Santiago y sus cuatro décadas como arreglador de guitarras
Cuando Santiago cumplió 13 años, allá en Cochabamba por la década de los 70 en plena dictadura militar decidió ir de ayudante a un taller de charangos, el primer paso para saltar a las guitarras. Eran esas épocas en las que se censuraba la música revolucionaria. Pero los artistas de...



Cuando Santiago cumplió 13 años, allá en Cochabamba por la década de los 70 en plena dictadura militar decidió ir de ayudante a un taller de charangos, el primer paso para saltar a las guitarras. Eran esas épocas en las que se censuraba la música revolucionaria. Pero los artistas de países sudamericanos como Argentina, Chile, Uruguay y Bolivia combatían con arte y letra la represión. Canalizaban el sentir del pueblo, decían lo que había que decir, aunque estén exiliados.
Era esa época en la que se tenía que andar con el testamento bajo el brazo. Santiago con el lápiz sobre la oreja, la regla milimetrada en la mesa y la madera en mano ayudaba a fabricar instrumentos. No uno cualquiera sino uno bueno, porque así le exigía su maestro del taller. Era aprendiz, no recibía ni un solo centavo por hacer ese trabajo. Él sabía que en todo oficio se empieza desde cero, pero había que ponerle interés.
Ahora, 40 años después, sentado en una silla de madera un tanto desclavada recuerda aquella época de niño cuando empezó en el oficio, del cual no piensa separarse hasta que Dios toque la melodía para subir a su encuentro o por lo menos hasta que el cuerpo le permita tallar guitarras, charangos y demás instrumentos de cuerda.
Ahí, en una cuerda cuelgan sus guitarras esculpidas. Él mira hacia su ventana por donde penetran los rayos de un sol de invierno que cae a mediodía. Rememora que estuvo cuatro años como ayudante y luego los dueños le confiaron el oficio. Por cada fabricación le pagaban diez bolivianos.
Para ese entonces había cumplido 17 años, se fue a otro taller, pero esta vez de guitarras. En esa ocasión nadie le quitaba la idea de que tenía que servir a la patria. Así se presentó al cuartel, pero le rechazaron porque aún no tenía 18 años. La siguiente gestión logró ingresar al servicio militar.
En medio del relato cruza su pierna derecha sobre la izquierda, al mismo tiempo que se agarra la frente para decir que cuando terminó el cuartel tuvo que dejar el oficio para dedicarse a la panadería, porque ahí ganaba más. Durante ese tiempo, que fueron otros cuatro años, la idea de volver a construir guitarras no dejaba de rondarle la cabeza. Hasta que un día decidió ir a un taller, donde conoció a Francisco Mansilla, a quién ahora le sigue diciendo maestro, pues, fue ese señor el que le ayudó a perfeccionar sus conocimientos.
Santiago es de esos tipos que siempre buscan emprender y ponerse a la par de lo nuevo que sale. Ya por la década de los 80, cuando Hernán Siles Zuazo asumió la presidencia de Bolivia y terminó con la oscura etapa de la dictadura decidió mudarse a Tarija. En esos tiempos no había mucha gente que se dedicaba a la fabricación y reparación de guitarras e instrumentos de cuerda en este lugar.
Su afinidad por la música y los instrumentos los lleva en su ADN, pues a su madrea le gustaba cantar, tenía una voz armoniosa. “Ojos azules, no llores, no llores ni tengas amores, llorarás cuando me vaya cuando remedio no haya”, versa la primera canción que aprendió a tocar en su charango en ritmo de huayño. No pudo ejecutar el ritmo de cueca y de chacarera, quería hacerlo para conquistar a su esposa, pero al final optó por otras estrategias. Ahora tiene tres hijos.
Con una sonrisa picaresca y mientras desliza su dedo índice y pulgar sobre su bigote, recuerda que de joven le invitaban a los cumpleaños, aunque también no faltaba otro tipo de fiestas. Ahí con su charango, siempre había otro amigo que llegaba con una guitarra, un bombo o un acordeón. Como sea, siempre se armaba un grupo para alegrar la noche.
Esa experiencia le llevó a decidir a aprender a fabricar guitarras. Sabe que la vida de los artistas no es nada fácil, porque siempre hay fiestas para ir y el alcohol nunca falta. Eso luego se traduce en problemas económicos y también en familiares. Es por eso que solo se dedicó a elaborar y reparar instrumentos.
Santiago le ha fabricado la guitarra a Hugo Monzón, Carlos Porcel, Leo Velasco, los Embajadores del Guadalquivir y a otros artistas de quienes no recuerda los nombres exactos. Más aún, hace un esfuerzo por recordar. De fondo se escucha en el radio, “Los morenos en festejo candombeando la esperanza. Meneando pierna y cadera ardían como candela”, y dice ¡ah! y Marciano, artista argentino, también me pidió una guitarra, pero luego no volvió a Tarija.
