nos sorprende ver a un bebé jugando con el celular de su papá. Los niños a edades más tempranas están demandando juguetes tecnológicos; como es el caso de los videojuegos.
Diferencias
Con los juegos tradicionales los niños exploran y sociabilizan entre ellos de esta manera los niños comparten y llegan a desarrollar su área afectiva. Las consolas, videojuegos, ordenadores infantiles, televisión, etc., en sí, no hay niño que no los conozca y la mayoría los utiliza en un momento de ocio, y hasta los llegan a convertir en sus juguetes favoritos donde los niños se encierran en el mundo del videojuego muchas veces sin llegar a sociabilizar.
En el caso de un videojuego, el niño debe escoger de entre una serie de respuestas y acciones preestablecidas. La imaginación del niño es estimulada, sí, pero su creatividad se reduce al descubrimiento y solo se basa a las posibilidades que ofrece el juego. Por el contrario, el juego tradicional, una muñeca un peluche, una caja de plastilinas, ofrece más preguntas y ayuda a la imaginación y la creatividad del niño.
Algunos estudios han demostrado que, por ejemplo, los videojuegos estimulan la coordinación psicomotora del niño, sus estrategias para la resolución de problemas la capacidad para perseverar en una tarea.
Mediante el juego el niño ensaya y práctica muchas de las actividades a las que se enfrentarán en la vida adulta. Por eso, a partir de los cuatro años gran parte de la actividad lúdica del niño se invierte en la imitación de modelos. Y normalmente estos modelos son tomados de los adultos que rodean al niño. El problema es la insensibilización igual adopta modelos de conducta mediante el juego, adquiere también valores y actitudes y en muchos de estos juegos, por muy virtuales que sean, se normaliza la violencia como medio para resolver conflictos.
Riesgos
No interactúan con la familia.
No conocen a otras personas, otros niños y mayores.
No hablan.
No se mueven del asiento, y como sabemos el sedentarismo es enemigo de la salud.
La vista se cansa al estar centrada continuamente en mirar tan de cerca a una pantalla.
No aprenden juegos nuevos.
No aprenden sobre el medio a través del contacto directo, a través de experiencias reales.
Los videojuegos pueden ser una buena opción siempre que se usen de una manera adecuada y sepamos escoger los juegos idóneos para su edad e intereses. Mantener a los niños lejos de las pantallas del mismo modo que debemos hacerlo nosotros mismos. La clave para que los videojuegos no acaparen a nuestros niños está en controlar el juego y el tiempo.
Consejos
Fijar un horario para el uso de los videojuegos.
Ofrecer alternativas a los videojuegos.
Compaginarlo con otras actividades diferentes, juegos al aire libre, juegos tradicionales, lecturas.
Jugar con la familia, con los amigos y en un lugar común de la casa no encerrado solo en la habitación.
Procurar variedad.