En su taller, que es una habitación de cuatro por cuatro, en cada esquina tiene más de una docena de guitarras viejas apiladas, unas sobre otras, de todo tipo y de diferentes procedencias. Él es el doctor que las cura, las trata con cariño y se toma su tiempo para arreglarlas. Ahora se dedica más a la reparación de instrumentos, no tanto a la fabricación porque no puede competir con los precios de aquellas que llegan desde la China.
Don Santiago dice que cada guitarra que le llega a sus manos viene con una historia por detrás. Rara es la vez que alguien no va a recogerlas, por lo general los instrumentos tienen un valor sentimental o también guardan alguna anécdota.
“Algunos llegan con el cuento de que se prestaron la guitarra de un amigo y la rompieron en una fiesta-comenta entre risas- Otros también llegan con la historia que se tiraron la amanecida en una fiesta y al llegar a la casa la esposa les emponchó el instrumento en la cabeza. No es un invento, estas cosas pasan y son reales”, cuenta.
A su maestro Mansilla se lo llevaron los gringos a Estado Unidos por la calidad de instrumentos que realizaba. A Santiago no solo le hacen pedidos los artistas tarijeños, sino también de Salta y de La Plata de Argentina, pero su deseo es fabricarle una guitarra al Chaqueño Palavecino, quien le pidió al tarijeño Hugo Monzón que escriba la letra de la segunda parte de su cueca Morir Cantando. Sabe que con sus cuatro décadas de experiencia en elaboración de ese tipo de instrumentos, su trabajo se lucirá en grandes escenarios del folclore.
Elementos para fabricar guitarras y charangos
Calidad Guitarras
La calidad de las guitarras varía de acuerdo a la madera, son importadas como la especie de pino abeto y ébano, que llegan a La Paz y desde ahí se envía hasta Tarija mediante pedido. Cada madera tiene su propio sonido, las maderas extranjeras son de más calidad, por ello siempre son más cotizadas y el precio también es más caro.
Fabricación
Don Santiago dice que para la fabricación se empieza con el rallado de la madera, casi de unos tres milímetros, luego se hace la parte de la espalda, el mango, el aro, la caja, y así se le va dando forma. Una guitarra buena demora unos dos meses aproximadamente, otras de menor calidad en dos semanas ya están listas.
Charango
Para el charango se usa la madera de jacaranda, de mara y naranjillo, ya vienen semitalladas de Cochabamba y uno tiene que acabarlas de construir. Hay que ser delicados con cada detalle que se le hará al instrumento, porque de ello también depende que se tenga un buen trabajo para los clientes.
Era esa época en la que se tenía que andar con el testamento bajo el brazo. Santiago con el lápiz sobre la oreja, la regla milimetrada en la mesa y la madera en mano ayudaba a fabricar instrumentos. No uno cualquiera sino uno bueno, porque así le exigía su maestro del taller. Era aprendiz, no recibía ni un solo centavo por hacer ese trabajo. Él sabía que en todo oficio se empieza desde cero, pero había que ponerle interés.
Ahora, 40 años después, sentado en una silla de madera un tanto desclavada recuerda aquella época de niño cuando empezó en el oficio, del cual no piensa separarse hasta que Dios toque la melodía para subir a su encuentro o por lo menos hasta que el cuerpo le permita tallar guitarras, charangos y demás instrumentos de cuerda.
Ahí, en una cuerda cuelgan sus guitarras esculpidas. Él mira hacia su ventana por donde penetran los rayos de un sol de invierno que cae a mediodía. Rememora que estuvo cuatro años como ayudante y luego los dueños le confiaron el oficio. Por cada fabricación le pagaban diez bolivianos.
Para ese entonces había cumplido 17 años, se fue a otro taller, pero esta vez de guitarras. En esa ocasión nadie le quitaba la idea de que tenía que servir a la patria. Así se presentó al cuartel, pero le rechazaron porque aún no tenía 18 años. La siguiente gestión logró ingresar al servicio militar.
En medio del relato cruza su pierna derecha sobre la izquierda, al mismo tiempo que se agarra la frente para decir que cuando terminó el cuartel tuvo que dejar el oficio para dedicarse a la panadería, porque ahí ganaba más. Durante ese tiempo, que fueron otros cuatro años, la idea de volver a construir guitarras no dejaba de rondarle la cabeza. Hasta que un día decidió ir a un taller, donde conoció a Francisco Mansilla, a quién ahora le sigue diciendo maestro, pues, fue ese señor el que le ayudó a perfeccionar sus conocimientos.
Santiago es de esos tipos que siempre buscan emprender y ponerse a la par de lo nuevo que sale. Ya por la década de los 80, cuando Hernán Siles Zuazo asumió la presidencia de Bolivia y terminó con la oscura etapa de la dictadura decidió mudarse a Tarija. En esos tiempos no había mucha gente que se dedicaba a la fabricación y reparación de guitarras e instrumentos de cuerda en este lugar.
Su afinidad por la música y los instrumentos los lleva en su ADN, pues a su madrea le gustaba cantar, tenía una voz armoniosa. “Ojos azules, no llores, no llores ni tengas amores, llorarás cuando me vaya cuando remedio no haya”, versa la primera canción que aprendió a tocar en su charango en ritmo de huayño. No pudo ejecutar el ritmo de cueca y de chacarera, quería hacerlo para conquistar a su esposa, pero al final optó por otras estrategias. Ahora tiene tres hijos.
Con una sonrisa picaresca y mientras desliza su dedo índice y pulgar sobre su bigote, recuerda que de joven le invitaban a los cumpleaños, aunque también no faltaba otro tipo de fiestas. Ahí con su charango, siempre había otro amigo que llegaba con una guitarra, un bombo o un acordeón. Como sea, siempre se armaba un grupo para alegrar la noche.
Esa experiencia le llevó a decidir a aprender a fabricar guitarras. Sabe que la vida de los artistas no es nada fácil, porque siempre hay fiestas para ir y el alcohol nunca falta. Eso luego se traduce en problemas económicos y también en familiares. Es por eso que solo se dedicó a elaborar y reparar instrumentos.
Santiago le ha fabricado la guitarra a Hugo Monzón, Carlos Porcel, Leo Velasco, los Embajadores del Guadalquivir y a otros artistas de quienes no recuerda los nombres exactos. Más aún, hace un esfuerzo por recordar. De fondo se escucha en el radio, “Los morenos en festejo candombeando la esperanza. Meneando pierna y cadera ardían como candela”, y dice ¡ah! y Marciano, artista argentino, también me pidió una guitarra, pero luego no volvió a Tarija.
En su taller, que es una habitación de cuatro por cuatro, en cada esquina tiene más de una docena de guitarras viejas apiladas, unas sobre otras, de todo tipo y de diferentes procedencias. Él es el doctor que las cura, las trata con cariño y se toma su tiempo para arreglarlas. Ahora se dedica más a la reparación de instrumentos, no tanto a la fabricación porque no puede competir con los precios de aquellas que llegan desde la China.
Don Santiago dice que cada guitarra que le llega a sus manos viene con una historia por detrás. Rara es la vez que alguien no va a recogerlas, por lo general los instrumentos tienen un valor sentimental o también guardan alguna anécdota.
“Algunos llegan con el cuento de que se prestaron la guitarra de un amigo y la rompieron en una fiesta-comenta entre risas- Otros también llegan con la historia que se tiraron la amanecida en una fiesta y al llegar a la casa la esposa les emponchó el instrumento en la cabeza. No es un invento, estas cosas pasan y son reales”, cuenta.
A su maestro Mansilla se lo llevaron los gringos a Estado Unidos por la calidad de instrumentos que realizaba. A Santiago no solo le hacen pedidos los artistas tarijeños, sino también de Salta y de La Plata de Argentina, pero su deseo es fabricarle una guitarra al Chaqueño Palavecino, quien le pidió al tarijeño Hugo Monzón que escriba la letra de la segunda parte de su cueca Morir Cantando. Sabe que con sus cuatro décadas de experiencia en elaboración de ese tipo de instrumentos, su trabajo se lucirá en grandes escenarios del folclore.
Elementos para fabricar guitarras y charangos
Calidad Guitarras
La calidad de las guitarras varía de acuerdo a la madera, son importadas como la especie de pino abeto y ébano, que llegan a La Paz y desde ahí se envía hasta Tarija mediante pedido. Cada madera tiene su propio sonido, las maderas extranjeras son de más calidad, por ello siempre son más cotizadas y el precio también es más caro.
Fabricación
Don Santiago dice que para la fabricación se empieza con el rallado de la madera, casi de unos tres milímetros, luego se hace la parte de la espalda, el mango, el aro, la caja, y así se le va dando forma. Una guitarra buena demora unos dos meses aproximadamente, otras de menor calidad en dos semanas ya están listas.
Charango
Para el charango se usa la madera de jacaranda, de mara y naranjillo, ya vienen semitalladas de Cochabamba y uno tiene que acabarlas de construir. Hay que ser delicados con cada detalle que se le hará al instrumento, porque de ello también depende que se tenga un buen trabajo para los clientes.